El Jefe siempre fue un gran creyente del rock & roll. Y en la revista encontró un aliado y un lugar para explorar su pasión
En marzo de 1973, apareció una nota breve en la sección Random Notes de Rolling Stone acerca de John Hammond, de Columbia Records. El veterano de la industria había sufrido un ataque cardíaco mientras miraba un recital de un nuevo grupo en ascenso al que acababa de contratar. “Se lo atribuyó a una agenda muy cargada de trabajo, y a una debilidad derivada de un virus contraído en París”, decía la nota. “Su médico, sin embargo, no estuvo de acuerdo. Dice que se debió al entusiasmo de Hammond por el show de Springsteen.”
Fue la primera vez que apareció el nombre de Bruce Springsteen en las páginas de Rolling Stone, inaugurando una relación de cuatro décadas que produjo 18 notas de tapa, más que cualquier otro artista cuya carrera haya comenzado después de los 60. El artista y la revista crecieron juntos, mientras las entrevistas hablaban de todo, desde el poder majestuoso del rock & roll hasta el destino de los veteranos de Vietnam y el impacto devastador de la Gran Recesión. “Estamos en la misma misión en términos de celebrar la música y tratar de que haga una diferencia en el mundo, política, social, emocional y espiritualmente”, dice el editor de Rolling Stone, Jann S. Wenner. “Siempre compartimos los valores de los Beatles, los Stones y Bob [Dylan], pero de algún modo, siempre los compartimos más intensamente con Bruce.”
El debut de Springsteen, Greetings from Asbury Park, N.J., llegó a las bateas a principios de 1973. Rolling Stone publicó una reseña ambigua (pero colorida), del legendario crítico Lester Bangs. “El viejo Bruce tiene un punto cuando nos dice que viene de una de las partes más asquerosas, inútiles y menos interesantes de Nueva Jersey”, escribió Bangs. “Lleva una gran influencia de The Band, sus arreglos por momentos tienen tintes de Van Morrison, y murmura sus tonadillas con catarro y una voz insatisfecha como si fuera Robbie Robertson luego de haber tomado barbitúricos, y con Bob Dylan vomitándole en el cuello.”
El editor que asignó esa reseña fue Jon Landau, un crítico de 26 años con base en Boston que había trabajado para la revista desde su primer número. Le encantó Springsteen desde la primera vez que escuchó “Blinded by the Light” en la radio WBCN de Boston, pero, más allá de su amistad con Dave Marsh (quien se transformó en editor de Rolling Stone en 1975), el resto del staff de la revista en San Francisco no compartía la pasión de Landau. Su cinismo se multiplicó cuando Springsteen apareció en las tapas de Time y Newsweek en la misma semana en 1975, la culminación de una gran campaña publicitaria por parte de Columbia. “Cuando apareció en las tapas de Time y Newsweek, nos dio algo de pausa, porque éramos cínicos en evolución”, dice Ben Fong-Torres, editor de música de Rolling Stone en aquella época. “No pensábamos en la prensa mainstream como críticos de rock serios. Así que hizo que nos contuviéramos un poco.”
Landau no se contuvo nada cuando escribió sobre Springsteen en mayo de 1974. Después de que el crítico viera a Springsteen tocando una canción nueva llamada “Born to Run” en Harvard Square Theater, escribió un ensayo para The Real Paper, de Boston, con una frase profética, ahora famosa: “Vi el futuro del rock & roll, y su nombre es Bruce Springsteen”.
Springsteen reclutó a Landau, que había trabajado en discos de MC5 y Livingston Taylor, para que coprodujera Born to Run, y al poco tiempo lo contrató como su manager. En 1978, trabajaron en Darkness on the Edge of Town, que finalmente hizo que Springsteen llegara a la tapa de Rolling Stone en agosto de ese año. Marsh escribió la nota, viajando con la E Street Band en una gira por la Costa Oeste y quedándose charlando hasta tarde en la noche con el cantante. “Aunque sus personalidades son muy diferentes, era como hablar con Pete Townshend”, recuerda Marsh. “Fueron largas noches dedicadas a teorizar sobre el rock & roll, lo que podía y lo que no podía hacer, y lo que tenía y lo que no tenía que hacer.”
Marsh también capturó momentos más relajados, como Springsteen y la banda pasando un rato en el Sunset Marquis escuchando una grabación de su canción más nueva, “Paradise by the C”. “[Clarence] Clemons entra al lugar con una mirada increíblemente placentera, y cuando termina la cinta, agarra a Bruce del brazo y grita: ‘¡Todo el mundo a la pileta!’”, escribió Marsh. “El siguiente sonido es una serie de chapuzones, y en un par de minutos reaparecen, con los trajes de baño goteando, y la escuchan otra vez, y repiten el acto. Al poco tiempo, toda la habitación del hotel está poblada por media docena de personas goteando y exultantes.”
