MENLO PARK, California.- John Tenanes, vicepresidente de bienes raíces de Facebook, se jacta de los planes de expansión de la empresa, que tendrá oficinas para miles de programadores y podrá extender el ya imponente dominio de Facebook. Pero eso no es lo que entusiasma a Tenanes.
Se inclina sobre la maqueta a escala del sitio de casi 25 hectáreas llamado Willow Village. "Aquí habrá viviendas", señala. "Allí habrá una calle comercial, con un almacén y una farmacia. ¿Ese edificio de la esquina? Quizás un centro cultural."
En pocos años, Facebook logró construir una comunidad virtual que conectó a más de dos mil millones de personas, un logro casi sin precedentes. Ahora la red social está construyendo una comunidad real, una de esas en las que se puede dar una vuelta caminando. Es un proyecto con muchos antecedentes en la historia estadounidense, pero pocos son los relatos de advertencia sobre lo que sucede cuando una empresa poderosa toma el control de la vida cívica.
Tenanes dice que Facebook tiene una doble misión: "Queremos poner nuestro crecimiento al servicio de las necesidades de la comunidad".
Willow Village estará situado entre el barrio de Belle Haven, en Menlo Park, y la ciudad de Palo Alto Este, comunidades fuertemente hispanas que están entre las más pobres de la Silicon Valley. Facebook planea construir 1.500 departamentos, y acordó con Menlo Park ofrecer 225 de ellos a precios inferiores a los del mercado. Probablemente, los residentes de las unidades a precio sin descuento sean empleados de Facebook, que ya reciben una prima de cinco cifras si viven cerca de las oficinas.
La comunidad tendrá poco más de tres hectáreas abiertas al público de parques, plazas y caminos para ciclistas y peatones. Facebook quiere revitalizar el ferrocarril que funciona junto a la propiedad, y el año que viene terminará un puente peatonal sobre la autopista. El puente brindará acceso a la senda que rodea la Bahía de San Francisco, una bendición para ornitólogos y ciclistas.
Tenanes se detiene para evaluar la audacia de construir una ciudad: "¿Es algo bueno, no es cierto?", dice.
Depende de cómo se haga. Facebook está probando la propuesta: ¿Aman tanto las personas a las empresas tecnológicas que serían capaces de vivir dentro de ellas? El último verano estadounidense, cuando el proyecto fue anunciado, los críticos lo apodaron Facebookville o, en homenaje al cofundador de la empresa Mark Zuckerberg, Zucktown.
La empresa no se entusiasmó con esos nombres. Tennessee Ernie Ford cantaba "mi alma pertenece a la tienda de la empresa". En medio de una crisis en aumento por su poder de influencia en las opiniones de los votantes y su postura relajada respecto a la privacidad de los datos de sus usuarios, esa imagen opresiva es precisamente lo que Facebook necesita evitar.
El coloso de las redes sociales no es la única empresa entre los gigantes de internet que se encuentra en la delicada posición de disfrazar su expansión como un regalo para sus vecinos.
Bajando unos pocos kilómetros por la autopista 101, ya se puso en marcha otro acuerdo público-privado en la ciudad de Mountain View. Google promete poner al público "en el corazón mismo de la vibrante comunidad de Google".
El motor de búsqueda planea un edificio de oficinas de 55.000 metros cuadrados con un techo que se eleva en suaves picos, una especie de merengue. Tendrá negocios, cafés, jardines y hasta un espacio para representaciones teatrales, así como un lugar para que los consumidores prueben las nuevas tecnologías de Google para automóviles.
Google construirá 5.000 residencias en su propiedad gracias a un acuerdo sellado con Mountain View en diciembre. Se llama Alphabet City, en un guiño a Alphabet, la casa matriz de Google. La empresa dijo que todavía estaba analizando su futuro como propietaria, y se negó a emitir más comentarios.
Zucktown y Alphabet City, así como otros proyectos similares que se están analizando en Silicon Valley, podrían tener como mínimo consecuencias para la cultura de las start-ups que transformaron los vergeles en los núcleos tecnológicos más importantes del mundo. La Silicon Valley fue construida por ingenieros que pasaban de empresa en empresa. Eso aportó la innovación que aceleró el ascenso de algunas firmas y precipitó la caída de otras.
