Desde Nixon hasta Trump, RS buscó informar sobre los presidentes con la misma pasión, personalidad y curiosidad que ponía en el rock & roll
En noviembre de 1993, Rolling Stone acababa de terminar su primera entrevista con un presidente de Estados Unidos en sesión cuando una pregunta de último minuto de William Greider, editor de la sección de Asuntos Nacionales, hizo que a Bill Clinton se le pusiera la cara roja y empezara a gritar. Clinton estaba cerrando un tumultuoso primer año de mandato, durante el cual una economía en declive llevó a que bajara su popularidad. Greider mencionó una llamada telefónica que había recibido del padre de uno de los Rostros de la Esperanza, ciudadanos a los que Clinton había conocido durante la campaña y había invitado a su asunción. “Estaba muy desalentado”, le dijo Greider al presidente. “Le dije que iba a venir a verlo a usted, y me dijo: ‘Preguntale qué cosas está dispuesto a defender’.”
Inmediatamente, Greider se encontró cara a cara con un Clinton furioso, mientras su coentrevistador, Jann Wenner, editor y director de Rolling Stone, observaba en silencio. “Yo peleé más malditas batallas acá que cualquier otro presidente en 20 años, con la probable excepción del primer presupuesto de Reagan, y no recibí ningún reconocimiento de la supuesta prensa liberal”, ladró Clinton. “Estoy cansado, harto de esto. Y podés poner esto en tu maldito artículo.”
Desde sus primeros días, Rolling Stone se acercó a los presidentes primero como personas, y después como políticos. “La mayoría de los periodistas trata de cubrir las noticias de ese día, o las controversias de ese día, y lo único que logran es que los presidentes terminen evadiendo todo”, dice Wenner, quien realizó entrevistas en profundidad con Clinton, Al Gore, John Kerry y Barack Obama. “Yo me alejo un poco e intento entenderlos más profundamente, como humanos, en lugar de repasar las cuestiones del momento.”
En el medio, la revista se transformó en una defensora acérrima del Partido Demócrata, e incluso realizó una fiesta para Jimmy Carter en 1976 –con una lista de invitados que incluyó a Bob Dylan, Jackie Onassis, Robert Redford, John Lennon y Walter Cronkite–, y organizó shows benéficos con estrellas para los candidatos demócratas a principios de los 2000.
En la elección de 1972 había mucho en juego para terminar con la guerra en Vietnam, y Wenner hizo que fuera una prioridad enorme para la revista. Las elecciones primarias empezaron justo después de que “Miedo y asco en Las Vegas” llegara a los kioscos como una nota en dos partes en Rolling Stone. Hunter Thompson, quien se había postulado para ser sheriff en Aspen, en 1970, y había perdido, estaba deseoso de cubrir la campaña.
Thompson siguió a los candidatos demócratas durante las primarias. Se convirtió, fácilmente, en el personaje más salvaje de la prensa, y sus entregas mezclaban entrevistas íntimas con reflexiones vívidas del proceso político (por no mencionar los relatos de sus propios desvaríos). En una pieza, acusaba a Edmund Muskie de ser adicto a una extraña droga alucinógena: “Es enteramente concebible –considerando los conocidos efectos de la ibogaína– que el cerebro de Muskie haya estado casi paralizado por las alucinaciones en ese momento; que estuviera mirando a la gente y viendo monstruos en lugar de personas”.
“Hunter logró una perspectiva más amplia sobre la campaña”, dice Wenner. “Hizo que fuera una cosa viva para nuestros lectores, de una manera que ninguna otra cobertura podría haber conseguido. Si hubiéramos mandado un periodista tradicional, no habríamos tenido las revelaciones que tuvimos. Nos hizo poder dejar, realmente, nuestra propia huella en el mundo de la política.”
Thompson se mantuvo alejado de la campaña durante 1976. Rolling Stone contrató al ex consejero de Nixon en la Casa Blanca, John Dean, para cubrir la Convención Nacional Republicana: una jugada contraintuitiva que dio sus frutos, puesto que el conocimiento de primera mano de Dean ofrecía chispazos de percepciones agudas. Thompson, sin embargo, quedó encantado con Carter después de verlo hablar en 1974, y más tarde se hizo amigo de la familia Carter. “Tanto Carter como su mujer son muy tolerantes con mi comportamiento”, escribió, “y en una o dos ocasiones tuvieron que lidiar conmigo en una condición notablemente mala. Siempre me cuidé de no cometer ningún delito frente a ellos”.
Al poco tiempo de que Reagan empezara su mandato en 1981, Rolling Stone contrató a Greider, un ex periodista del Washington Post, para editar las coberturas políticas de la revista y presionar al nuevo presidente. “Hunter Thompson era mi amigo desde antes”, dice Greider. “El cuenta la historia así: ‘Una noche estaba meando y pensé en Greider’. Le dijo a Jann: ‘Busquen a Greider, él conoce a esta gente. Les va a arrancar la cabeza’.” Durante los años siguientes, eso fue lo que hizo Greider, reportándolo todo, desde la obsesión de Reagan con destruir a los gremios hasta sus quitas de impuestos para los ricos y su deseo de desmantelar la red de seguridad social.
La cobertura de Rolling Stone de las elecciones de 1984 y 1988 fue escasa. “No podías hacer mucho con Mondale y Dukakis”, dice Wenner. Pero a fines de 1991, Clinton entró en la escena política. “Me entusiasmé de verdad otra vez”, dice Wenner. “Era el primer candidato de la generación del baby boom. Era un candidato bueno, persuasivo. Era un verdadero candidato de Rolling Stone.”
