Con tesoros artísticos y arquitectónicos en su interior, la impactante vivienda fue valuada en 533 millones de dólares; más de 38.000 personas quieren que la compre el Estado pero es probable que éste no cuente con los fondos para concretar la operación
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“Le dije a la magistrada que no tenía precio, desde el punto de vista cultural; me dijo que tenía que pensar en una cifra”, contó Alessandro Zuccari, profesor de la Universidad Sapienaza de Roma. Le habían encargado ayudar a establecer el valor monetario de Villa Aurora, propiedad de la familia Boncompagni Ludovisi durante 400 años.
¿Cómo establecer el valor de un lugar único, declarado patrimonio nacional, en el que al menos nueve de sus habitaciones tienen sus techos pintados por los principales artistas del siglo XVI, entre ellos el único mural hecho por el visceral, influyente y magnífico Caravaggio?
¿Qué precio le asignás a una casa construida en un terreno donde una vez vivió Julio César, que tiene una escultura de Miguel Ángel en el jardín, una escalera de caracol diseñada por el arquitecto Carlo Maderno —quien hizo la fachada de la basílica de San Pedro— y un telescopio que Galileo Galilei le regaló a la familia Ludovosi?
Estas y otras joyas artísticas, además de una rica historia, la hacen invaluable. Sin embargo, una tóxica disputa provocó una orden judicial para venderla.
La villa
De 1622 a 1886, los Ludovisi y luego los Boncompagni Ludovisi crearon y mantuvieron la residencia privada más grande (en su forma final, 36 hectáreas o 89,6 acres) y más magnífica dentro de los muros de Roma: la Villa Ludovisi.
Era un vasto complejo de jardines y edificios creado sobre terrenos adquiridos por el poderoso cardenal Ludovico Ludovisi en 1621, en el que el conocedor y patrón de las artes albergó una famosa colección de antigüedades.
El casino di Villa Boncompagni Ludovisi, conocido como Villa Aurora o Casino dell’Aurora es último vestigio de esa afamada villa.
Había sido construida como un refugio de caza en 1570, y su dueño anterior, el cardenal Francesco Maria Del Monte, fue quien le encargó a Caravaggio en 1597 que adornara el techo de su laboratorio de alquimia.
El artista pintó en 2,75 metros de ancho de yeso con óleo una escena en la que aparecen los dioses Júpiter, Neptuno y Plutón, representando los tres elementos que Del Monte usaba en sus experimentos alquímicos: aire, agua y fuego.
Júpiter aparece moviendo un orbe translúcido estampado con los signos del zodíaco, y la Tierra y el Sol abajo. La mitológica obra fue cubierta y solo redescubierta en 1968 durante unas renovaciones.
Más tarde, el nuevo dueño, el cardenal Ludovisi, contrató a Carlo Maderno —uno de los padres de la arquitectura barroca— para que reconstruyera el lugar y le dio a Giovanni Francesco Barbieri (1591-1666), más conocido como Guercino, uno de los techos de la planta baja para que lo usara como lienzo.
El artista barroco pintó, en vibrantes azules y rojos, a la diosa del amanecer, Aurora, surcando el cielo en su carroza y arrojando flores mientras le abre el paso a la luz del sol. Su fresco le dio el nombre a la villa.
Como si eso fuera poco, hay frescos del pintor flamenco Paul Bril, así como de los italianos Giovanni Battista Viola, Domenichino, Giovanni Valesio y de Antonio Circignani, conocido como il Pomarancio.
Además de lo que está en las paredes, hay una vertiginosa variedad de artículos históricos, entre ellos decenas de miles de documentos de gran valor, incluidas cartas escritas por la última reina de Francia, María Antonieta.
Galileo, según archivos, hizo observaciones astronómicas en la década de 1620 desde las logias de sus azoteas, las mismas en las que, tres siglos más tarde, el escritor británico-estadounidense Henry James disfrutaría de vistas panorámicas de la Ciudad Eterna “contra un cielo de zafiro descolorido”, como contó en sus memorias “Horas italianas” (1909).
James no fue el único gigante literario que la visitó; antes de que se desmembrara, la Villa Ludovisi, con sus exuberantes jardines, fuentes y estatuas era una escala obligatoria a lo largo de los siglos para artistas, escritores, músicos y viajeros adinerados.
Por ella se pasearon el novelista ruso Nikolai Gogol, el francés Stendhal —quien escribió sobre pasear “con deleite entre las grandes avenidas de árboles verdes”— y el alemán Goethe —a quien le gustó tanto una estatua de la diosa Juno que la hizo copiar para su casa en Alemania.