Como los trabajadores comenzarán a vivir literalmente en la oficina, estarán inevita-blemente más comprometidos con sus jefes, que también recaudarán el alquiler. Des-pués de todo, en Silicon Valley es mucho más difícil encontrar un lugar para vivir que un trabajo. El recambio de empleados podría volverse una cosa del pasado, y lo mismo podría pasarle al recambio de ideas.
El ingreso al mundo físico también tiene consecuencias para los 1,2 millones de personas de Silicon Valley que son maestros, profesores de gimnasia, empleados, mozos: todas las profesiones que no implican participación accionaria. Cuando caminen por las calles congestionadas y gasten el dinero que no tienen en casas miserables, escucharán el llamado de la sirena de los gigantes de internet: podemos arreglar las comunidades fragmentadas construyendo otras nuevas. Confíen en nosotros.
"Las empresas están pagando por cosas que la ciudad, el condado y el estado solían pagar", dice Cecilia Taylor, de Belle Haven Action, un grupo de defensa de la comunidad. "Tienen mucho dinero, muchísimo. Más de lo que tiene la ciudad. Y mucho más poder."
En una pared de la división encargada del crecimiento de Facebook hay un póster con una clásica advertencia de las empresas tecnológicas: "Dejá todo o andate a tu casa". Cerca de 12.000 de sus 25.000 empleados trabajan en Menlo Park. En una década, tendrá espacio para 35.000, apenas un poco más que la actual población de la ciudad.
La noción de comunidades administradas por y para las empresas existe en Estados Unidos casi desde sus comienzos. Con frecuencia, esos lugares eran ejercicios de sobrexplotación.
Según un reformista de la época, en 1846, en el pueblo textil de Lowell, Massachusetts, el reloj de la fábrica se lentificaba para prolongar los turnos de trabajo, y a la noche, cuando las fábricas estaban cerradas, se aceleraba. La empresa US Steel construyó la ciudad de Gary, Indiana, pero casi no se ocupaba de sus empleados, muchos de los cuales residían en viviendas de calidad inferior a la media, en barrios más vulnerables.
Pero también ha habido ejemplos más benignos. Milton Hershey comenzó construyendo una fábrica de chocolates en el medio de Pennsylvania en 1903 y luego la rodeó con una comunidad donde, prometía, no habría "pobreza, ni molestias, ni maldad". Los trabajadores de la ciudad de Hershey cedieron algunos derechos –como elecciones locales y privacidad– a cambio de cobertura médica, una escuela gratuita para niños, parques y un zoológico.
En Wisconsin, la familia Kohler fundó en 1900 una fábrica de sanitarios y luego creó una ciudad a su alrededor. Kohler construyó casas para parejas y dormitorios para hombres solteros, financió escuelas, propuso un plan de pensiones y pagaba bien. Sin embargo, cuando las condiciones económicas se deterioraron durante la Gran Depresión, los empleados intentaron hacer huelgas. Kohler respondió entregando armas de fuego a sus representantes. En el enfrentamiento subsiguiente, más de 40 huelguistas recibieron disparos, y murieron otros dos.
En la década de 1960, la época de las ciudades fabriles estaba desapareciendo en Estados Unidos, aunque países como China se apropiaron de la noción. Zhengzhóu es una remota ciudad china que supo ser pobre. Ahora tiene 350.000 trabajadores que construyen iPhones.
Hardly Green, autor de The Company Town: The Industrial Edens and Satanic Mills That Shaped the American Economy ("La ciudad fabril: los edenes industriales y las fábricas satánicas que configuraron la economía estadounidense"), dice que las compañías tecnológicas recuperan elementos de la ciudad fabril estadounidense.
Las comidas gratuitas, las cápsulas para dormir la siesta, los servicios de conserjería, las clases de yoga, las lavanderías y las peluquerías in situ son un beneficio adicional pero también una forma moderna de lentificar el reloj de la fábrica para que los empleados pasen más tiempo trabajando. Pero en sociedades en las que los gobiernos son cada vez más ineficaces, es probable sin embargo que las ciudades fabriles sean recibidas con los brazos abiertos, o al menos, toleradas.