Clinton vio el valor de atraer a la población joven a través de Rolling Stone, y le concedió a la revista una entrevista extensa durante la campaña de 1992. Fue una escena notable: Clinton apareció con una camisa de manga corta, pantalones caqui y zapatillas de correr, y se encontró con Wenner, Thompson, Greider y el escritor P.J. O’Rourke en el cuarto de atrás de Doe’s Eat Place en Little Rock, Arkansas. “Pensé que teníamos que hacer una reunión”, dice Wenner, “con tres de los más importantes periodistas políticos de la época”.
Wenner empezó la simpática entrevista de dos horas y media de duración preguntándole acerca del idealismo de los 60 y las consecuencias de la Guerra de Vietnam. “La gente que fue, se sacrificó y pensaba que era lo correcto”, dijo Clinton, “después volvió a casa para encontrar una cultura que decía que había estado mal. Los que nos oponíamos a la guerra –aunque todavía la mayoría seguimos pensando que teníamos razón– éramos hijos de la Segunda Guerra Mundial. Queríamos servir a nuestro país; queríamos ser parte de las guerras patrióticas; queríamos creer en el sacrificio”.
Thompson estaba deseoso de conversar sobre su punto de vista sobre que la protección de la Cuarta Enmienda contra las inspecciones e incautaciones ilegítimas estaba siendo constantemente violada por agentes del orden, en particular si hablábamos de la llamada Guerra contra las Drogas. “Clinton lo miró fijo y dijo: ‘No estoy de acuerdo con usted acerca de las drogas y la Cuarta Enmienda’”, recuerda Greider. “Hunter se hundió visiblemente, y se puso muy triste. Creo que Hunter pensaba sinceramente que éste podía ser un tipo que iba a cambiar las cosas. Se fue a la barra y volvió con un trago todavía más grande.”
Durante la campaña de 2000, la revista apoyó a Gore, organizando un recital en su beneficio en el Radio City Music Hall con Paul Simon, Bette Midler, Jon Bon Jovi y Lenny Kravitz. Wenner entrevistó a Gore a bordo del Air Force Two en las últimas semanas de la campaña. El vicepresidente explicó cómo había sido influido por su experiencia en la Guerra de Vietnam. “Yo era como mucha gente, en el sentido de que cuando volví de Vietnam, tenía un impulso de querer regresar allá”, dijo Gore. “Es difícil de explicar... Volvés a casa, y la vida no es tan vívida…”
Cuatro años después, la revista apoyó de la misma manera la campaña de John Kerry. Wenner –que lo entrevistó durante la campaña y lo puso en la portada– organizó un concierto a beneficio de él también en el Radio City, esta vez con John Mellencamp, James Taylor, Mary J. Blige y otros. Como Gore, Kerry perdió solamente por un estado. “Las dos derrotas fueron devastadoras”, dice Wenner.
George W. Bush, recuerda Wenner, “parecía inofensivo hasta el 9/11. Después tenés la invasión de Irak”. En mayo de 2006, la revista lo llamó “el peor presidente de la historia” en una nota de tapa escrita por el historiador Sean Wilentz. “Llegar a esa conclusión después de una mirada imparcial a todos sus antecesores tuvo un efecto poderoso en la opinión pública”, dice Wenner.
En 2003, Matt Taibbi empezó a escribir para Rolling Stone destruyendo la presidencia de Bush por su incompetencia y su codicia. “No veíamos a un escritor y periodista tan colorido, idiosincrásico, incisivo y divertido desde Hunter S. Thompson”, dice Wenner.
En julio de 2008, Wenner entrevistó a Obama a bordo de su avión de campaña. El joven senador detalló los errores de la presidencia de Bush, desde la educación hasta la desigualdad y “una falta de curiosidad acerca del mundo más allá de nuestras fronteras”. Cuando Wenner le pidió que nombrara a sus héroes musicales, recitó de un tirón cinco discos de Stevie Wonder de los 70 casi en orden, y mencionó “Maggie’s Farm”, que dijo que le llegaba “del mismo modo que escucho ciertos discursos políticos”.
Wenner entrevistó a Obama otra vez antes de su reelección en 2012, y una vez más durante un momento mucho menos inspirador, el día después de la victoria de Trump en 2016. “Era un día feo, nublado, y la Casa Blanca estaba casi vacía cuando llegué”, escribió Wenner. “Había sido una noche larga y triste, y sólo quedaba una versión esquelética del staff. Parecía un funeral.”
Durante la campaña de 2016, Rolling Stone ofreció poner a Hillary Clinton en la tapa, y hacer una entrevista extensa, pero ella rechazó la oferta. “Fue una decisión idiota”, dice Wenner. “Otra señal de lo malas que fueron las decisiones en la campaña.”
Trump estuvo más que feliz de aparecer en la tapa en 2015, y le dio a Paul Solotaroff bastante acceso. “Al verlo hablar [en actos], sentí que el Reichstag estaba prendido fuego”, dice Solotaroff. La nota de tapa salió con el profético título de Wenner: TOMÁNDONOS A TRUMP EN SERIO. En la época, no muchos medios lo hacían.
Dos meses después de empezar su mandato, Trump apareció otra vez en la portada, dibujado por el ilustrador Victor Juhasz como un tornado humano. “Nuestro trabajo ahora es salir a hacer periodismo”, dice Wenner. “Nuestra misión sigue intacta.”
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