La conversación de medio siglo entre la revista y el entrevistado más fascinante -y difícil- del rock
El 3 de junio de 1968, ocho meses después de que el primer número de Rolling Stone llegara a los kioscos, el editor Jann Wenner se sentó frente a su máquina de escribir y le escribió una carta a Bob Dylan. “No quiero engordar la lista de personas que te molestan todos los días”, le escribió. “Pero nos gustaría mucho incluir una cobertura directa de tus actividades en nuestra publicación. No tenés que contarnos qué clase de avena te gusta comer entre comidas, pero sería bueno permitirnos a nosotros y nuestros lectores saber lo que pensás de tu música y de lo que está pasando en la música popular hoy en día.”
Wenner, de 22 años, no podía imaginarse que estaba inaugurando una relación de 50 años entre Dylan y Rolling Stone, una que produciría una entrevista reveladora tras otra. Las nueve entrevistas representan una conversación continua con el compositor más importante del siglo pasado, al igual que su foro más importante para comunicarse con sus fans más allá de sus canciones. (En 2006, fueron recopiladas en el libro Bob Dylan: The Essential Interviews.)
La conexión de Dylan con Rolling Stone es anterior al primer número. Ralph Gleason, columnista de San Francisco Chronicle, fue uno de los primeros críticos en reconocer el inmenso talento del cantante. “El genio escribe sus propias reglas”, escribió Gleason en 1964. “Y Dylan es un genio, una conciencia cantante y una referencia moral, al igual que un predicador.” Tres años después, cuando Gleason y Wenner empezaron una revista nueva, la bautizaron, en gran medida, en honor a “Like a Rolling Stone”, de Dylan.
En la época de la carta de Wenner, Dylan llevaba tres años fuera del ojo público, luego de un accidente de moto en el norte del estado de Nueva York. “Hacer que Bob hablara podía ser un gran golpe”, dice Wenner. “Y para ese entonces, él había visto a Rolling Stone y tenía una idea de que era algo real, que estaba en su mismo ambiente filosófico, algo genuino que podía atraerlo.”
Serían necesarias algunas cartas más, y un par de desencuentros, pero para junio de 1969, Dylan estaba listo para hablar. Durante varias horas en una habitación de hotel en Manhattan, Wenner le preguntó a Dylan acerca de todo, desde su nuevo estilo vocal más dulce (“Dejá de fumar esos cigarrillos y vas a poder cantar como Caruso”, explicó Dylan) hasta The Basement Tapes, reveladas por primera vez al público en las páginas de Rolling Stone en un artículo de Wenner de junio de 1969. También hizo que Dylan se refiriera al tema que estaba en la cabeza de todo el mundo: por qué había desaparecido durante los últimos años. “Bueno, Jann, te lo voy a contar”, dijo Dylan. “Estuve de gira durante casi cinco años. Me cansó. Tomaba drogas, un montón de cosas... Y no quiero vivir así nunca más.”
Para su entrevista épica de dos partes con Dylan en 1978, Jonathan Cott se sentó con el cantautor durante sesiones maratónicas realizadas por todas partes: en el backstage de un recital en Portland, Oregón; en un micro de gira; en un hotel; y en un restaurante, en el que Cott y Dylan compartieron una cena y se emborracharon. “Nuestra discusión se puso un poco… animada”, recuerda Cott.
La entrevista estaba planificada para salir con el lanzamiento de Renaldo and Clara, la película de Dylan. Cott le preguntó a Dylan por qué se había expuesto tanto, con una película protagonizada por su ex esposa, Sarah, junto a otra ex, Joan Baez. “Tenés que ser vulnerable para ser sensible a la realidad”, dijo Dylan. “Y para mí, ser vulnerable es otra forma de decir que uno ya no tiene nada que perder. No tengo nada que perder, excepto mi oscuridad. Estoy más allá de eso... No tiene nada que ver con la ruptura de mi matrimonio. Mi matrimonio está terminado. Estoy divorciado. La película es una película.”
La primera parte de la entrevista salió como nota de tapa en enero de 1978. (Fue la novena tapa de Dylan en RS; hubo 19 en total.) Annie Leibovitz tomó la foto de la portada durante una sesión relajada en su estudio de Nueva York, capturando una imagen icónica de Dylan con sus anteojos negros. La segunda parte de la entrevista tuvo lugar en noviembre del 78, con una tapa que encontraba a Dylan con un estado de ánimo menos jocoso. La foto fue tomada al final de una larga gira, y en lugar de permitir que entrara el fotógrafo de Rolling Stone, Dylan hizo que un amigo disparara un par de fotos en el baño del Madison Square Garden. (En la tapa, hay un mingitorio claramente visible.)
