Yahya Sinwar, el líder de Hamas en Gaza que se convirtió en el principal blanco de Israel
La eliminación del fundador del ala militar del grupo es el objetivo principal de la ofensiva israelí en Khan Yunis; “Atraparlo es solo cuestión de tiempo”, sostuvo Netanyahu
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PARÍS.- Yahya Sinwar, el líder del Hamas en la franja de Gaza y presunto cerebro de los ataques del 7 de octubre, es el enemigo público N°1 de Israel. A la vez pragmático y radical, Sinwar consiguió engañar al Estado hebreo que hoy intenta utilizar la indignación que provocaron las terribles consecuencias de su operación en la población gazatí para eliminarlo.
Los israelíes pronuncian su nombre con una extraña familiaridad, como el nombre de un enemigo a quien se conoce demasiado bien. Acusado de ser el gran responsable, Yahya Sinwar, el jefe del Hamas en la franja de Gaza, es desde el 7 de octubre el principal blanco de Israel. Tanto, que el vocero del ejército israelí, el teniente coronel Ricard Hecht, habla de él como de “un muerto en suspenso”.
Los sobrenombres que colecciona ese individuo despiadado, de 61 años, cuerpo delgado y barba a ras, son indicadores del odio que suscita: “El pequeño Hitler en su búnker” según el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu; la “cara del demonio”, e, incluso, el “carnicero de Khan Yunis”.
Sinwar creció en un campo de refugiados de esa gran ciudad del sur de la franja de Gaza. Los militares israelíes piensan que apenas comenzó la guerra dejó el norte del enclave para regresar a ese lugar.
“Para atraparlo, es solo una cuestión de tiempo”, asegura Netanyahu.
Según los medios israelíes, en los últimos días, las tropas israelíes consiguieron penetrar dos veces en los túneles donde piensan que el jefe militar de Hamas estaba escondido. Evocando fuentes anónimas, el Canal 13 informó que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) concentraron sus actividades en torno de Khan Yunis con un objetivo principal: asesinar a Sinwar.
“Carnicero” en las sombras
En todo caso, más de dos meses después que comenzaron las operaciones terrestres y los bombardeos masivos contra Gaza, Sinwar sigue libre. Conocido por cambiar de lugar una o dos veces por día, el “pequeño Hitler” de Hamas, que construyó en gran parte de carrera en las prisiones israelíes donde pasó 23 años, siempre fue un hombre de las sombras.
Después de incorporarse a un Hamas apenas creado, fundó en 1986 el ala militar, las Brigadas Al-Qassam, con el aval del jeque Ahmed Yasín, líder espiritual del movimiento islamista. Después creó una unidad de espionaje encargada de castigar a los colaboracionistas. Por esos asesinatos fue condenado a perpetuidad por la justicia israelí.
Fue entonces que ganó su reputación de “carnicero”. En noviembre, el periódico Israel Hayom publicó extractos de un interrogatorio al que fue sometido por Israel en 1989. Sinwar relató el asesinato de un habitante de Gaza acusado de traición.
“Lo llevamos al cementerio de Khan Yunis sin decirle lo que íbamos a hacer. Le vendé los ojos para que no viera, lo puse en una gran tumba y lo asfixié con un pañuelo. Después de estrangularlo, lo envolví en una tela blanca y tapé la tumba. Me di cuenta de que había comprendido que merecía morir”, consta en ese documento de diez páginas.
Quienes lo conocen aseguran que Sinwar es un extremista, un fanático.
“Se identifica con la línea más dura, coherente con su historia. Es un fundamentalista que estima que la victoria final se logra a largo plazo y que, para eso, hay que crear una ‘sociedad de resistencia’ fundada en el respeto de las leyes fundamentales del islam. Y si es necesario sacrificar a miles de palestinos, no es su problema”, analiza David Khalfa, codirector del Observatorio de África del Norte y Medio Oriente en la Fundación Jean-Jaurès.
Su gran victoria militante es haber recuperado la libertad en 2011 junto con otros 1026 prisioneros palestinos a cambio del soldado franco-israelí Gilad Shalit, capturado cinco años antes por el Hamas en la franja de Gaza.
