Mientras la redacción trabajaba en Buenos Aires, Charly posaba para la tapa en Miami: “Fue una de las situaciones de mayor adrenalina que viví”, dice el fotógrafo
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Publicado en el Bookazine RS dedicado a Charly García - agosto 2016
“Yo lo que hice fue inventar el concepto de estrella de rock acá en Argentina. Ahora hay muchos que se creen estrellas de rock, pero yo soy una superestrella de rock”, decía Charly García en un reportaje para un canal extranjero a mediados de los 90. No mucho tiempo después, en el invierno de 1997, un grupo de periodistas, fotógrafos y diseñadores gráficos preparaban el lanzamiento de Rolling Stone Argentina en la fría redacción de Ediciones De La Urraca, en la calle Venezuela al 800. Ahí donde había nacido la revista Humor, se estaba gestando la edición local de una institución del periodismo gráfico mundial, y sobrevolaba la pregunta obligada: ¿Quién va a estar en la tapa debut? Charly, como la superestrella de rock que sabía que era, no hubiera dudado. Y del puñado de candidatos posibles, él sería el destino final... después de algunas vueltas.
“La intención era tener una figura de un calibre indiscutido en el rock nacional”, recuerda Víctor Ghitta, que lideraba el equipo editorial, secundado por Gloria Guerrero. “Estábamos entre Charly García y Luis Alberto Spinetta. Y finalmente tomé la decisión: la tapa iba a ser Spinetta.”
Ghitta y el director de Arte Fabián Di Matteo recién habían vuelto de reuniones en la casa matriz de Rolling Stone, en Nueva York. “Les habíamos llevado re orgullosos el número cero y cuando vieron la tapa básicamente nos dijeron: ‘No, no. Hagan todo lo contrario’”, cuenta Di Matteo, que trabajó en la revista por 15 años. Esa primera versión no destinada al público sino a establecer internamente los primeros parámetros de la publicación tenía en portada a Fito Páez en penumbras, sosteniendo un habano y con su rostro alumbrado por una vela. Pero en Estados Unidos, la Rolling Stone de aquellos años era de energía furiosa, sexy y de alto impacto. Fito, al menos en esa portada, no cumplía con la expectativa.
Con Spinetta no se podía repetir el error. Con la decisión tomada, se le acercó la propuesta a su manager histórico, Alberto Ohanian. “Luis aceptó enseguida, y lo entendió como lo que era: un honor”, explica Ghitta. Pero todo se desmoronó cuando se comenzó a considerar la idea de una tapa que incluyera varios artistas, como Los Fabulosos Cadillacs, que en julio de ese año habían editado Los Fabulosos Calavera e iban camino a ganarse el Grammy a Mejor Disco Latino. “Cuando le hablé de esta posibilidad a Ohanian, inmediatamente rechazó la propuesta y bajó a Luis de la tapa, supongo que sin siquiera consultarle.” El desencuentro complicó el vínculo de RS con El Flaco, que no cedió una nota hasta la edición 40, en la que aparece retratado como “El Gordo” Spinetta. Así decantó la inevitable tapa de Charly, la primera de sus siete portadas en la edición local.
“La primera tapa de Rolling Stone de Estados Unidos fue John Lennon. Y la de Argentina, Charly García, como corresponde. ¡Rock and Roll!”
En febrero de 1998 Garcia estaba en Miami grabando El aguante, el disco que supuestamente lo sacaría de ese agujero conceptual en el que se había metido con Say No More y que, en retrospectiva, probó ser una profundización menos decisiva de ese rumbo de collages sonoros y caos lo-fi. El periodista Sergio Marchi, que un año antes había editado la biografía best seller de Charly No digas nada, tenía la misión de la entrevista de tapa: una semana con Charly en pleno proceso creativo, recorriendo su itinerario en South Beach, mientras iba y venía de los estudios Criteria. Pero nadie era tan ingenuo para esperar la absoluta cooperación de Charly en sus días más cáusticos. La editora fotográfica Cristina Fraire entendió que se trataba de una misión de cierto riesgo y asignó al fotógrafo Jorge Revsin para la tarea. “No tenía una directiva, sabíamos que íbamos a conseguir lo que se pudiera”, recuerda Revsin. “Por supuesto que me dieron ideas que después en la práctica no se pudieron hacer: exteriores, ir a la playa, tener una foto de Charly al amanecer. Todos los planes cambiaron cuando llegamos.”
