Las sagas de Charles Manson y Patty Hearst cautivaron a todos. De algún modo, una joven revista de San Francisco había conseguido acceder a las historias verdaderas detrás de cada caso
Además de ser los dos criminales más famosos de Estados Unidos de principios de los 70, Charles Manson y Patty Hearst no tenían nada en común. Uno era líder de un culto que buscaba empezar una guerra racial; la otra era una adolescente heredera secuestrada por un grupo de revolucionarios ineptos. (Irónicamente, la modesta Hearst fue la única que participó directamente de un crimen.) Ambos fueron sucesos en los medios, y estuvieron horas al aire en los canales de noticias, pero fueron dos equipos de periodistas de Rolling Stone los que les dieron mil vueltas a los medios mainstream, obteniendo entrevistas reveladoras y exclusivas con ambos. En ese proceso, los periodistas elevaron a Rolling Stone, que pasó de ser una pequeña revista juvenil a convertirse en una publicación con influencia en las conversaciones de todo el país.
Empezó en agosto de 1969, cuando la actriz Sharon Tate fue asesinada junto con su bebé aún no nacido y cuatro personas más en su mansión en Los Angeles; al día siguiente, una pareja, los LaBianca, fueron asesinados en su casa también de L.A. Manson, cantautor y socio de Dennis Wilson, el baterista de los Beach Boys, fue al poco tiempo identificado como el cerebro detrás de las masacres, pero muchas personas en la prensa underground pensaban que era inocente... incluyendo, al principio, Rolling Stone. “Era un colega hippie”, dice el escritor David Dalton. “Pensé que le estaban haciendo una cama. Yo no paraba de decir estupideces hippies, como: ‘¿De qué lado estás, man? ¡Este maldito gobierno está corrupto!’”
Dalton era un experto en rock con vínculos personales con Wilson. Para investigar la historia de Manson, Rolling Stone lo juntó con David Felton, veterano periodista de investigación. La revista esperaba conseguir una entrevista en la cárcel, que se planeaba que saldría con el título provocador de: manson es inocente. El líder del culto estaba encerrado en la cárcel de L.A. County, esperando su juicio, y había rechazado la mayoría de los pedidos de entrevistas, pero su nuevo disco, Lie: The Love and Terror Cult, estaba por salir, y él quería promocionarlo en Rolling Stone. “Tuvimos que hacernos pasar como abogados para entrar”, dice Felton.
Felton y Dalton se sentaron frente a Manson, quien tenía una barba recién afeitada, y una “X” recientemente tallada en la frente, en una mesa de la cárcel. “No paraba de morderse las uñas”, dice Felton. “Me di cuenta de que tenía un dominio sobre las personas.” Dalton sintió que estaba conectando con un colega hippie. En un momento, quiso decir: “Sos de escorpio, ¿no?”, pero salió más como: “Sos un escorpión”. “En la cara de Manson aparecieron diez emociones diferentes: miedo, shock, confusión”, dice Dalton. “Podía pasar del racismo más perverso a defender causas ambientales, o a soltar declaraciones como: ‘Yo soy Dios’.”
Fue suficiente para convencer a Felton de que no era un hippie sorprendido en medio de una cama de la policía. Pero Dalton seguía creyendo que Manson era inocente; de hecho, Dalton y su esposa habían pasado la semana anterior viviendo con miembros de la Manson Family (incluyendo a Lynette “Squaky” Fromme, quien luego intentaría asesinar a Gerald Ford) en Spahn Ranch, en las afueras de L.A. “Era como cualquier otra comuna hippie”, dice Dalton. “Revolvíamos basura y hacíamos un guiso. De noche andábamos a caballo. Era algo totalmente agradable.”
Poco tiempo después de la entrevista con Manson, Felton y Dalton hablaron con Aaron Stovitz, fiscal de L.A., quien dio todos los detalles del asesinato. “Sacó su bandeja de fotos de los asesinatos de los LaBianca”, dice Dalton. “Vi ‘Piggies’ y ‘Helter Skelter’ [escrito en sangre] en las paredes y en la heladera. En ese momento, me di cuenta de que habían sido ellos. Los del Departamento de Policía de L.A. tendrían que haber sido genios para hacer una cama así.”
Dalton pensó inmediatamente en su mujer, quien seguía viviendo en Spahn Ranch. Volvió rápido en auto al rancho, la convenció de ir a caballo al medio del desierto, y después le explicó que estaban en peligro. “Cuando creíamos que él era inocente nos sentíamos completamente seguros”, dice Dalton. “Pero de repente [los miembros de la Family] nos parecían como niños poseídos. Tenían los ojos dilatados, y todos parecían hablar con la misma vibración armónica.” La pareja volvió al rancho y simuló una pelea en la que ella lo acusaba de infidelidad, y luego se fueron y caminaron a la ciudad. “Era una película de terror real”, dice Dalton. “La paranoia en L.A. era como un cable pelado suelto en la Pacific Coast Highway. Era algo palpable.”
La pareja se mudó a la casa de Felton en Pasadena, donde los escritores pasaron seis semanas hilvanando sus notas y transcripciones para transformarlas en una nota de 30.000 palabras, es decir el tamaño aproximado de un libro corto. Felton se hizo cargo de las partes periodísticas, y Dalton las roció con una prosa salvaje y experimental. “Tengo una pieza al final que es casi una reflexión filosófica, metafísica, acerca de todo el asunto”, dice Dalton. “Todavía no sé si tiene algún sentido.”
