"¡Vuelva al barco ya!", le ordenaron al capitán
Aunque el diálogo lo incrimina, sólo tiene arresto domiciliario
ROMA.– "¡Vuelva a subir a bordo, carajo!" La difusión del escalofriante audio de una llamada telefónica que prueba en forma aplastante que el comandante del Costa Concordia, Francesco Schettino, se negó a volver a la nave pese a que fue conminado a ello por la guardia costera italiana no impidió ayer que, en un giro inesperado, la justicia italiana decidiera beneficiarlo con el arresto domiciliario.
Pese a aparecer como el gran responsable de una tragedia evitable, que se cobró hasta el momento 11 muertos y 22 desaparecidos (ayer encontraron otros cinco cadáveres), Schettino, el comandante del "Titanic italiano", dio ayer una versión heroica de los hechos cuando fue interrogado por un juez.
Arrestado el sábado acusado de homicidio culposo, abandono de la nave y naufragio, Schettino, de 52 años, negó haber abandonado el crucero , admitió que cuando chocó contra una piedra en la noche del viernes estaba al mando del barco y hasta afirmó que salvó a "centenares, miles de personas". Una versión de lo más heroica que chocó abruptamente con el escandaloso audio que ayer pasaron una y otra vez noticieros de TV, radios y webs, en el que el comandante miente descaradamente (dice que va a volver a bordo, pero no lo hace) y aparece como un gran cobarde.
"¡Vuelva a subir a bordo, carajo!", le grita, furioso, el capitán de la guardia costera de Livorno, Gregorio De Falco, en una llamada telefónica que se registró en la madrugada del sábado 14 de enero, cuando cientos de pasajeros de diversas nacionalidades, desesperados, intentaban huir del Costa Concordia, el gigantesco crucero de los sueños que se estaba hundiendo por culpa de un accidente absurdo.
"¿Qué está haciendo, comandante?", pregunta De Falco, el nuevo héroe italiano, a los gritos, en un diálogo de lo más tenso, en el cual Schettino, con su acento napolitano, parece ido, ajeno a la situación límite que estaba viviendo.
El coloso del mar, que llevaba más de 4200 personas, comenzó a hundirse en la fatídica noche del viernes pasado, cuando encalló en una piedra que estaba perfectamente señalada en los mapas náuticos, frente a la isla del Giglio. El Costa Concordia, una suerte de ciudad flotante, había salido pocas horas antes del puerto de Civitavecchia, al norte de Roma, y navegaba hacia Savona.
La maldición del crucero Costa Concordia
Durante su inauguración, el 10 de julio de 2006, la botella de champagne que lanzaron no se rompió, un mal augurio según marca la tradición marítima
Trágica "reverencia"
El crucero se desvió de su ruta y se acercó demasiado a la isla del Giglio porque el comandante Schettino quería hacer la "reverencia", es decir, un tradicional saludo marinero que implica aproximarse a la costa sonando la sirena, para agasajar al ma î tre de la nave, oriundo de allí. Pero la irresponsable maniobra salió mal. El buque, que pesa 114.500 toneladas, se encalló en unos escollos que cortaron el casco y precipitaron la tragedia.
Ayer, en una carrera contra reloj, equipos de buzos y rescatistas siguieron trabajando sobre el casco semihundido del crucero en busca de sobrevivientes o cadáveres. Cinco microexplosiones controladas permitieron abrir agujeros de un metro de diámetro en el casco.
Desde allí, los buzos pudieron seguir inspeccionando el esqueleto de uno de los cruceros más grandes del mundo, donde encontraron, después de cinco horas de inspección, cinco cadáveres en la popa. Esto hizo subir el dramático saldo de muertos a once. Los cuerpos eran de cuatro hombres y una mujer, de entre 50 y 60 años, según dijeron las autoridades. Todos tenían el chaleco salvavidas puesto.
Otro escándalo
A cuatro días de la tragedia, por otra parte, el número de desaparecidos seguía siendo una nebulosa, en otro escándalo dentro del escándalo.
Mientras un turista alemán que estaba desaparecido dio señales de vida en su país, desesperados parientes seguían rezando por noticias de seis italianos -entre ellos una niña de 5 años-, varios alemanes, cuatro franceses, dos norteamericanos, un húngaro, un indio y un peruano.
En tanto, la empresa holandesa Smit, especializada en salvamentos, se preparaba para comenzar a vaciar las cisternas del Costa Concordia, que tienen 2400 toneladas de combustible que amenazan la zona de la isla del Giglio con una catástrofe ambiental.
Los especialistas de la empresa estiman que los ingenieros y buzos que trabajan para evitar la catástrofe ambiental tardarán entre dos y cuatro semanas en retirar los miles de litros de combustible del buque.
¿Cómo será el trabajo para remover el crucero?
En una jornada que dejó a todo el mundo boquiabierto por la difusión del dramático audio de la conversación entre el comandante y el jefe de la guardia costera, por la noche sorprendió la noticia de que la jueza Valeria Montesarchio decidió la excarcelación del hombre, que de la cárcel de Grosseto fue trasladado a su casa de Sorrento, donde deberá cumplir arresto domiciliario.
La jueza tomó semejante decisión después de un interrogatorio de tres horas en el que el capitán se defendió aguerridamente de todas las acusaciones. Además de asegurar que salvó a miles de personas, el denostado Schettino explicó que no pudo volver a subir a la nave porque ésta se había inclinado en 90 grados, por lo que era imposible.
"No se puede mandar a la cárcel a una persona sólo porque lo pide la opinión pública", dijo anoche su abogado, Bruno Leporatti.
"No entiendo la decisión de la jueza", comentó por su parte, perplejo, el fiscal jefe de Grosseto, Francesco Verusio, que afirmó que la reconstrucción de los hechos de parte del comandante no cambió la base acusatoria de la fiscalía contra Schettino.
Un capitán cobarde, según los escandalosos audios salidos a la luz, que además deberá someterse a exámenes toxicológicos para verificar si tomó sustancias estupefacientes la fatídica noche del viernes 13 de enero.