Wilders, el elusivo extremista que puede empujar a la UE a la derecha
SPIJKENISSE, HOLANDA.- Quiere terminar con la inmigración desde países musulmanes, poner un impuesto al uso del velo islámico y prohibir el Corán. Parte de su sangre es de origen indonesio y se tiñe el pelo de rubio platinado. Es omnipresente en las redes sociales, pero vive como un fantasma político bajo protección policial, rara vez hace campaña en persona y según algunas fuentes duerme todas las noches en una locación diferente.
Ha estructurado su partido de modo de ser su único dirigente, algo que le permite, sobre todo, tener el control absoluto y ser un provocador tirabombas verbal sin concesiones.
Geert Wilders, ícono de la ultraderecha, es uno de los políticos poco comunes de Europa, más aún por venir de Holanda, uno de los países europeos más socialmente liberales, con siglos de historia en la promoción de la tolerancia religiosa y la apertura a la inmigración.
El resultado que obtengan Wilders y su partido en las elecciones del 15 de marzo en Holanda podría ser una buena señal de cómo le irá a la extrema derecha en las elecciones cruciales de Francia, Alemania y posiblemente Italia, más adelante este año, que en definitiva determinarán el futuro de la Unión Europea (UE). Wilders ha prometido que exigirá un referéndum para un potencial "Nexit", o sea para que los holandeses decidan si quieren seguir el ejemplo de Gran Bretaña y abandonar la UE.
"Holanda es una especie de termómetro donde se manifiestan primero ciertas tendencias", dice Hans Anker, estratega político holandés. "Yo no descartaría que Wilders llegara a ser primer ministro -agrega Anker-. Eso es impredecible."
Es notable que Wilders, de 53 años, haya logrado construir un movimiento político a pesar de sus contadas apariciones públicas. Al vivir bajo amenaza desde que la policía descubrió planes contra su vida en 2004, Wilders se ha convertido en un político adelantado a su época, que usa Internet y las redes sociales para hablar con la ciudadanía sin el filtro del periodismo.
Y ésa ha resultado ser una forma particularmente efectiva de llegar a los votantes desilusionados.
"Es el político más inteligente y más estratégico que hay dando vueltas -dice Sarah de Lange, profesora de ciencias políticas de la Universidad de Amsterdam-. Es muy hábil y excelente en los debates. Conoce los medios al dedillo. Internacionalmente se lo compara con Trump. Pero se nota que cada uno de los tuits de Wilders ha sido cuidadosamente pensado y calculado, mientras que los de Trump son impulsivos."
Hoy por hoy, el partido de Wilders parece encaminado a alzarse con más escaños que cualquier otro o a salir segundo. Sin embargo, a Wilders históricamente las encuestas le dan mejor que sus resultados concretos después en las elecciones. De todos modos, como los encuestadores subestimaron tanto la posibilidad de un Brexit como la de la victoria de Donald Trump, ya nadie confía en sus predicciones.
Pero poco importa si el partido de Wilders es el que saca más votos o si accede al gobierno, porque el político ya ha tenido éxito en una de sus mayores ambiciones: empujar a los políticos holandeses hacia la derecha y habilitar la discusión sobre el cierre de la inmigración y el desmantelamiento de la UE, algo impensable hasta hace poco.
Ideológicamente Wilders es muy cercano a la francesa Marine Le Pen, líder del ultraderechista Frente Nacional que se encamina a pasar a la segunda vuelta en las elecciones presidenciales que se realizarán en abril. También tuvo contactos con la campaña de Trump, y a veces hasta lo llaman "el Trump holandés", aunque Wilders tiene mucha más trayectoria política y tantas similitudes como diferencias con el presidente norteamericano.
Al igual que Trump, Wilders no tiene empacho en decir lo que piensa de la manera más directa, divisiva, desdeñosa y con frecuencia despectiva e insultante. Y, al igual que Trump, muchos de sus seguidores se sienten alentados y aliviados de que alguien le ponga voz a lo que no pueden decir o sienten que no se supone que deban decir. La semana pasada se deleitó al calificar a los marroquíes de "basura" y al decir que el velo musulmán "es una inútil prenda de ropa". Ha sido condenado por incitación a la discriminación, pero fue liberado sin castigo.
La única vez que formó parte del gobierno, en 2010, mantenía un vínculo informal con la coalición del principal partido conservador, pero se apartó cuando quisieron recortar los beneficios previsionales.
Wilders se describe a sí mismo como un independiente. Sin embargo, es el tercer miembro del Parlamento holandés con más tiempo en una banca y ha pasado su vida en la política desde los 28 años.
En años recientes, debido a las supuestas amenazas en su contra, Wilders se fue aislando poco a poco. Ve a su esposa una o dos veces por semana y ha cortado relaciones con su hermano, de quien disiente políticamente. Sus raras apariciones públicas le garantizan un verdadero circo mediático.
De todos modos, se las arregla para viajar a dar discursos fuera del país, incluida la Convención Republicana en Cleveland, donde habló en el Milo Yiannopoulos Wake Up Party, un colectivo de lesbianas, gays, bisexuales y transgénero que apoyan a Trump.
También visitó varias veces Israel, país por el que siente un profundo afecto tras haber pasado varios meses en un kibutz cuando era joven.
Según sus colegas, a lo largo del tiempo, las posiciones de Wilders se fueron endureciendo. Llegó a La Haya en 1991 como asistente parlamentario del principal partido conservador, por entonces liderado por Frits Bolkestein.
Holanda, con su larga tradición de tolerancia religiosa y su relativa prosperidad -el desempleo está entre los más bajos de Europa-, parecería el lugar menos propicio para que germinaran las ideas de ultraderecha.
Pero justamente eso permite medir el atractivo que la idiosincrasia de Wilders ejerce en un país con ese estilo de vida tan abierto, donde muchos holandeses están volcándose a su favor para salvaguardar sus valores sociales liberales.
Traducción de Jaime Arrambide
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