"Quizás sea la mejor opción para muchos, del mismo modo que una dictadura bondadosa puede ser buena el tiempo que dure su benevolencia", dice Green.
Sin Wi-Fi gratis
Hace apenas siete años, la Silicon Valley tenía una actitud muy diferente sobre la construcción de viviendas para los trabajadores, y mucho menos para la comunidad. En la que resultó ser su última aparición pública, un Steve Jobs escuálido argumentó a favor de una nueva sede para Apple ante el Consejo de la Ciudad de Cupertino.
Jobs les describió a los miembros del consejo lo magnífico que sería la nueva sede con forma de rosquilla. Tendría muchos árboles, un teatro, ventanas curvas. Los estudiantes de arquitectura vendrían de todas partes para estudiarlo.
Kris Wang, miembro del Consejo de la Ciudad, planteó una pregunta: ¿Cómo podrían beneficiarse los 60.000 residentes de Cupertino con ese nuevo campus?
"Nos gustaría seguir estando acá y pagar impuestos", dijo Jobs. "Si no podemos, tendremos que irnos a otro lugar, como Mountain View."
Wang, exalcalde de Cupertino, insistió. "¿Tendremos Wi-Fi gratis o algo parecido?"
"Soy un ingenuo", respondió Jobs. "Siempre creí que pagamos impuestos y que la ciudad debería hacer esas cosas. Para eso pagamos impuestos. Si podemos evitar pagar impuestos, estaría encantado de poner una red de Wi-Fi."
Desde esa reunión de 2011, el número de horas que pierden todos los días los empleados de la Silicon Valley debido a congestiones en el transporte se duplicó a 66.000. Se crearon alrededor de 300.000 nuevos puestos de trabajo, lo que aumentó un 37 % en promedio el alquiler de departamentos, y el costo medio de una casa llegó a 968.000 dólares.
Entretanto, las grandes empresas –no sólo Apple sino también Amazon, que cada vez tiene una presencia más importante en la Silicon Valley, así como también Facebook y Google– son mucho más ricas.
Apple construyó oficinas para 14.000 empleados, de quienes señaló que no era responsabilidad suya cómo irían a trabajar y dónde vivirían. Desde el punto de vista de las relaciones públicas, eso ya no es más aceptable, y de ningún modo sería inteligente para las empresas. Si la Silicon Valley sigue cargando su tráfico, las empresas caerán en la cuenta de que contratar empleados no sólo será difícil, sino lisa y llanamente imposible. Hasta para un programador de tecnología, una casa a 2 millones de dólares resulta un obstáculo mayor.
Así que las empresas virtuales se están viendo forzadas a lidiar con los problemas materiales más intrincados.
"No creo que Google, por ejemplo, haya pensado que tuviera que meterse en las cuestiones de transporte", dice Allison Arieff, director editorial de San Francisco Bay Area Planning and Urban Research Association, una organización de investigación. "Pero ahora hay un grupo enorme dentro de la empresa encargado de los desplazamientos de los empleados. La vivienda parece el próximo paso. Nadie mueve un pelo si las universidades construyen alojamiento para estudiantes, graduados y profesores titulares."
"El dinero en todos los problemas"
Hace 25 años, cuando las empresas tecnológicas tenían un rol mucho menor en la Silicon Valley, hasta la clase trabajadora podía vivir allí. También los estudiantes de la Universidad de Stanford. El tráfico fluía con naturalidad.
Por más tentador que parezca ese pasado, los esfuerzos por frenar el crecimiento tuvieron un alcance limitado.
La Medida M, una disposición de 2014 para restringir el desarrollo en el centro de Menlo Park, fue derrotada implacablemente por los votantes. Patti Fry, expresidente de la Comisión de Planeamiento de Menlo Park y diseñadora de la medida, dice que está preocupada por el aumento del tamaño y del poder de Facebook.
"Están haciendo más que la mayoría de las empresas, pero la mayoría de lo que hacen les sirve", dice. "No pretendo que una empresa tenga como prioridad proveer los servicios comunitarios que necesita una comunidad real. Están en los negocios para hacer negocios."
