Vladimir Putin se toma su tiempo, pero para Ucrania el reloj no se detiene
Ucrania siente la presión de sus aliados de Occidente para lograr una victoria inmediata en su largamente anunciada contraofensiva, pero Putin no parece tener el menor apuro y apuesta al largo plazo
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WASHINGTON.- Ambos ejércitos tienen tanques, artillería y decenas de miles de soldados listos para enfrentarse en batalla en la largamente anunciada contraofensiva de Ucrania contra Rusia. Pero hay un elemento que claramente diferencia a los dos bandos: el manejo de los tiempos.
El tema es que Ucrania es objeto de acuciantes presiones de sus defensores de Occidente, ya que para Estados Unidos y sus aliados la esperada contraofensiva es una prueba crucial para determinar las armas, el entrenamiento y las municiones que le han enviado al país en los últimos meses logran traducirse en un avance concreto y significativo en el campo de batalla.
Si los ucranianos no cumplen con esas expectativas, el apoyo de Occidente podría debilitarse. El asunto ya es fuente de preocupación para los máximos funcionarios del gobierno de Kiev, que saben que más allá de la capacidad y el ingenio militar en el campo de batalla, en última instancia el resultado de la guerra será una competencia de largo aliento entre la determinación de Rusia y la de Occidente: ganará el bando que logre concentrar mayor poder político, económico e industrial a largo plazo, tal vez durante años.
Por eso en Ucrania sienten que para ellos el reloj está corriendo.
“En los países que son nuestros aliados, nuestros amigos, la expectativa por la contraofensiva está sobreestimada, incluso diría que está inflada”, dijo la semana pasada en una entrevista el ministro de Defensa ucraniano, Oleksiy Reznikiv. “Nada me preocupa más que eso”.
Pero la expectativa de un éxito militar es sólo una de las presiones que sufre Ucrania. A eso se suma la amenaza de las elecciones presidenciales del año próximo en Estados Unidos, donde podría ocupar el gobierno una nueva administración republicana mucho menos dispuesta a prestar apoyo.
Por su parte, el presidente Vladimir Putin enfrenta sus propios problemas, y más allá de sus limitaciones económicas y militares, parece moverse con un marco temporal a mucho más largo plazo, libre de las presiones políticas internas que ponen en riesgo la continuidad del apoyo de Occidente a Ucrania.
Tras la movilización masiva de 300.000 reservistas en septiembre pasado, Putin ya está preparando el terreno para un nuevo reclutamiento, con una modificación de las leyes que permitirá que el gobierno reclute nuevos hombres a través de una “convocatoria digital” online.
En conversaciones privadas, el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, dijo estar decidido a prepararse para el largo plazo, comprometiéndose a reclutar la cantidad de hombres que haga falta y enfatizando que Rusia tiene una reserva de hasta 25 millones de hombres en edad de combatir, según un alto funcionario europeo.
Las presiones sobre la economía rusa son cada vez más acuciantes, y a su sector de defensa, como al de Occidente, le está costando sostener el flujo de material bélico para el frente de batalla. De hecho, la ansiedad del Kremlin por la contraofensiva ucraniana está latente. El viernes, Yevgeny Prigozhin, dueño del grupo mercenario Wagner, criticó a los líderes militares rusos por la falta de municiones y amenazó con retirar a sus fuerzas del asedio de la ciudad de Bakhmut si la situación no se regulariza en los próximos días.
Pero Putin ha declarado que el esfuerzo bélico es de máxima prioridad y de interés vital para su país, y en el discurso de Año Nuevo les dijo a los rusos que “tenemos que seguir adelante, luchando” contra las democracias occidentales que intentan destruir a Rusia.
“Claramente los cálculos del Kremlin son que Rusia tiene más resiliencia que Occidente”, dice Thomas Graham, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores, que entre 2004 y 2007 se desempeñó como director para Rusia en el Consejo de Seguridad Nacional del gobierno norteamericano.
“Los rusos toman en cuenta nuestros ciclos electorales”, apunta Graham. “¿Quién sabe qué va a pasar en 2024 en Estados Unidos? El apoyo a largo plazo del pueblo norteamericano a Ucrania no está claro . En ese sentido, el Kremlin y Putin consideran que el tiempo juega a su favor.”
Mientras tanto, en vísperas de la angustiante contraofensiva, el gobierno de Ucrania se esmera por proyectar confianza, pero no demasiada.
Si se muestran demasiado ambiciosos o confiados, podrían despertar el temor de que Rusia responda con un ataque nuclear táctico. Por el contrario, si se muestran demasiado tímidos, enfrentan críticas por los miles de millones de dólares en ayuda militar que estarían desperdiciando en vano.
Los funcionarios ucranianos destacan los considerables éxitos que ya han conseguido: a principios del año pasado obligaron al ejército ruso a retirarse de Kiev, hundieron el Moskva, buque insignia de la flota rusa del Mar Negro, y recuperaron miles de kilómetros cuadrados de territorio con dos contraataques en la segunda mitad del año.
“Después de eso, el mundo está listo para la próxima etapa de esta contienda, si cabe usar esa metáfora deportiva”, señaló el ministro de Defensa ucraniano en la misma entrevista.
“Ucrania tiene muchos países que la apoyan y quieren nuestra victoria”, dijo Resnikiv. “Por eso están esperando el próximo partido. Pero para nosotros no es una contienda deportiva. Para nosotros es un desafío serio, es la vida de nuestros soldados”.
Y agregó que hay que encuadrar la contraofensiva dentro del marco general de la guerra.
“Para mí, cada éxito que logramos en esta guerra se convierte en una nueva etapa, un nuevo paso en nuestro camino hacia la victoria”, dijo Reznikov. La contraofensiva, dijo, “será solo uno de los capítulos de esta guerra”.
Para la fase inicial de la contraofensiva los analistas militares anticipan un probable período de escaramuzas de exploración, amagues y ataques de largo alcance. Degradar las capacidades de combate del ejército ruso será tan importante como liberar territorio, señaló Reznikov.
Algunos analistas creen que los cálculos de Putin pueden cambiar si la contraofensiva ucraniana pone en jaque la península de Crimea.
“Según las encuestas, lo único que la opinión pública de Rusia no estaría dispuesta a negociar es el estatus de Crimea”, dice Max Bergmann, director del programa para Europa, Rusia y Eurasia del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales. “Si Crimea es bombardeada, para los rusos sería un fracaso y podría modificar el panorama”.
Es probable que Putin también esté enfrentando presiones internas desconocidas para el mundo exterior. En un sistema autoritario, las amenazas a la estabilidad de un gobierno suelen ser impredecibles.
Según Graham, Putin está obligado a conservar la lealtad de la élite empresarial, política y de seguridad, y señala que “es un error suponer que hoy por hoy Putin puede hacer lo que quiere”.
“Y para no quedar fuera de juego, hay instituciones y centros de poder que es imprescindible manejar, controlar y dominar”, concluye el analista.
Por Paul Sonne y Andrew E. Kramer
Traducción de Jaime Arrambide
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