En modo supervivencia, Volodymyr Zelensky le contesta a Hamlet
El presidente de Ucrania recitó la famosa frase frente al Parlamento Británico; El presidente Joe Biden se enfrenta a su propio momento existencial de “ser o no ser” con preguntas sumamente difíciles como cuál es la línea roja que Rusia no puede cruzar
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WASHINGTON.- Para cualquier actor, no hay línea de texto más atrapante ni más temible.
“Es la Gioconda de la literatura”, dice Simon Godwin, director de la Shakespeare Theater Company de Nueva York. “Es algo que nos resulta tan profundamente familiar y reconocible que cuesta mucho recontextualizarlo y darle vida otra vez.”
Por eso fue tan sorprendente que un actor no conocido precisamente por interpretar a los clásicos haya recitado las primeras líneas del soliloquio de Hamlet con más intensidad dramática que un Gielgud, un Burton, un Olivier, o incluso un Cumberbatch.
“Para nosotros, en este momento, la cuestión es ser o no ser”, le dijo Volodymyr Zelensky por videollamada al Parlamento Británico el martes, y lo dijo en ucraniano. “La pregunta shakesperiana es esa, y hace 13 días que nos la hacemos. Pero ahora puedo darles una respuesta definitiva, y es afirmativa: Ser, definitivamente, ser.”
Como señaló Godwin en referencia al actor de sitcom devenido presidente ucraniano de tiempos de guerra, “En cierto modo, Zelensky se ha convertido en el actor más grande del mundo, que frente a la verdad más profunda del mundo, responde con un texto poético para expresar su verdad en un contexto de extrema exigencia.”
Shakespeare, que sabía que el carácter de un hombre se revela cuando lo que está en juego es mucho, le habría dado su aprobación. Zelensky, por seguir con la cita shakesperiana, realmente se ha alzado en armas “contra un mar de problemas”.
Como señala Drew Lichtenberg, dramaturgo residente de la Shakespeare Theater Company, la inquietud de Hamlet por el suicidio y la muerte tiene resonancias en parte del mundo que actualmente sufre los dardos y flechas de un dictador demente.
“En los países de Europa Central, como Polonia o Ucrania, existe una larga tradición de adoptar a Shakespeare, y especialmente a Hamlet, como una especie de metáfora de situaciones políticas más amplia”, dice Lichtenberg. “Hubo períodos en los que Polonia y Ucrania directamente no existían, donde su idioma fue borrado y reemplazado por el alemán o el ruso como idioma y cultura oficial del Estado. Ellos saben lo que es ‘no ser’”, señala el dramaturgo.
Incertidumbre
Y si la declaración del presidente ucraniano fue tan potente y tuvo tanta resonancia es porque el mundo está efectivamente atrapado en esas preguntas existenciales que se plantea el taciturno príncipe de Dinamarca.
¿Zelensky vivirá o morirá cuando ataquen las fuerzas rusas? ¿Existirá Ucrania como nación soberana? ¿Qué significa esta crisis para la identidad de Estados Unidos y Occidente? ¿Quiénes seremos todos nosotros cuando esto termine? ¿Sobrevivirá el planeta?
Zelensky y los ucranianos eligieron ser y defender eso que son. Su democracia está unida como no lo está en Estados Unidos desde hace mucho tiempo, ya que las divisiones políticas entre los norteamericanos son cada vez más profundas, por las preguntas candentes sobre la realidad y la falacia, por el partidismo destructivo sobre los barbijos y las vacunas, y por el efecto corrosivo de nuestra cultura de codicia, egoísmo y fortunas megamillonarias.
Ucrania está mostrando la voluntad colectiva de una comunidad entusiasta de personas que trabajan juntas. Sus heroicos esfuerzos contra un tirano voraz fijando ideas imperiales nos recuerda los albores de Estados Unidos. Los ucranianos también les han demostrado a los expertos militares que en una guerra convencional, Estados Unidos se fumaría a Rusia. El ejército ruso ha sido pasmosamente lento y tambaleante, y al mismo tiempo ha causado indignación internacional por su matanza de niños y civiles a la fuga.
El presidente Joe Biden y sus generales se enfrentan a su propio momento existencial de “ser o no ser”, con preguntas sumamente difíciles. ¿Dónde marcamos la línea roja? ¿Los Javelins están bien pero los MiG es ir demasiado lejos? ¿Cómo hacemos todo lo posible para ayudar a Ucrania sin incitar a un sádico y desquiciado como Vladimir Putin a iniciar la Tercera Guerra Mundial y una conflagración nuclear?
A pesar de la amenaza, debemos apoyar a Ucrania en lo que su embajadora en Estados Unidos, Oksana Markarova, llama “el momento de 1939″ del bien contra el mal.
Como tuiteó el viernes Illia Ponomarenko, reportera de The Kyiv Independent (y me permito omitir los insultos): “Me pregunto cuántas ciudades ucranianas necesita bombardear Rusia para que Occidente se dé cuenta de que cada vez que se niega a darle a Ucrania un arma por ‘miedo a provocar Putin’ está invitando a una escalada aún mayor de la guerra”.
George Pataki, exgobernador de Nueva York, está en Ucrania, cerca de Hungría, ayudando a los refugiados, y dice lo siguiente:
“Cuando les preguntamos a los ucranianos lo primero que quieren, siempre contestan lo mismo: que cerremos los cielos, porque las familias, los hogares y las ciudades están siendo devastados desde arriba por los rusos. Y es muy decepcionante no poder acceder a ese pedido. Entiendo que la zona de exclusión no podemos crearla nosotros, pero deberíamos brindarles el apoyo material que establezcan su propia zona de exclusión aérea ellos mismos.”
Haciéndose eco de nuestros líderes militares, Michael McFaul, exembajador en Rusia, le dijo a Stephen Colbert el jueves por la noche que una “zona de exclusión aérea es un eufemismo para una declaración de guerra, porque implica que un piloto estadounidense derribe a un piloto ruso, y eso es una declaración de guerra”. McFaul dice que a Ucrania hay que darle todo, recursos y armas, menos eso.
Las debacles atenuadas de Irak y Afganistán dejaron hartos de cualquier conflicto a la mayoría de los norteamericanos, pero este no es momento de recluirnos en nosotros mismos.
La verdad que Biden se encuentra en una posición horrible, donde tiene que lidiar con un demonio irracional y desalmado que tiene más de 4000 armas nucleares y que cree que puede volver a pegar el imperio soviético con la sangre de inocentes.
Como dijo Hamlet, el opresor está equivocado.
Por Maureen Dowd
Traducción de Jaime Arrambide
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