Xi Jinping reaparece en el escenario internacional: el mundo se pregunta si en modo conciliador o guerrero
El interrogante es si en las cumbres de esta semana el líder chino intentará calmar los temores de sus más acérrimos críticos globales
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WASHINGTON.- Por primera vez en tres años, el líder chino Xi Jinping se encontrará esta semana cara a cara con sus más poderosos críticos internacionales.
El mes pasado, cuando Xi logró extender su mandato de hierro, les advirtió a sus compatriotas que se prepararan para las consecuentes turbulencias internacionales. Esta semana, cuando se reúna con el presidente Joe Biden y otros líderes en el Sudeste de Asia, el interrogante es si intentará calmar los temores internacionales de que sus métodos autocráticos hayan calado y se hayan convertido en fuente de inestabilidad global.
Las conversaciones del lunes con el presidente Biden, las primeras que mantienen en persona como líderes de Estado, son promovidas por ambas partes como una oportunidad para estabilizar la relación bilateral, que está en su peor momento desde la década de 1970.
Xi emerge de su “capullo” contra el covid a un mundo trastocado por la pandemia y perplejo por la adhesión de China a las cuarentenas y confinamientos que repercutieron en la economía global. A Occidente también lo inquietó la magnitud y el alcance de su reacción militar por la visita de la legisladora estadounidense Nancy Pelosi a Taiwán. Además, los gobiernos occidentales están consternados por el sostenido vínculo de Xi con el presidente ruso, Vladimir Putin, y por su reticencia a ejercer presión para poner fin a la guerra de Putin en Ucrania.
Washington y Pekín manifiestan un deseo compartido de frenar el deterioro de la interacción entre las dos principales potencias económicas y militares del mundo, aunque ambas partes también dan señales de persistente animosidad.
“El mundo ha entrado en un nuevo período de turbulencias y cambios”, dijo Xi el mes pasado, al delinear sus prioridades políticas. Como parte de la prolongación formal de su gobierno, Xi entregó un informe repleto de mensajes sombríos sobre el ambiente internacional que enfrenta China, lo que revela una preocupación particular por la problemática relación con Estados Unidos. “Los intentos externos de reprimir y contener a China pueden escalar en cualquier momento”, dijo Xi.
Durante su década en el poder, Xi ancló la política exterior china en la rivalidad con Estados Unidos, poniendo a Washington a la defensiva como ningún líder chino anterior, y fue testigo de una caída de la confianza global hacia su país, que se ha traducido en reacciones de Occidente que según Pekín tienen ecos de la Guerra Fría.
Un nuevo lineamiento estratégico de seguridad nacional del gobierno de Biden dice que “China alberga la creciente intención y la capacidad de remodelar el orden internacional para inclinar el campo de juego global a su favor”. Advertencias similares han resonado desde Canberra hasta Tokio, Londres y otras grandes capitales, a la vez que las principales democracias se alinean para poner coto al avance militar y económico de China.
Si bien Xi puede estar tranquilo de haber transformado a China en una temible potencia militar y diplomática, además de su poderío económico, en este tiempo en que se mantuvo al margen de la escena internacional, el estado de ánimo mundial cambió. El disgusto en todo Occidente, no solo en Washington, por su estilo de gobierno autocrático probablemente deje aún más aislada y debilitada la economía china, y ponga a prueba la verdadera potencia de su intento de remodelar el mundo.
Occidente viene acumulando irritación por las políticas de Xi de restricción de libertades en Hong Kong y Xinjiang, las agresivas políticas industriales que han favorecido a las empresas estatales más grandes de China a expensas de las multinacionales, y la evidencia de que el líder chino ocultó información crítica sobre el virus del covid-19.
China se ha arrimado a los archienemigos estadounidenses, no solo Rusia sino también Irán, mientras muestra el poderío de su modernizado ejército en Taiwán, India y otros países de su zona de influencia, lo que impulsó a Estados Unidos, Australia y Gran Bretaña a combinar aún más su capacidad, incluidos submarinos nucleares. Bajo el mandato de Xi, Pekín aprobó leyes diseñadas para castigar a las empresas consideradas anti-China, fueron expulsados del país varios periodistas estadounidenses, y empezaron los temores por las aplicaciones de tecnología china, incluido TikTok. Y por su determinación de dejar la marca de China en el delineamiento de las reglas internacionales, Occidente ahora está más atento a la gestión de organizaciones como las Naciones Unidas y el Banco Mundial.
En la raíz de sus acciones está la obsesión de Xi por eclipsar a los líderes chinos anteriores y regalarles un “rejuvenecimiento nacional” a los 1400 millones de habitantes de su país. A lo largo de ese proceso, Xi ha extendido la influencia global de China, pero también ha inquietado profundamente a Washington.
“Los objetivos de Xi son sobre China, pero el subproducto de ese proceso se cierne como una sombra sobre Estados Unidos”, dice Graham Allison, profesor de gobierno de la Universidad de Harvard.
La cita del líder chino con el el presidente Biden es una de las primeras tras la reaparición de Xi en la arena internacional. Este mes, recibió en Pekín al canciller alemán Olaf Scholz, y en septiembre realizó breves visitas a Kazajstán y Uzbekistán para ver a los líderes regionales, además de un paso por Rusia para encontarse con Putin.
La guerra de Putin en Ucrania también ha servido para profundizar la inquietud sobre cuánto de su poderío militar, casi sin parangón, estaría dispuesto a usar Xi para lograr sus objetivos, incluido alzarse con el control de Taiwán.
La dependencia de Europa del gas ruso, antes subestimada, está obligando a preguntarse a sus responsables políticos si la exposición comercial al mercado de China no entraña vulnerabilidades económicas similares, señala Kevin Rudd, exprimer ministro de Australia y actual presidente de la Sociedad de Asia, con sede en Nueva York.
Rudd agrega que el telón de fondo de esas preocupaciones es el tema de que China habría alcanzado “un techo”, a medida que se debilitan sus perspectivas económicas.
En el informe que entregó el mes pasado antes de prolongar su mandato de gobierno, Xi señala que durante los próximos cinco años tiene la intención de “aumentar aún más la posición e influencia internacional de China, y hacer que China desempeñe un papel más importante en el gobierno de las naciones”.
Según el profesor Joseph Fewsmith, de la Universidad de Boston, la cosmovisión de base que impulsa las acciones de Xi es que el colapso se la Unión Soviética se debió a la combinación de un liderazgo débil combinado con una creciente liberalización de la sociedad. Y ese es un destino que Xi está decidido a evitar, dice Fewsmith. “A lo largo de todos estos 10 años de gobierno, Xi se han dedicado a demostrar que es un hombre de verdad”.
Por James T. Areddy
Traducción de Jaime Arrambide
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