Drew Combs es un experiodista que se volvió miembro de la Comisión de Planeamiento de Menlo Park y se presentó como candidato para el Consejo de la Ciudad en 2014. Estaba vagamente asociado con la Medida M y cuando fracasó, también se desmoronó su campaña. Ahora es presidente de la comisión de planeamiento, que estudia las licencias de uso necesarias para los grandes proyectos.
"No creo que sea una batalla de buenos contra malos", dice Combs. "Es una negociación entre participantes diferentes."
Desde entonces, Combs consiguió otro trabajo. Ahora trabaja en Facebook. Se recusa de la comisión cuando aparecen asuntos relacionados con Facebook, y también se recusa cuando se le pregunta si Facebook se está transformando en una ciudad fabril.
"Aquí se debaten los asuntos locales apasionada y minuciosamente. Eso no ha menguado durante los últimos seis años en los que he estado participando en ellos y no creo que sea el caso en el futuro", dice.
La jugada de Facebook a favor de la apertura y el compromiso con la comunidad es reciente. Su campus actual, que se mudó en 2011, es un anillo de edificios con una "calle" en el medio que tiene restaurantes, negocios efímeros, intercambio de libros y otros servicios, pero sólo pueden pasar por allí los empleados.
En la vereda de enfrente, la empresa abrió en 2015 una oficina diseñada por Frank Gehry. Es básicamente un salón enorme, la planta libre más grande del mundo, dicen desde Facebook. Sobre el techo hay un jardín, un sendero para caminar y muchos árboles. Los vecinos no pueden ver nada de eso.
En Zucktown, esa noción de separar firmemente a quienes están adentro y quienes están afuera se volverá borrosa deliberadamente.
"Los negocios no estarán administrados por Facebook. Pero tenemos el mecanismo, somos los dueños de la propiedad", dice Tenanes, y agrega que no sabe exactamente cómo funcionará en la práctica. "Es un poco nuevo."
Menlo Science & Technology Park, un parque de oficinas en decadencia que será demolido para construir Willow Village, no es precisamente una parte muy preciada de la ciudad, y tampoco lo son los otros lugares en los que fue construido Facebook. Era una zona industrial. Eso permitió que la empresa se protegiera de las críticas, que sin embargo hierven bajo la superficie de Belle Haven.
Hace dos años, la Fundación Peery, que otorga subvenciones cerca de Palo Alto, hizo un cortometraje para documentar cómo estaba cambiando la zona alrededor de la sede de Facebook. Entrevistaron a decenas de residentes locales, incluida una mujer que habló de propietarios que alquilaban sus propiedades a familias con ingresos modestos y que habían decidido vender sus propiedades. "Al final no va a quedar nadie salvo Facebook", dijo la mujer.
En un comentario al final del corto, Facebook admite: "Todavía tenemos mucho por hacer". La empresa ha incrementado sus esfuerzos en la comunidad, junto con donaciones de muchas organizaciones locales a través de la Iniciativa Chan Zuckerberg, una empresa filantrópica de responsabilidad limitada creada por Zuckerberg y su esposa Priscilla Chan. Al mismo tiempo, la empresa siguió expandiéndose.
Cecilia Taylor creció en Belle Haven, se fue y volvió para postularse como candidata para el Consejo de la Ciudad de Menlo Park en 2016, perdió por muy pocos votos y el año pasado creó Belle Haven Action. Se trata de una organización con un presupuesto ajustado: ella y sus dos colegas no tienen oficinas y hacen las reuniones en un centro comunitario local.
"Facebook es muy inteligente", dice Taylor. "Tienen dinero para cada problema. Inmigración. Vivienda. Transporte. Educación." La Iniciativa Chan Zuckerberg, por ejemplo, otorgó 3 millones de dólares a un grupo de servicios legales de Palo Alto Este que ayuda a los residentes de bajos ingresos en cuestiones de inmigración y vivienda. También donó más de 7 millones de dólares para crear una escuela primaria.
Y también ayuda a financiar Belle Haven Action. En enero, la organización obtuvo una subvención de 75.000 dólares de parte de Iniciativa Chan Zuckerberg.
Taylor admitió que es delicado que un grupo de defensa esté financiado por la empresa con la que se enfrenta, pero dijo: "Cuando no hay recursos, el trabajo se vuelve mucho más difícil. La cuestión es ser perturbadores y al mismo también negociadores."
