"Y ahora, ¿dónde están las Tortugas Ninja?"
KIJEJO, Yugoslavia (The New York Times).- Incluso después de que se escuchara el aullido de las sirenas, Sara, de casi 5 años, rehusó refugiarse en el sótano hasta que no hubiera terminado el programa de las Tortugas Ninja.
Luego, el firmamento nocturno se tornó anaranjado sobre este suburbio del sur de Belgrado, y en una colina a un kilómetro y medio de allí, donde se alza una antena de radar, un misil o bomba de la OTAN hizo explosión. El padre de Sara, Mile, corrió -un tanto estúpidamente, admite- a asomarse por un balcón.
"Hubo una enorme nube de polvo y una gran presión en el aire -dijo-. Yo le dije a Sara: "Y ahora, ¿dónde están tus Tortugas Ninja para ayudarnos?", y luego corrimos al refugio."
Mile, su esposa Biljana, Sara y su hermano Nemanja, de 6 años, durmieron en una diminuta zona de almacenamiento en su sótano. Hubo más explosiones en el Sur y cerca de Zarkovo, donde hay fábricas de aviones y complejos técnicos. Sara se asustó mucho, contó su madre.
"Se arrinconó en el lugar más seguro y dijo: "No quiero morir, mamá". La calmamos diciéndole que sólo eran explosiones en la zona de la cantera cercana, y ella dijo: "Yo tenía miedo de que fueran los americanos"."
La mañana del jueves, un día cálido y soleado, Biljana cumplió 32 años. "Los norteamericanos arreglaron estos fuegos artificiales para ti", bromeó su esposo.
Su rostro se contrajo en una expresión de angustia, pero reprimió el llanto y logró sonreír débilmente. "Entonces yo soy la que tengo la culpa, ¿no?", dijo.
¿Quién es culpable, realmente?, se le preguntó. ¿El presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic? ¿Los albanos étnicos? ¿Los norteamericanos? "Hay suficiente culpa para dar y repartir", respondió. "Nadie puede quedar excluido."
La cólera de Serbia hacia Occidente, y particularmente hacia los Estados Unidos, es tanto alimentada por los medios de comunicación como auténtica. Los serbios comunes, como Mile, de 37 años, quien trabaja en una planta de ingeniería eléctrica, se muestran estupefactos ante las bombas que caen, y escandalizados por la forma en que el mundo los está tratando, "como salvajes, sólo porque deseamos conservar nuestro país".
"No tratamos de quitarle territorio a otro país", expresó Mile. "Estados Unidos está interviniendo ciento por ciento del lado de los albaneses en Kosovo. Está apoyando el separatismo y tratando de quitarnos nuestros Estados. ¿Quién les da el derecho de bombardear a quien ellos quieren?"
Misiles y brandy
Su esposa, Boljana, le dio unas palmadas para calmarlo, y él revirtió su actitud, casi instantáneamente, para convertirse en el agradable anfitrión serbio, ofreciendo café turco y brandy casero. "A esto nosotros lo llamamos nuestro Tomahawk -dijo alegremente-. Es un arma guiada con precisión."
Después, su rostro volvió a ensombrecerse. "Así que estaremos de nuevo en el refugio esta noche. ¿Y cuántas noches más? ¿Cuál será el fin? Ingresamos en el siglo XXI en este país con bombas que caen sobre nosotros, como si fuéramos el último y más salvaje lugar de la Tierra. Antes teníamos una buena vida aquí."
Su amigo, Alexander, vive cerca de allí, en Zaekovo, una población que también es blanco de la OTAN. Un misil destruyó una planta de calefacción a menos de un kilómetro y medio de su edificio de departamentos, sacudiendo todo como un terremoto. Su hermana y su madre corrieron a los refugios. "La actitud de mi familia cambió de inmediato -dijo-. Todos los extranjeros, los norteamericanos y los ingleses ahora nos parecen enemigos."
Movió la cabeza con desaliento. "Es como si hubieran bombardeado una opinión en nuestra cabeza, y eso sólo ayudará a Milosevic. A mí él no me agrada, pero este bombardeo sólo unifica a los serbios contra el mundo." Es extraño, indicó, y muy primitivo cuando se inicia una guerra. "Ahora, Clinton y todos los norteamericanos son lo mismo: criminales. Y no es porque la televisión lo haya dicho."
A kilómetros de distancia, en un exquisito departamento repleto de todas las comodidades de la vida moderna, Slavko Curuvija espera que llegue la policía. Es el editor del diario independiente Dnevni Telegraf y de la revista Evropljanin, y fue sentenciado a cinco meses de prisión después de rehusar pagar las enormes multas impuestas dentro de los términos de una nueva ley para los medios de comunicación, aprobada en octubre.
Su esposa, Branka Prpa, es una historiadora reconocida en el Instituto de Historia Moderna de Serbia.
"Yugoslavia es una nación europea que data de hace un milenio" -explicó Branka-. No es posible hacerla desaparecer y pretender que todos somos salvajes, sólo por Milosevic."
Occidente, añadió, se está degradando a sí mismo al utilizar las mismas tácticas que Milosevic. "No se puede usar el mal contra el mal, o uno se convierte en lo mismo."
Su esposo, Curuvija, dijo que ahora es imposible, por la fiebre de guerra, que cualquier demócrata o disidente alce la cabeza. "Eso lo convierte a uno en traidor." Señaló su remera, con un logo de una firma norteamericana y sus colores rojo, blanco y azul sobre el pecho. "Yo tendría miedo de vestir esto en la calle. Hay mucha gente loca en estos momentos. Todo esto ayuda a Milosevic. Todo lo occidental es terrible en estos momentos."