Cuando Kurt Loder se juntó con Dylan en 1984, sus composiciones estaban en un lugar muy distinto: su fase de cristiano vuelto a nacer se había terminado, y estaba tratando de encontrar su lugar en la era MTV. Dylan tenía un ánimo especialmente combativo, y daba respuestas cortantes sobre su conversión religiosa (“Nunca dije que había vuelto a nacer, ése es sólo un término de los medios”) y sus letras anti-NASA (“¿Cuál es el propósito de ir a la Luna?”). “Lo único que podés hacer es decir lo que dice”, dice Loder hoy. “No podés analizarlo y decir: ‘Bueno, pero esto no es verdad’. Porque quizás eso es verdad para él de algún modo u otro.”
Pero si bien discutía con los entrevistadores de la revista, Dylan mantuvo una relación amistosa con Wenner. A lo largo de los años, cuando Dylan pasaba por la ciudad, Wenner muchas veces lo visitaba en su camarín. En noviembre de 1999, Dylan incluso lo nombró desde el escenario, algo que rara vez hace con alguien del público. “Hay mucha gente de Rolling Stone esta noche”, dijo. “Después del recital, van a venir al camarín a entrevistarme, y después yo los voy a entrevistar a ellos.”
En 2007, Wenner se juntó con Dylan en Amsterdam para una entrevista vinculada con el 40 aniversario de Rolling Stone. Se encontró literalmente rogándole a Dylan que se tomara en serio la conversación. “No estás siendo de gran ayuda con esto”, le dijo Wenner. “¿Qué puedo hacer para que te lo tomes en serio?” Dylan se lo dio vuelta. “Me lo estoy tomando en serio”, dijo. “Por supuesto. Vos sos al que hay que homenajear. Cuarenta años... 40 años con una revista que obviamente ahora tiene un reconocimiento intelectual.” Wenner publicó el intercambio textualmente. “A la gente le encantó esa parte”, dice Wenner. “Yo estoy ahí como el lector. Yo estoy trabajando en nombre tuyo, tratando de que estés en esa habitación con esa persona.”
Finalmente entraron en un diálogo acerca de los temas del nuevo disco de Dylan, Modern Times, que expresaban una visión de Estados Unidos oscura, casi terminal. “Realmente no sabemos mucho acerca del Día del Juicio Final que se nos acerca”, dijo Dylan, “porque no tenemos a nadie que venga a decirnos cómo va a ser. Sólo podemos asumir algunas cosas por lo que nos enseñaron... Creo que a medida que nos ponemos más grandes, todos tenemos esa sensación, de alguna forma u otra. Ya vimos mucho como para saber que las cosas son de determinada manera; e incluso si cambian, va a ser de esa determinada manera.”
Para la siguiente entrevista con la revista, en 2009, Wenner convocó al renombrado historiador, Douglas Brinkley, quien viajó a París. Se encontró a sí mismo en el backstage viendo cómo Dylan les daba la mano al presidente francés, Nicolas Sarkozy, y a su mujer, Carla Bruni. “Puedo entender por qué es el líder de Francia”, dijo Dylan. “Es genuino y cálido, extremadamente agradable. Le pregunté a Sarkozy: ‘¿Pensás que se terminó la cosa global?’. Yo sabía que habían tenido una reunión importante del G-20, y que probablemente habían hablado de eso. No pensé que me contestaría, pero le pregunté igual.” Brinkley le preguntó a Dylan por qué se pasó décadas haciendo su llamada Gira Interminable. “Nunca se dijo que Oral Roberts o Bill Graham estaban haciendo una Gira Interminable de Sermones”, dijo Dylan. “¿Alguna vez alguien dijo que Henry Ford era un Fabricante de Autos Interminable?... ¿Y Donald Trump? ¿Alguien dijo que tenía un Plan Interminable para construir edificios?”
Dylan habló por última vez con Rolling Stone en 2012, en la época del lanzamiento del disco Tempest. Cuando Mikal Gilmore se juntó con Dylan en Santa Mónica, lo recibió con una extraña sorpresa. “Tenía una gorra de lana, de la que colgaba una peluca pelirroja estilo Beatles”, recuerda Gilmore. “Nunca le pregunté por eso, pero claramente no era su pelo. Me divirtió, y me descolocó desde el principio.”
Gilmore le preguntó a Dylan por su tendencia a rociar sus canciones recientes con citas no referidas de escritores como Henry Timrod, el poeta de los Estados Confederados. Tocó un nervio sensible de Dylan. “Todos esos hijos de puta se pueden pudrir en el infierno”, dijo, en referencia a la gente que criticaba su proceso creativo. “Estoy trabajando con mi forma artística. Es así de simple. Estoy trabajando con las reglas y las limitaciones que tiene. Hay figuras autoritarias que pueden explicarte esa forma artística mejor que yo. Se llama componer canciones. Consiste en una melodía y un ritmo, y después de eso, cualquier cosa. Te apropiás de todo. Todos lo hacemos.”
Cada escritor que entrevistó a Dylan le sacó cosas diferentes, lo cual era, precisamente, el objetivo de Wenner. “Todo el mundo quiere sacar algo de él que sea pertinente para su punto de vista acerca del tipo”, dice. “Y sus puntos de vista son tan diversos como el propio Bob.”
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