Desde que empezó 2024, Machu Picchu recibe cada vez más visitas; pero hay otra antigua construcción peruana de la que pocos oyeron hablar
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Nuestra primera visita a Machu Picchu, en noviembre de 2020, fue casi inmejorable. La niebla, por la que se filtraban solo uno pocos rayos de sol matinal, moteaba las ruinas con una luz especial. Las llamas y las alpacas caminaban majestuosas y pastaban a nuestro alrededor. Una solitaria vizcacha, una especie de ardilla grande con grandes orejas parecidas a las de un conejo, correteaba por entre las rocas. El aire fresco de los Andes resultaba tonificante.
Pero lo mejor fue que en la mayoría de nuestras fotos casi no se veía a otros turistas. Esto era excepcional. Quedamos atrapados en Perú durante la pandemia y esperamos pacientemente diez meses en el Valle Sagrado de Cuzco. Cuando las autoridades locales comenzaron a levantar las restricciones, fuimos a visitar el yacimiento arqueológico más icónico del país.
Fuimos unos afortunados de vivir una experiencia al alcance de muy pocos. Más de 4000 turistas recorren Machu Picchu en un día normal. La visita puede resultar atropellada y poco placentera con tanta gente alrededor y la muchedumbre hace inevitable la comparación con Disneyland.
Y el gentío podría aumentar. Desde el 1 de enero, el Ministerio de Turismo de Perú aumentó el número de visitantes autorizados a Machu Picchu a 4500 diarios, una cifra que podría subir a 5600 en días específicos.
Es probable que eso tenga un impacto negativo en la conservación de las ruinas, pero en medio de los problemas económicos y políticos de Perú, el gobierno busca la manera de aumentar los ingresos de su principal reclamo turístico. Es compresible desde un punto de vista estrictamente económico. El país recibió en 2023 2,2 millones de turistas, muchos menos que los 4,6 que llegaban en 2019, antes de la aparición de la covid.
Explorar otros lugares
A menudo se dice que si solo puedes visitar un lugar de Sudamérica debe ser Machu Picchu. Pero en un país lleno de lugares arqueológicos bellos y misteriosos, un buen consejo para los viajeros experimentados es el de explorar otros lugares este año.
Waqrapukara es una opción. Su apariencia evoca las historias de J. R. R. Tolkien, con sus dos picos gemelos elevándose sobre el cañón del río Apurímac, como si de una torre de vigilancia de orcos sobre las tierras de Mordor se tratara.
Situado a unos 130 kilómetros al sur al este de Machu Picchu, dentro del departamento de Cuzco, este lugar, cuyo nombre en quechua significa “fortaleza con cuernos”, se ubica a unos 4100 metros de altura, 1700 metros por encima de Machu Picchu, lo que hace que las vistas desde lo alto sean de una grandeza superior a la de cualquier otra de las maravillas sudamericanas.
Y aunque está a unos 60 kilómetros de Cuzco, la antigua capital inca y centro del turismo en la zona, Waqrapukara está tan apartada del circuito turístico habitual que hasta muy recientemente era una gran desconocida incluso para los lugareños.
Sara Román, propietaria de un negocio en Cuzco, creció en los 80 en Sangarará, el pueblo cercano a Aqokunka, donde comienza el sendero, de entre dos y cuatro horas a pie, que conduce a la fortaleza. “En Secundaria teníamos una clase de historia de Perú y cubría todas las culturas, la Nazca, la Moche, la Chavín, la inca y otras. La profesora mencionó que había un lugar llamado Waqrapukara cerca, pero eso fue todo”, recuerda. “Nunca nos enseñaban nada de la importancia de lugar o su historia. Tenía curiosidad, pero nunca la oportunidad de ir”, agrega.
Un lugar remoto
Dado que apenas se mencionaba en la escuela, Román pensó que no había nada especial para ver. El turismo es un fenómeno reciente en la región. Los viajeros internacionales no comenzaron a llegar hasta la década pasada. Para su familia y su comunidad, trepar por las montañas era su trabajo, no una práctica de recreo. Ninguno iba allí a relajarse o a aprender sobre los incas.
“Fui una vez a Santa Lucía, un pueblo a unos cinco kilómetros al sur de Waqrapukara, cuando era una niña, con mi tía y sus burros a por papas y maíz, y a vender cebollas, azúcar y hojas de coca. Ahora hay una carretera, pero entonces no había nada. Llevaba hasta ocho horas llegar hasta allí”, explica. Así que no fue por primera vez a Waqrapukara hasta el año pasado. “Me encantó, sobre todo, el paisaje”, dice.
Como sucede con otros yacimientos precolombinos en Perú, en realidad es poco lo que se sabe del lugar. La fortaleza tiene algunos elementos arquitectónicos y modificaciones indudablemente incas. Algunos expertos creen que fue obra originalmente de los canchis, un pueblo guerrero que prosperó antes que los incas, que terminaron por hacerse con el control de la zona y de Waqra Pukará. Pero según Óscar Montúfar, de la Universidad Nacional San Antonio Abad de Cuzco, hay indicios de que sus orígenes pueden ser aún más antiguos.
“Se hallaron cerámicas canchis datadas en torno al año 800″, indica y agrega: “Pero algunos estudios recientes cerca de Waqrapukara y en los alrededores de a ciudad de Pomocanchi revelaron una fuerte presencia wari”.