Las cosas se pusieron un poco menos exultantes en diciembre de 1980, cuando Fred Schruers estaba terminando la investigación para la siguiente tapa de Springsteen en Rolling Stone. La gira de River había llegado a Filadelfia, y la noche antes del show, se conoció la noticia de que John Lennon había sido asesinado. “Hoy es una noche difícil para salir a tocar, cuando hemos perdido tanto”, le dijo Springsteen al público. “Es difícil salir a tocar, pero no hay otra cosa que se pueda hacer.”
Esta emotiva noche, generalmente considerada como uno de los mejores shows de Springsteen, fue el clímax de la nota de Schruers. “Pensar en ella me hace temblar”, dice Schruers hoy. “Nunca vi a alguien dejar tanto físicamente, en ningún contexto. Quizás un par de peleas de boxeo por el título.”
Cuatro años después, Springsteen lanzó Born in the U.S.A., y se transformó en una estrella pop cuya popularidad estaba a la altura de Michael Jackson, Prince o Madonna. Durante un período de dos años, apareció en la tapa de Rolling Stone cuatro veces. Kurt Loder escribió la primera de las tapas de esa serie. “La gira de Born in the U.S.A. fue una experiencia físicamente demandante”, dice Landau. “La pospusimos varias veces, y después Bruce finalmente aceptó hablar con él tras un show en San Francisco. Esa noche, recibí una llamada de Kurt. Estaba todo bien, pero dijo: ‘Jon, hay un problema con la entrevista’. Le dije: ‘¿Qué?’. Y me dijo: ‘Se quedó dormido’.”
Para 1992, la Brucemanía había cedido hacía mucho. Los nuevos discos de Springsteen, Human Touch y Lucky Town (editados el mismo día), fueron decepciones tanto de crítica como de ventas, y en su vida había mucha turbulencia. Se había casado con su cantante de acompañamiento, Patti Scialfa, después de que su matrimonio con la actriz Julianne Phillips colapsara, y sus fans estaban enojados con su decisión de despedir a la E Street Band. Todo esto pesaba mucho en su cabeza cuando se sentó a conversar con el editor de música de Rolling Stone, James Henke –del cual se había hecho amigo cuando viajaron juntos por el mundo en la gira Human Rights Now!, de Amnesty International, en 1988– para una nota de tapa. Quizás fue la entrevista más reveladora de Springsteen, en la que se tocó el tema de su doloroso divorcio, de su carrera en declive y de su decisión de ver a un terapeuta.
“Me di cuenta de que mi idea central –que, cuando era joven, había sido atacar la música con una intensidad de tipo realmente religioso– había estado bien hasta cierto punto”, dijo. “Pero había un momento en el que se daba vuelta sobre sí misma. Y entonces empezás a bajar por ese camino, y se distorsionan incluso las mejores cosas. Y llegué a una instancia en la que sentí que mi vida estaba distorsionada. Me encanta mi música, y quería aceptarla como lo que era. No quería tratar de distorsionarla para que fuera toda mi vida. Porque eso es mentira. No es verdad. No es toda tu vida. No puede serlo.”
Springsteen habló brevemente de política en aquella entrevista, criticando al presidente George H.W. Bush y elogiando a Jesse Jackson al igual que al candidato a presidente por los demócratas, Jerry Brown. Pero no fue hasta la batalla de 2004 entre George W. Bush y John Kerry que Springsteen finalmente decidió que su público supiera exactamente dónde estaba parado políticamente. En una entrevista con Wenner, Springsteen detalló su Vote for Change Tour en apoyo de Kerry. “Era un asunto espinoso para Bruce”, dice Wenner. “Se negaba a confrontar demasiado a su público, o meterse demasiado en su disfrute de la música.”
Pero con Bush mandando a americanos jóvenes a morir en dos guerras inganables en Oriente Medio, el rockero sintió que no tenía otra opción que alzar su voz. “Mantenerme al margen hubiera sido una traición a las ideas sobre las que escribo desde hace mucho tiempo”, dijo. “No involucrarme, quedarme callado, o ser tímido al respecto de cualquier forma, no iba a funcionar esta vez. Sentí que era un momento histórico muy claro.”
La elección presidencial de 2004 no salió como Springsteen había esperado, pero su música siguió estando embebida de la política de la época, acercándolo aún más a la visión del mundo de Rolling Stone. Su entrevista para una nota de tapa en 2012 con el conductor Jon Stewart, de The Daily Show, fue una de sus piezas recientes en las que discutió la crisis cada vez mayor de liderazgo global. “Hay un alineamiento de sensibilidades entre Bruce y Rolling Stone”, dice Landau. “Como resultado, actualmente tiene cierto estatus icónico en la revista. Es algo muy satisfactorio.”