“Durante sus largos años de detención, Sinwar aprendió el hebreo, restructuró el brazo armado del movimiento y se fabricó una reputación de líder de los prisioneros del Hamas detenidos por Israel en cárceles que terminaron siendo consideradas como uno de los cuatro centros de poder del Hamas, con Gaza, Cisjordania y los líderes en exilio”, analiza la investigadora Leila Seurat, especialista del Hamas en un artículo publicado por Foreign Affairs.
Su poder aumentó entonces considerablemente, confirmando además la autonomía creciente del ala militar del movimiento.
“Es un Calígula en un campo de ruinas porque encarna una voluntad de volver a los fundamentos: la lucha armada como corazón ideológico del movimiento”, afirma Khalfa.
Con ese objetivo desarrolla con obsesión las Brigadas Al-Qassam que, según los especialistas, pasaron de menos de 10.000 combatientes en la primera década del siglo a unos 30.000 o más en la actualidad.
Engaño
Cuando fue elegido jefe del Hamas en 2017, Sinwar consiguió silenciar las voces disidentes y afirmó el liderazgo gazatí en detrimento de la rama política exterior -a la cual desprecia- exiliada en Doha. Instaurando la “marcha del retorno”, unas manifestaciones organizadas en la frontera con Israel en 2018-2019, obtuvo concesiones del Estado hebreo, como el aumento de la ayuda financiera y humanitaria qatarí, un gesto político dirigido a ganarse la simpatía de la población.
Retrospectivamente, esos acuerdos se inscribían en una lógica del engaño.
“Sinwar adormeció a todo el mundo con una cortina de humo, pues la ‘Marcha del retorno’ también permitió a los militantes del Hamas poner a prueba las capacidades de defensa de Israel y habituar al ejército a que los palestinos estuvieran presentes masivamente en sus fronteras”, analiza Gilles Kepel.
Esa argucia también le permitió llenar las arcas de Hamas, desviando gran parte del dinero enviado por Qatar en valijas diplomáticas para ayudar a los gazatíes.
Pero las ambiciones de Sinwar superan la franja de Gaza. En mayo de 2021, la operación israelí “Espada de Jerusalén” le permitió colocarse como defensor de la Ciudad Santa y de la mezquita Al-Aqsa y presentar la lucha armada, ya no como islámica, sino como palestina, a expensas del Fatah y sobre todo de su presidente, Mahmoud Abbas. De hecho, Hamas y su líder gazatí lograron triplicar su popularidad en Cisjordania después del 7 de octubre. Según una encuesta del Palestinian Center for Policy and Survey Research publicado el 13 de diciembre: 85% de apoyo en Cisjordania, mientras que en Gaza el respaldo se mantuvo sin cambios, con 52% de opiniones positivas.
Pero esas ambiciones desmedidas provocaron sufrimientos atroces en la población de Gaza que, acosada por el ejército israelí y obligada al destierro interior, no solo perdió todo, sino que se encuentra al borde de la hambruna, sometida al frío y la falta de atención médica, sin olvidar unos 20.000 palestinos que perdieron la vida desde la primera semana de octubre, según el ministerio de Salud Pública de Hamas y algunas fuentes independientes.
“A pesar de lo que parecen afirmar los sondeos, hay miles de gazatíes que detestan a Yahya Sinwar por lo que ha hecho”, afirma Kepel.
Decididos a capturarlo, los israelíes esperan aprovechar ese odio que suscita en una población sacrificada en el altar de su ambición.
“No mueran por Sinwar. Ríndanse ahora”, arengaba Netanyahu a los militantes de Hamas el 10 de diciembre. Estos últimos días, aparecieron carteles en los muros aún en pie del enclave. Muestran una mano que estrangula una serpiente y un texto en árabe firmado por un grupo israelí. “Recompensa financiera por la cabeza de la serpiente (…) Mensaje importante a los habitantes de Gaza: ¿quién le abrió las puertas del infierno? Quien libre a Israel el carnicero Yahya Sinwar recibirá la recompensa de 100.000 shekels (unos 28.000 dólares), y su familia será transferida a un lugar seguro”.
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