Xi Jinping busca posicionarse en la delantera del “Gran Juego” de Asia Central
La visita del líder chino reveló los esfuerzos de Pekín por aumentar su influencia en esa vasta región llena de recursos y hasta hace poco considerada como coto de caza de Rusia
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PEKÍN.- Al bajar de cada avión durante su gira de esta semana por los países de Asia Central, el presidente chino Xi Jinping fue recibido con bandas de música, bailes folclóricos y largas filas de guardias de ceremonial.
Según los medios estatales chinos, el mandatario de Uzbekistán describió a Xi como “el más grande estadista”, mientras que el líder de Turkmenistán lo llenó de elogios por su “sabio liderazgo”. Y ambos lo cubrieron de medallas y condecoraciones.
Para Pekín, esa recepción con toda la pompa y la efusiva retórica de los mandatarios demuestra que China no está aislada, a pesar de las presiones que recibe de Estados Unidos y gran parte de Occidente por sus violaciones a los derechos humanos y sus amenazas a Taiwán.
Hoy, ese mensaje del aparato propagandístico de Pekín tiene una urgencia adicional: Xi se prepara para concentrar más poder y autoridad en el XX Congreso Nacional del Partido Comunista de China, que se celebra el mes que viene.
En el relato del gobierno, Xi es presentado como un líder global confiable al que recurren muchos países en busca de apoyo, en un mundo convulsionado por la hegemonía norteamericana. Hasta el autócrata ruso Vladimir Putin se mostró casi deferente en su encuentro del jueves con XI, donde reconoció que China tiene “dudas y preocupaciones” sobre la guerra de Rusia en Ucrania.
Pero todo ese boato con el que fue recibido Xi también exhibe el creciente peso que tiene China en Asia Central, una vasta región esteparia y montañosa, rica en recursos naturales, que hasta hace poco era considerada coto de caza exclusivo de Rusia y donde las superpotencias siempre han buscado ganar influencia.
Según los medios de propaganda chinos, durante los encuentros de esta semana, los líderes de Asia Central habrían ensalzado a Xi utilizando frases y eslóganes políticos acuñados por el Partido Comunista de China, elogiándolo por “construir una sociedad moderadamente próspera”, por avanzar hacia el “gran rejuvenecimiento” de China y por ser “el corazón” y único responsable de los éxitos de su país, un discurso que el gobierno de Pekín ha intensificado en los últimos meses.
“Las palabras del presidente de Uzbekistán son exactamente las mismas que usan los gobernadores regionales de China cuando tienen la oportunidad de encomiar a Xi: usan el mismo libreto”, dice Peidong Sun, profesor de historia china contemporánea de la Universidad Cornell.
Pero la imagen de Xi que cultivan y difunden los medios de propaganda de China es algo exagerada. Según el sitio web del propio presidente de Uzbekistán, cuando le entregó un premio a Xi le manifestó su respeto “como estadista” y no como “el más grande estadista”. Y muchas naciones de Asia Central les dan la bienvenida a las inversiones chinas, pero temen terminar dependiendo de Pekín.
Los habitantes de países como Kazajstán, Uzbekistán y Kirguistán comparten lazos lingüísticos, culturales y en algunos casos familiares con las poblaciones de Xinjiang, una región remota del oeste de China. A muchos también les preocupa la fuerte represión china en ese lugar sobre los pueblos de Asia Central.
Nuevo panorama
Pero el amplio alcance de China ha reconfigurado el panorama de la región de manera innegable. Durante mucho tiempo, Pekín consideró Asia Central como una frontera crucial para la expansión comercial, la seguridad energética, la estabilidad étnica y la defensa militar del país. Construyó ferrocarriles, rutas, gasoductos y amplió los intercambios educativos en toda la región.
Si bien las exrepúblicas soviéticas de Asia Central siguen conectadas con Moscú por rutas, líneas ferroviarias y otras infraestructuras, sus intercambios comerciales con China son cada vez más importantes. El fin de la presencia militar norteamericana en Afganistán redujo el papel de Estados Unidos como contrapeso geopolítico de Moscú y Pekín en la región. Y la posterior invasión de Rusia a Ucrania, seguida de una serie de derrotas humillantes del Ejército ruso, ha dado espacio para que Pekín saque ventaja.
Una complicación para las ambiciones regionales de Xi es su alineación y vínculo personal con Putin, cuya invasión de Ucrania generó inquietud en la región. Xi ha descrito más de una vez a Putin como su “mejor amigo” y en febrero llegó a decir que esa amistad “no tiene límites”. El jueves, Xi pareció distanciarse de Putin, al menos públicamente: evitó manifestarse sobre la postura de Moscú respecto de Ucrania y dio garantías a los líderes de Asia Central de que China apoyaría su soberanía.
La preocupación regional por el expansionismo ruso se hizo más que evidente en un foro realizado en junio en San Petersburgo, donde el presidente kazajo Kassym-Jomart Tokayev, aliado de Putin, dijo que no reconocería los “cuasi estados” que Rusia ha establecido en el territorio ucraniano ocupado. Esa resistencia a las aspiraciones del Kremlin sorprendió a muchos, porque en enero y a pedido de Tokayev, Putin envió tropas a Kazajstán para ayudar a sofocar un levantamiento y consolidar al gobierno.
Sentido estratégico
“Son países ricos en recursos y escasamente poblados, y mientras el control de Putin sobre ellos se debilita, China aprovecha y saca partido con inteligencia y sentido de la oportunidad”, dice Harry Broadman, exfuncionario de comercio estadounidense y especialista del Banco Mundial para Asia Central y China.
La región conoce en carne propia lo que es caminar en la cuerda floja entre superpotencias. El “Gran Juego” fue el término popularizado por el escritor Rudyard Kipling para referirse a la competencia entre Rusia y Gran Bretaña por el control de Asia Central durante el siglo XIX. La influencia de Rusia alcanzó su punto máximo en 1979, con la ocupación militar soviética de Afganistán, y luego disminuyó a partir de la disolución de la Unión Soviética, 12 años después.
En esta nueva versión del “Gran Juego”, China —que tiene una población nueve veces mayor que la de Rusia y una economía diez veces más grande— también fue mirada con recelo durante mucho tiempo por los países Asia Central, que a lo largo de los años han respondido con límites estrictos a su inmigración, entre otras medidas. También han buscado inversiones de Estados Unidos, como el proyecto de una fábrica de locomotoras en la capital de Kazajistán.
Pero en 2013 Xi redobló los esfuerzos para extender su influencia con el lanzamiento de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda, un plan de construcción de infraestructura, ferrocarriles, puertos y rutas a lo largo de las antiguas rutas terrestres y marítimas que durante siglos conectaron a China con Europa y Medio Oriente.
“El impacto y la influencia de China en Asia Central va aumento desde hace aproximadamente una década”, dice Chen Dingding, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Jinan, en Guangzhou.
William C. Kirby, profesor de Historia China de la Universidad de Harvard, asegura que la influencia china en Asia Central estaría alcanzando niveles no vistos desde el apogeo de la antigua Ruta de la Seda durante la dinastía Tang, que gobernó China del año 618 al 907.
Rusia, por su parte, ha sido la principal amenaza para la independencia de las repúblicas de Asia Central desde los tiempos del zar Pedro el Grande, a principios del siglo XVIII. En este momento, y en comparación, China parece un vecino mucho menos amenazante.
“Para ellos, no hay mayor peligro que quedar nuevamente atados a la órbita de Moscú”, dice Kirby.
Keith Bradsher
(Traducción de Jaime Arrambide)
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