Workaholics: en Japón, una ley obligará a tomarse vacaciones
Inquietud por el alto costo social y de salud del exceso de trabajo
TOKIO.- Eriko Sekiguchi, una bien remunerada empleada de 36 años, debería ser una compañera muy solicitada para salidas nocturnas en la ciudad o vacaciones en lugares remotos. Pero Eriko trabaja en Japón, un país donde la adicción al trabajo es un vicio difícil de dejar.
Trabaja 14 horas diarias en una gran empresa comercial, entre reuniones a primera hora de la mañana, recepciones después del horario de trabajo y respuestas a los clientes online. El año pasado se tomó apenas ocho de los 20 días de vacaciones que le corresponden, seis de ellos por estar enferma.
"Los demás tampoco se toman sus vacaciones", dijo Eriko.
El gobierno japonés se ha propuesto cambiar esos hábitos.
El Parlamento se dispone a votar próximamente una ley destinada a garantizar que los empleados se tomen el descanso que necesitan. Rompiendo con las prácticas del pasado, ahora los empleadores tendrán la responsabilidad de que sus empleados se tomen vacaciones.
Hace años que Japón estudia la aplicación de una norma como ésa. Desde 2012, sin embargo, la iniciativa tomó mayor impulso, cuando en Japón se llegó a la conclusión unánime de que esa ética extrema del trabajo tiene costos sanitarios, sociales y productivos demasiado altos.
Parte del problema emana del temor a tomarse vacaciones y generar así resentimiento entre los compañeros de trabajo, una preocupación muy concreta en una cultura que tanto valora la uniformidad y la armonía.
Y así es que en Japón sólo los flojos se toman vacaciones.
La mayoría de los trabajadores afectados son asalariados o mujeres de oficina como Eriko, tan dedicados a sus trabajos que apenas vuelven a sus casas. Son el estereotipo, y al mismo tiempo el arma secreta, de las corporaciones japonesas.
Pero eso ha tenido costos sociales. A Eriko le preocupa no conseguir marido o siquiera un novio, a menos que sea alguien de su oficina. Preferiría que las empresas directamente cerraran de tanto en tanto, para que los empleados puedan tomarse unos días libres sin tantos pruritos.
El estilo de vida del adicto al trabajo es, junto a la reticencia de las parejas a tener hijos, uno de los factores clave de la descendente tasa de natalidad que está socavando los cimientos de la tercera economía del mundo.
Trabajar literalmente hasta reventar es una tragedia tan frecuente que los japoneses ya han acuñado una palabra: "karoshi". El gobierno estima unas 200 muertes anuales por "karoshi", caracterizadas por infartos masivos o derrames cerebrales tras interminables horas de trabajo. El gobierno también es consciente de que muchos casos de depresión grave y de suicidios por exceso de trabajo no son computadas como "karoshi".
Alrededor de un 22 por ciento de los japoneses trabajan más de 49 horas semanales, mientras que en Estados Unidos ese índice es del 16 por ciento, y en Francia y Alemania del 11 por ciento, según datos compilados por el gobierno japonés. Los surcoreanos, con un 35 por ciento, parecen ser aún más adictos al trabajo.
Los japoneses a duras penas se toman la mitad de los días de vacaciones que les corresponden, un promedio de nueve días por persona al año.
El problema parece similar a la situación de los trabajadores norteamericanos, muchos de los cuales no tienen vacaciones pagas garantizadas. Pero quienes sí las tienen, suelen tomárselas enteras.
Los japoneses deben usar sus días de vacaciones cuando se enferman, aunque una ley aparte les garantiza dos terceras partes de su sueldo si se enferman gravemente y una licencia extendida.
Por eso, previendo una gripe o alguna enfermedad menor, los trabajadores suelen guardarse dos o tres días de vacaciones para quedarse en casa, dice Yuu Wakabe, funcionario del Ministerio de Trabajo y Salubridad, que supervisa esa normativa.
El propio Wakabe suele trabajar más de 100 horas extras mensuales, y el año pasado sólo se tomó cinco días, uno de ellos obligado, a causa de un resfrío. Pero logró hacerse una escapada a Hawai con su familia.
"En realidad, tomarse las vacaciones pagas es un derecho de los trabajadores", dijo. "Pero en Japón, trabajar también implica un alto grado de voluntarismo."
A los empleados jóvenes, por ejemplo, los incomoda irse a sus casas antes que sus jefes, y las horas extras ad honórem cunden en todas las empresas.
Las tareas específicas de cada puesto también suelen ser muy vagas, especialmente entre empleados de oficina, lo que implica que si alguien no se presenta a trabajar, sus compañeros o su equipo tendrán que cubrirlo y trabajar más.
La nueva legislación hará más flexible el horario laboral, para alentar a los padres, por ejemplo, a pasar más tiempo con sus hijos durante los meses de verano, cuando no van a la escuela.
Aunque Japón es famoso por su ética del trabajo, es igualmente conocido por su ineficiencia y su burocracia. Los empleados holgazanean en nombre del espíritu de equipo, más allá de su cuestionable desempeño o productividad.
Los expertos dicen que la ley es el punto de partida, pero reconocen que las raíces del problema son muy profundas.
En Tokio, no bien se hace de noche, pueden verse grupos de empleados de traje bebiendo en los bares junto a las estaciones de tren, tratando de relajarse antes de volver a casa. Ríen, se bajan unas cervezas y picotean pescado a la parrilla.
Basta preguntarle a uno de ellos: ninguno se ha tomado muchos días libres. Uno confiesa que el año pasado se excedió: se tomó 12 días.
La nueva ley de vacaciones tal vez sea más fácil de implementar si la economía mejora con las políticas antideflacionarias del primer ministro Shinzo Abe, que han debilitado el yen, para regocijo de las grandes exportadoras, como la Toyota Motor Corp.
El problema de la sobrecarga de trabajo fue empeorando durante las dos décadas de estancamiento que ya lleva Japón. La mano de obra barata se generalizó para mantener la competitividad de la economía en un mundo en rápida globalización, mientras que la cultura de lealtad a la empresa no se modificó.
Shinzo Abe no se caracteriza tampoco por tomarse largas vacaciones, pero ha sido enfático sobre la necesidad de un cambio. La ética del trabajo de Japón, dijo Abe, "es una cultura que sacraliza falsamente las largas jornadas laborales".
Traducción de Jaime Arrambide
Agencia AP
Yuri Kageyama
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