Zahir Shah, el último rey de Afganistán: soñó con modernizar su país y vivió para verlo destruido
El monarca estuvo al frente del país por 40 años y fue reconocido como “Padre de la Patria”; promovió la igualdad de derechos entre hombres y mujeres hasta su caída en 1973
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Mohamed Zahir Shah fue el último rey que tuvo Afganistán. Su reinado se extendió entre los años 1933 y 1973 y esas cuatro décadas de mandato se recuerdan como las más estables y pacíficas de la historia de ese conflictivo país.
Además, ahora que los talibanes tomaron el poder y todo parece indicar que su radical interpretación de la ley islámica impedirá la existencia de un gobierno similar a una democracia occidental, la figura de Zahir Shah, fallecido en 2002, crece como la contracara de esos militantes fanáticos que el domingo se hicieron con el control de Kabul.
Es que este monarca, tal como informa LA NACION, fue el que modernizó a su país durante su reinado y lo convirtió, con la Constitución de 1964, en una democracia plena. Todo lo que hoy corre el riesgo de desaparecer en esa patria dividida en numerosas etnias y tribus fue promovido o instaurado de algún modo por el rey Zahir Shah, que además luchó por la unificación de su país hasta el último día de su vida.
El último rey afgano, integrante del pueblo pastún, de la tribu de los Durani, nació en 1914. Recibió su instrucción secundaria en Francia y, a los 19 años, heredó de manera inesperada el trono de su padre, Nadir Shah, que fue asesinado delante de sus ojos por un adolescente durante una entrega de diplomas en los jardines del palacio.
Los primeros años, el joven monarca no se interesó en los asuntos del país y dejó el mandato en manos de su tío, el primer ministro Shah Mahmood Khan. Pero para 1953, Zahir Shah tomó personalmente las riendas del poder afgano.
Reinado y modernización
Inspirado por los docentes británicos que lo formaron de niño y por los franceses que lo educaron en su adolescencia y juventud, el último rey de Afganistán impuso en su país una impronta modernizadora que llegaría para quedarse por varios años.
Con la asistencia de asesores extranjeros, Zahir Shah comenzó con las reformas. En 1959 eliminó la obligatoriedad del uso del velo en las mujeres. En este sentido, su propia esposa, Homaira, fue de las primeras mujeres que apareció en público con la cara descubierta. Y en 1964, impulsó una nueva constitución que establecía los parámetros de una democracia moderna: elecciones libres con voto femenino, parlamento activo, división de poderes, libertad de prensa, exclusión de familiares del rey del poder e igualdad de derechos para mujeres y hombres en el terreno del trabajo y la educación.
Zahir Shah fundó, además, la Universidad de Kabul e intentó modernizar la infraestructura del país, que era, en muchos casos, cuasi medieval. Para ello, recibió inversiones tanto de los Estados Unidos como de la Unión Soviética que, en plena Guerra Fría, competían por ayudar a Afganistán para atribuirse sus logros.
“No soy capitalista y tampoco quiero el socialismo. No quiero ser un sirviente de Rusia, de China ni de ningún otro país”, dijo el monarca durante una entrevista a finales de los años 60, dejando en claro que, aún recibiendo capitales, no tenía preferencias por ninguno de los dos “bandos” en un contexto mundial de polarización.
A la par de los avances en materia de derechos, construyó centrales hidroeléctricas, aeropuertos y rutas, y posicionó al país como un lugar atractivo para jóvenes turistas de occidente que viajaban a conocer sus montañas, lagos azules e históricos parajes.
La caída de Zahir Shah
Sin embargo, a pesar de su crecimiento, el país estaba, en el fondo, dividido. La transformación de las ciudades no había llegado al Afganistán más profundo y las disputas tribales fueron haciéndose más importantes. Algunos pueblos, incluso, buscaban su autonomía y llegaron a enfrentarse con el ejército afgano.
A eso se le suma que, a comienzos de los 70, las cosechas catastróficas provocaron que el hambre asolara a la nación, lo que hizo que el monarca perdiera parte del apoyo popular con el que contaba.
El 17 de julio de 1973, mientras se encontraba en Italia por un tratamiento médico, fue derrocado por su primo, el general Mohammad Daud, que abolió la monarquía y proclamó la República. Zahir Shah quedó exiliado en Roma, donde fijó su residencia. Abdicó formalmente el 24 de agosto de 1973.
A partir de su caída, el país se sumió en los enfrentamientos violentos entre facciones que le pusieron fin a la campaña de modernización.
Incluso en todos los años de caos interno en Afganistán, una gran parte de los ciudadanos todavía veía a Zahir Shah como la única figura con la aprobación tal como para ser capaz de darle un punto final a las guerras civiles. Las principales figuras exiliadas de la nación tomaban su residencia en Italia como punto de referencia.
El retorno del “Padre de la Patria”
En el año 2001, Estados Unidos derribó el régimen talibán que gobernaba el país desde 1996. Un año más tarde, luego de 29 años de exilio, el exmonarca regresó a su tierra. Tenía 87 años. Fue recibido como el referente de la unión nacional.
En ese momento, la ONU intentó establecer en el país una monarquía constitucional, con Zahir Shah como rey simbólico, pero Estados Unidos decidió imponer un sistema presidencialista. De acuerdo con lo que informó el diario español El País, muchos líderes tribales y notables pastunes le pedían que tomara las riendas, pero el exmonarca solo aceptó el título honorífico de “Padre de la Patria”. Su salud estaba muy debilitada y había enviudado recientemente.
Cinco años más tarde, el 23 de julio de 2007, a la edad de 92 años, Zahir Shah falleció en Kabul. Actualmente, está enterrado en un mausoleo de su familia, en una colina desde la que se divisa la capital afgana.
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