Un logro reciente de Belle Haven Action: un cartel de "prohibido girar a la derecha" en un cargado estacionamiento de Facebook, para evitar que los empleados se dirijan directamente hacia el centro de la comunidad y así evitar congestiones. Luego, al igual que la empresa, instalará cámaras en las calles para monitorear el tráfico y la seguridad de los peatones.
"Necesitamos hacer algo porque no se ha hecho nada durante mucho tiempo", dice Taylor. "Ahora aparece Facebook y están dispuestos a darnos unas monedas y algo para la comunidad. Los trenes van a funcionar. Tendremos mejores escuelas, un almacén, aunque vamos a presionar para que sea una cooperativa."
Modelo para otras ciudades
Jobs no le prometió nada a Cupertino, y eso es casi todo lo que recibió Cupertino. Apple aportó 6 millones para un fondo de vivienda abordable y paga algunas tasas que van a la ciudad, pero el flamante campus está definitivamente cerrado al público.
Según Apple, sus críticos no quieren entender.
"No hicimos Apple Park para otras personas", dijo Jonathan Ive, director de diseño de Apple, en una conversación reciente en Washington. "No fue hecho para ustedes."
Wang, la exmiembro del consejo de Cupertino, no tiene remordimientos por no haber presionado más a Jobs. "Estoy orgullosa de Apple", dice. "Hicieron un buen trabajo. El campus es impresionante."
Su único deseo –y es pequeño– es que un día Apple la invite a recorrer el lugar.
Si bien Apple es inaccesible, Facebook y su dinero se están volviendo ineludibles. Además de las subvenciones de la Iniciativa Chan Zuckerberg para las organizaciones locales, la red social se está involucrando cada vez más en las políticas locales.
En 2014, Facebook pagó 200.000 dólares para crear una nueva subestación de policía en Menlo Park adyacente a su campus. Paga el alquiler anual. También financió los 173.146 dólares del sueldo anual y los beneficios de un oficial. El año pasado, la empresa le ofreció a la ciudad 11 millones de dólares para pagar por una unidad de seis oficiales. El plan causó cierta inquietud.
"En lugar de servir al público, los funcionarios públicos servirán a una empresa privada", dijo en la reunión del Consejo de la Ciudad el activista local J.T. Faraji.
"Nuestra meta es fortalecer a la comunidad", dijo Juan Salazar, gerente de políticas públicas de Facebook. "Queremos una relación más permeable, donde participemos más. Los parques y el almacén son lugares para congregar a la gente, para construir un sentido de pertenencia."
David Kirkpatrick, cuyo libro The Facebook Effect ("El efecto Facebook") relata la historia de los primeros años de la empresa, es ambivalente respecto a su expansión. Aunque escribe que "Facebook es una empresa que al menos intenta tener una conciencia", también se preocupa por el vínculo extremadamente estrecho impuesto entre la empresa y sus empleados.
"Facebook tiene la actitud de que el buen empleado vivirá, comerá y dormirá Facebook", dice. "Eso crea un aislamiento, que ya es el gran problema de la Silicon Valley".
Si bien la Silicon Valley es el laboratorio de la relación cada vez más íntima entre las grandes empresas de tecnología, sus empleados y sus vecinos (quienes con frecuencia son sus usuarios), también se están plantando semillas en otros lugares.
En Toronto, una filial de Google obtuvo la aprobación hace unos meses para reurbanizar un terreno de casi cinco hectáreas de la zona costera. Chicago estaba tan dispuesto a recibir la nueva sede de Amazon que le propuso devolverle la mitad de todos los impuestos a las ganancias que pagaban sus empleados, un dinero que enriquecería a la empresa, una de las más cotizadas del mundo, a expensas de la comunidad. Chicago ahora es finalista. También lo es Newark, donde el estado está ofreciendo hasta 7.000 millones de dólares en créditos impositivos.
Mientras Facebook trabaja para hacer realidad Willow Village, sus ambiciones no pueden más que crecer.
Los 1500 departamentos "son un punto de partida", dice Tenanes. "Espero que podamos hacer más. Estamos solucionando un problema".
Traducción de Jaime Arrambide