Violenta apertura de la reunión del G8
GENOVA.- Cinco y media de la tarde en piazza Alimonda, "zona amarilla" de una ciudad transformada en un dramático campo de batalla que ayer cobró una víctima mortal. Mientras en el salón de deliberaciones los líderes de las siete primeras potencias industriales otorgan un "felicitado" a la Argentina por sus esfuerzos por superar su crisis financiera, en las calles, en medio del caos, los gritos, las vidrieras de los comercios rotas, las columnas de humo, los autos en llamas y las cargas de la policía antimotines, un activista yace tirado en la vereda, sobre un charco de sangre.
El joven llevaba un pasamontaña negro, parte del uniforme de los más extremistas, y cargaba un matafuefo. Cuando alguien se lo levanta, su rostro está ensangrentado. Tiene impactos de un arma de fuego, y la mirada perdida en el vacío: la mirada de la muerte.
Pese a que los organizadores del G8 quisieron evitar a toda costa una escena así, no hubo nada que hacer: un italiano de 23 años fue muerto por un disparo de un policía que perdió la cabeza fue el trágico saldo de la primera jornada del G8. La cada vez más conflictiva reunión de los ocho países más poderosos de la Tierra, que en Génova pasará a la historia por ser la primera en cobrarse una víctima mortal, y por ser, muy probablemente, la última en realizarse.
El joven que perdió la vida se llamaba Carlo Giuliani. Era de Roma, pero residente en Génova, e integraba un grupo llamado "punk bestia". Pertenecía a una familia modesta y vivía de limosna, junto a sus perros.
Nunca antes, en los desórdenes que se habían registrado en reuniones internacionales -como la última de Gotenburgo, y las anteriores de Niza, Praga, o mismo en la primera de todas, en Seattle-, los choques entre los globalifóbicos y la policía habían degenerado en la inútil pérdida de una vida humana.
Pese a que en un primer momento no resultaba claro cómo había muerto el militante -algunos decían que había sido por un disparo de gas lacrimógeno, o por un cascotazo-, según las imágenes que pudieron verse después, el chico murió a raíz de disparos de un arma de fuego. Como se vio claramente en la secuencia fotográfica que mostró un noticiero de TV, éstos salieron del interior de un jeep azul de los carabineros. El vehículo estaba siendo tomado por asalto por un grupo de extremistas, en medio de brutales choques. En las imágenes se ve claramente que Giuliani, que tenía los brazos recubiertos con planchas de gomapluma (como la mayoría de los más extremistas), intentaba arrojar un extinguidor contra el vehículo de los carabineros, mientras un compañero rompía los vidrios del rodado con un listón de madera.
Mientras que funcionarios del gobierno se esforzaron en sostener que la acción del agente "fue en legítima defensa", voceros de los militantes antiglobalización acusaron a las fuerzas del orden de "tirar a matar".
Lo cierto es que el impresionante blindaje de Génova y los 20.000 hombres desplegados para contener el anunciado asalto de los manifestantes a la "fortaleza" de los ocho poderosos, no lograron parar la violencia. Lo único que evitó fue que nadie lograra sortear la "zona roja", es decir los alrededores del elegantísimo Palazzo Ducale donde se reunieron los jefes de Estado y de gobierno de Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Francia, Japón, Alemania, Italia y Rusia. Pero el estado de sitio trasladó los desórdenes en la más alejada zona amarilla, donde poco después del mediodía se desató una verdadera guerra. Según pudo constatar esta cronista, entre gases lacrimógenos y corridas, la violencia comenzó cuando los Black Blocks, virtuales "global warriors" de distintas nacionalidades, anarquistas y extremistas famosos por su poder de destrucción y organización, empezaron a romper todo lo que veían a su paso.
Violencia desatada
Los Black Blocks estaban en su mayoría vestidos de negro, encapuchados, algunos con rodilleras y escudos de gomapluma, otros con antiparras de esquí y cascos. Armados con palos, barras de metal y excitadísimos, los extremistas empezaron a arrasar las vidrieras de bancos, cajeros automáticos y comercios varios, y a dar vuelta e incendiar contenedores de basura, autos, canteros y hasta cabinas telefónicas. No pasó demasiado tiempo hasta que llegó la policía antimotines con máscaras antigás, escudos, cachiporras y blindados y todo degenerara en una batalla campal que duró varias horas y se cobró más de 170 heridos. Entre ellos, una manifestante y un policía en estado grave.
"Esto pasa porque no nos dejan manifestar libremente", dijo a LA NACION en medio del caos Carlo, un joven venido desde Pescara para "protestar pacíficamente" contra el G8. En medio del descontrol se veían escenas propias de la intifada: escudándose detrás de barricadas humeantes, algunos tiraban piedras con hondas. En tanto, los globalifóbicos pacíficos, que eran mayoría, insultaban y trataban de parar la furia de los temidos Black Blocks. En medio de la batalla campal algunos jóvenes armaban cigarrillos de marihuana y bailaban al ritmo de la música reagge. Esto, mezclado con los helicópteros en el cielo, las ambulancias, las tanquetas y las sirenas, completaba un cuadro delirante e inimaginable en una reunión de los ocho países más poderosos del planeta.
En un ambiente tenso, con falsas alarmas de bomba, muchos exponentes políticos y voceros de los antiglobalización hasta exigieron un fin anticipado del G8. Aunque esta opción fue descartada, el presidente italiano, Carlo Azeglio Ciampi, y el premier, Silvio Berlusconi, con caras sombrías, se vieron obligados a salir a pedir un cese de la violencia. Enlutada y en estado de shock, Génova teme que hoy haya nuevos disturbios.
Deliberaciones y furia callejera
Tensa cumbre en una ciudad sitiada
Mientras los presidentes y jefes de gobierno de los países más industrializados deliberaban en el Palazzo Ducale, las calles de Génova se vieron invadidas por cientos de manifestantes antiglobalización, quienes se trenzaron en una verdadera batalla campal con las fuerzas de seguridad. Fueron escenas ya vistas en Seattle, Quebec y en otras ciudades, y que esta vez dejaron la primera víctima mortal.
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