El lugar parece haber sido un crisol. “Hay evidencia arqueológica de la cultura Pukará, la más antigua, de la Tiawanaku, la Wari de los canchis y luego de los incas. Las estructuras visibles actualmente son del periodo inca”, comenta Montúfar.
Lugar sagrado
Cree que Waqrapukara no tuvo un uso residencial ni militar, y subraya que las terrazas de la parte inferior se usaron como espacios ceremoniales, probablemente para plantear ofrendas. “Cuando los incas llegaron lo designaron un lugar sagrado, pero fue usado para ritos y peregrinaciones también por las culturas preincaicas”, asegura el experto.
Otros detalles que sugieren un posible uso espiritual del lugar son los marcos de las puertas con jambas triples. La mayoría de las puertas incas tienen la misma forma trapezoidal, pero solo los espacios con una dimensión religiosa presentan estos tres marcos empotrados dentro de otros marcos.
“Esto solo se encuentra en unos pocos lugares de gran importancia. Ni siquiera Cuzco, Písac, Ollantaytambo o Machu Picchu tienen las puertas con triple jamba”, comenta Montúfar y sigue: “Solo se encuentra en sitios más antiguos y ancestrales como la Isla de la Luna, donde según el mito Viracocha, la divinidad creadora para los incas, colocó la luna sobre el cielo del Lago Titicaca”.
Como otros muchos lugares sagrados en Perú, este también está vinculado a Qhapaq Ñam o el Camino del inca, un sistema de caminos que conectaba todo el Imperio Inca y que se extendía hasta Colombia y Argentina.
“Waqrapukara tiene varios yacimientos arqueológicos cercanos. Hay cementerios, una red de caminos que conecta con el Camino del Inca, y petroglifos. Es una estructura amplia. La ubicación otorga control territorial sobre todo el área”, explica Montúfar. “Otro aspecto interesante es cómo los muros y las terrazas se adaptan al abrupto terreno. Es lo que lo convierte en una imagen tan bella. Las terrazas fortalecen la orografía del lugar y previenen la erosión y posibles deslizamientos. Le dan estabilidad a las plataformas planas que se construyen en el lugar”, describe.
Pero el aspecto más característico del lugar son sus “cuernos”, el par de idénticas formaciones rocosas que se elevan sobre la fortaleza y la hacen reconocible al instante. Pese al nombre que se les dio, Montúfar explica que no son cuernos en absoluto, sino probablemente las orejas de una llama, un animal que está por todas partes en el inicio del sendero Aqokunka. Al contrario que los animales de Machu Picchu, a estos no los colocaron en el lugar para complacer a los turistas; Estas alturas de entre 3500 y 5000 metros son su hábitat natural.
Una experiencia inolvidable
La visita al sitio es una experiencia inolvidable. Es un camino de diez kilómetros de ida y vuelta, y, aunque es difícil perderse porque es bastante intuitivo, es muy probable que no se crucen con ningún otro caminante, por lo que contratar los servicios de un guía local es aconsejable.
Encontrarán rebaños de llamas, terrazas incas, cuevas con petroglifos, y, en función de la estación, campos enteros de flores. Es un paisaje rocoso e inalterado de una cruda belleza.
“El Cañón del Apurímac es super hermoso; y el camino desde Aqokunka, realmente sencillo. Cuando llegas al yacimiento arqueológico ya has hecho todo lo difícil”, cuenta Cass Madden, una entusiasta senderista que lleva seis años viviendo en Cuzco. Sin embargo, advierte de que la altura puede poner las cosas un poco difíciles a los viajeros, por lo que aconseja pasar un tiempo prudencial en la cercana Sangarará para aclimatarse, así como beber té de coca y mascar hoja de la misma planta.
El momento más cautivador llega cuando uno dobla un recodo del camino y ve los cuernos dibujándose al frente. Desde dentro sí parece un sitio inca, pero en la distancia, las dos rocas gemelas se perciben como algo más primitivo, casi neolítico; desde luego, nada parecido a lo que los visitantes de otros países están acostumbrados a encontrar en Perú.
En el interior de la fortaleza, encontrarán numerosos cercados que son una ventana perfecta para tomar fotos; un nicho donde el Inca pudo colocar una momia a la que veneraba, y una roca en forma de masa que se usaba como altar y en el que las llamas, y quién sabe si algo más, eran ofrecidas en sacrificio.
Waqrapukara ofrece una fantástica oportunidad para plantar una tienda de campaña. La gente paga grandes cantidades para despertarse a las 4 de la mañana y caminar para el brillo de Machu Picchu al amanecer, pero aquí puedes ver como el sol se alza desde tu tienda sin pagar nada. Aunque la zona de acampada no cuenta con muchos servicios, hay agua corriente y unos rudimentarios baños.
“Tanto el ocaso como el alba son imponentes… ¡y allí no hay nadie!”, exclama Madden. “Poder dormir justo al pie de Waqrapukara es bastante especial”, afirma.
Montúfar se muestra esperanzado en que los estudios en curso permitirán saber más sobre este lugar. También quedan enigmas por resolver de Machu Picchu, pero casi nadie duda que es una construcción inca de hacia el 1400. La antigüedad, el propósito de su construcción y la identidad de los pobladores originales de Waqrapukara siguen siendo una incógnita por despejar.
A aquellos viajeros atraídos por la atmósfera mística de Machu Picchu, pero no por sus aglomeraciones, la fortaleza con cuernos de Perú los está esperando.
* Por Stephen K Hirst y Heather Jasper
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