La crónica de Marchi abre con una escena en Thee DollHouse, un club de “entretenimiento adulto” en North Miami. Cuenta que Charly, que estaba trabajando en Criteria a las tres de la mañana, quería vodka para preparar margaritas, su ocasional sustituto del whisky, pero no tenía efectivo. Marchi debía conseguirlo, aun cuando las leyes locales no permitieran el expendio de alcohol fuera de bares después de las 10 de la noche. Fue sólo uno de los caprichos tóxicos de Charly durante sus cinco días con Rolling Stone. Y, como ya ha dicho muchas veces, su capricho es ley. “No tengo el detalle, pero recuerdo que había un par de gastos que no se podían justificar”, recuerda Ghitta conteniendo la sonrisa. En esos días, Charly normalmente trabajaba desde las siete de la tarde a siete de la mañana del día siguiente, aunque esa semana estaba particularmente disperso en sus horarios. Se hospedaba en el lujoso hotel Delano, un palacio art decó en el que no le faltaba nada, salvo alcohol en la trasnoche, cuando terminaba de abusar de su minibar. En las idas y vueltas entre el estudio y su caótica habitación de hotel, Charly se explayó ante el grabador de Marchi sobre su adolescencia, su relación con Fito y Fabiana Cantilo, su opinión de bandas del momento como Oasis, y su decididamente anárquico método de creación. No estaba tan dispuesto a cooperar con la cámara. “Sentí algo de hostilidad de su parte. Era muy complicado. Una noche salimos a hacer fotos y muy pocas sirvieron, cuando propuse hacer algo con la primera luz del sol, me dijo ‘forget it’ y se fue a dormir”, dice Revsin. Charly volvió a dormirse en el día clave. Rolling Stone tenía alquilado un estudio para la sesión de la foto de tapa, y Charly esperó a la hora programada para desplomarse en su cama. Dos días después, cuando finalmente Revsin lo tuvo ante la cámara, hubo un momento de foco. “Le pedí que tuviéramos una charla y le dije que necesitábamos hacer un buen laburo. Él sabía que era importante y ahí bajó la guardia.” Charly se prestó al juego de las fotos y hasta lo disfrutó. Usó los props, prendió su cámara mini DV JVC, dibujó con su rouge en el espejo, se probó ropa que las vestuaristas habían buscado para él y se puso un saco pintado a mano obsequio de Mercedes Sosa. “Fue una de las situaciones de mayor adrenalina que me tocaron vivir como fotógrafo. Cuando miró a la cámara, sentí que le miraba el alma”, recuerda Revsin. “A las dos horas y media dijo ‘listo’ y terminamos. Yo ya sabía que tenía la tapa.”
De vuelta en Buenos aires, el cierre de la primera edición requirió trabajo de trasnoche y hasta último momento. La revista salió a la calle con la foto de Charly enfundado en una bata color bermellón, con la mirada desafiante y las piernas cruzadas. En la contratapa estaba Mick Jagger, justo a tiempo para los cinco shows de los Rolling Stones en River, en su segunda visita. Unos días antes de la llegada al kiosco, la revista tuvo su evento de presentación en San Telmo, el 23 de marzo. Se especulaba con una posible visita de Jagger, que ese mismo día había llegado al país. Finalmente no estuvo, pero hoy sabemos que la revista llegó a manos Stones. “Con esa tapa, mi foto estuvo en todo Buenos Aires y del otro lado estaba Jagger ¡Nos reíamos mucho con Keith Richards!”, contó Charly en una nota sobre la edición 100 de RS, recordando su encuentro con la banda en esos días. Y ahí nos dejó saber que había apreciado ser el número uno, tanto como nosotros. “La primera tapa de Rolling Stone de Estados Unidos fue John Lennon. Y la de Argentina, Charly García, como corresponde. ¡Rock and Roll!”