La nota editada fue publicada en 21 páginas, y ayudó a Rolling Stone a ganar el prestigioso National Magazine Award, el primero para la publicación. “Todavía ahora me emociona mucho”, dice Felton. “Y estoy feliz de que Manson siga en la cárcel.”
Cuatro años después, un grupo radical que se hacía llamar Ejército Simbionés de Liberación arrancó a Patty Hearst de su departamento en Berkeley y la metió en el baúl de un auto. En una serie de cartas bizarras, el SLA [por sus siglas en inglés] decía que liberaría a Hearst si su familia –herederos de la dinastía del periódico Hearst– le daba 70 dólares en comida a cada familia necesitada del estado, lo cual costaría 400 millones de dólares. La saga cautivó al país como ninguna otra desde el secuestro de Lindbergh. Muchos asumieron que Hearst había sido forzada, pero “Tania”, como la rebautizó el SLA, fue al poco tiempo capturada en videos robando una serie de bancos, y eligió quedarse con el SLA, cuando podría haberse escapado.
Rolling Stone acababa de conseguir una gran primicia, con la exclusiva de Howard Kohn, el ex periodista de Detroit Free Press, acerca de Karen Silkwood, una activista que había fallecido en circunstancias misteriosas luego de denunciar a la industria química en la que trabajaba. Kohn y su amigo David Weir, quien tenía vínculos con el under radical de la Bay Area, contactaron al abogado Michael Kennedy (cuyo cliente Jack Scott transportó a Hearst a lo largo del país en 1974). En mayo de ese año, las autoridades habían incendiado una casa en la que estaba gran parte del SLA, un evento impactante que salió en vivo en la televisión; Hearst se había escapado, pero su paradero era un misterio. Scott estaba decidido a declarar como una fuente anónima, haciendo que Rolling Stone tuviera la primicia de la década. “Kohn era un periodista de investigación clásico, duro”, dice Paul Scanlon, el editor de la revista en aquella época. “Nunca vi a nadie meterse a excavar de esa manera como Howard.”
Mientras que los medios mainstream se limitaron sencillamente a asistir a conferencias de prensa, los periodistas de Rolling Stone se lanzaron a una odisea a lo largo del país para seguir los pasos de Hearst, y verificar las historias que les habían contado Scott y otros. Jann Wenner, editor y director de Rolling Stone , planeaba sacar dos notas de tapa sobre Hearst. “Jann sabía que íbamos a confiar mucho en fuentes anónimas”, dice Kohn. “Eso puede estar bien si sos el New York Times y tenés un montón de abogados y una historia de tradiciones periodísticas. Si sos Rolling Stone, no tenés una gran billetera, ni muchos consejeros legales.”
La primera nota de tapa fue escrita en secreto, sólo algunas personas en el staff estaban al tanto de ella. Faltaba un mes para su publicación cuando, el 18 de septiembre de 1975, arrestaron a Hearst en San Francisco. “Estuvimos un par de horas pensando que la nota ya estaba lista, puesto que el anteúltimo acto ya había terminado”, dice Kohn. “Pero Jann dejó en claro que había que seguir.”
Se aplazó una tapa de Rod Stewart con su novia, Britt Ekland, para que pudiera salir el artículo de Hearst. Había guardias protegiendo la imprenta en St. Louis para que no se filtraran copias de la revista. Cuando salió la noticia de que Rolling Stone tenía la exclusiva de los dos años que Hearst pasó fugada, la revista se inundó de consultas de otros medios. La historia llegó a todos los noticieros esa misma noche, y Weir y Kohn aparecieron en el programa Today. “Me acuerdo de intercambiar algunos gritos con William Kunstler [famoso abogado de la familia Hearst], uno de mis héroes, por teléfono”, dice Scanlon. “Trató de exigirnos que no la publicáramos.”
Kunstler no fue el único que se enojó por la nota. El FBI había sido superado por dos investigadores de veintipico, y les demandó que revelaran los nombres de sus fuentes, o de lo contrario irían a la cárcel (a último minuto, un juez permitió que los periodistas evitaran la cárcel). La segunda nota de tapa de Hearst, un mes después, se enfocó más en el costado familiar de la saga, pero también estaba repleta de información de miembros de SLA que declaraban. Uno le dijo a Weird que iba a dejarle un paquete con información en un teléfono público bajo el puente de una autopista. “Pensé: ‘Si me van a disparar, probablemente sea ahí’”, recuerda Weir. “Fue una de las caminatas más aterradoras de mi vida, pero de algún modo fui y ahí estaba el material.”
Más de cuatro décadas después, aquellos que estuvieron involucrados en la historia recuerdan vívidamente el rápido devenir de los acontecimientos. “El recuerdo de Rolling Stone ganándoles a las tres mayores cadenas de noticias esa tarde me mata”, dice Scanlon. “Patty Hearst fue un salto adelante en términos de credibilidad, en términos de convencer a la gente, una vez más, de que no era solamente una revista de rock & roll de San Francisco. De tan solo recordarlo, puedo sentir la adrenalina.”
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