En la década de 1880, gran parte de la propiedad fue vendida y en ella se construyó via Veneto y sus alrededores, uno de los más glamorosos distritos comerciales del mundo.
El palacio principal de la familia, el palazzo Margherita, eventualmente se convirtió en la embajada de Estados Unidos.
Lo que quedaba de toda esa riqueza cultural —Villa Aurora— fue heredada por el príncipe Nicolò Boncompagni Ludovisi, nacido en 1941.
El príncipe
Su Alteza Serenísima era jefe de una de las familias nobles más antiguas y distinguidas de Italia, undécimo bisnieto del Papa Gregorio XIII Boncompagni (1572-1585), quien introdujo el Calendario Gregoriano, y el décimo bisnieto del Papa Gregorio XV Ludovisi (1621-1623), quien fundó el sistema moderno de elecciones papales.
Los Boncompagni Ludovisi cuentan numerosas figuras destacadas en la Iglesia católica, la política europea e italiana, la ciencia y las artes.
Durante dos siglos y medio, la familia también mantuvo una de las colecciones de escultura antigua más grandes e importantes jamás reunidas.
El príncipe Nicolò estudió ingeniería química en Suiza, hablaba siete idiomas y tenía muchos intereses.
Entre otras cosas, desarrolló la cantera de toba más grande del mundo en Riano, al norte de Roma, y se dedicó a comprar y restaurar propiedades históricas en la ciudad de Roma.
Pero a Villa Aurora sólo la empezó a restaurar después de conocer a su tercera esposa, la princesa Rita Boncompagni Ludovisi.
La princesa
En enero de 2003, Rita Jenrette (nacida Carpenter), entonces corredora de bienes raíces en Manhattan, voló a Roma con un cliente interesado en construir un hotel en una de las propiedades del príncipe en las afueras de la actual capital italiana.
El negocio inmobiliario era el más reciente giro de la variada y colorida carrera de esta texana cuyo currículum incluye haber sido investigadora del Partido Republicano y del Congreso de Estados Unidos, así como cantante de música country, modelo, actriz galardonada con el premio Drama Logue Critics Award, autora de dos libros —uno de ellos fueron sus memorias de gran éxito de ventas— y periodista de la cadena Fox.
Fue también esposa John W. Jenrette Jr., un demócrata de Carolina del Sur que fue uno de los miembros del Congreso encarcelados por aceptar sobornos en la operación Abscam del FBI de la década de 1980.
En medio de ese escándalo, posó desnuda para la revista Playboy y reveló, en la entrevista que acompañaba las fotos, detalles sobre una ocasión en la que ella y su esposo tuvieron relaciones sexuales en las escaleras del Capitolio durante un descanso de una sesión de la Cámara de Representantes, lo que causó gran alboroto.
Tras divorciarse de Jenrette, Rita empezó, en 1994, la que sería una exitosa carrera en bienes raíces, y ese año en el que conoció al príncipe Nicolò completó un Programa de Gestión Ejecutiva en la Escuela de Negocios de Harvard.
Amor
A juzgar por lo que dicen ambos en un video de producido en memoria del príncipe Nicolò, fue amor a primera vista.
“Me quitó el aliento... No lo podría describir de otra manera”, dice el príncipe. “Me impresionó su inteligencia y su belleza... Todo”.
“Llamé a mi mejor amiga”, cuenta la princesa Rita. “Le dije: ‘Sé que suena insensato’. Yo tenía una carrera en Nueva York con ingresos de seis y siete cifras. ‘Pero este hombre me removió algo por dentro. Es tan maravilloso’”.
Rita se mudó a Roma y ese mismo año quedó prendada de algo más: Villa Aurora.
Para ese entonces, estaba en ruinas, así que convenció al príncipe de que la restauraran. Tras años de negociación con el gobierno italiano, que designó la casa como tesoro nacional, en 2009 finalmente comenzó la labor para reversar el efecto del descuido de años.
El agua había dañado desde los frescos hasta las antiguas estatuas del jardín, algunas de las cuales datan del año 500 a.C. Entre otras cosas, hubo que poner un techo nuevo, reparar el exterior y devolverle el color crema con un poco de rosa original.
La pareja se fue a vivir en el hogar ancestral de los Boncompagni Ludovisi. Además de la restauración, los príncipes digitalizaron los archivos y abrieron la casa a un público que nunca había tenido la oportunidad de ver los tesoros que albergaba.
La princesa misma servía de guía en los tours. Pero en marzo de 2018, el príncipe Nicolò murió.
La disputa
En su testamento, le dio a su esposa el derecho a permanecer en la propiedad por el resto de su vida; en caso de que se vendiera, las ganancias se dividirían entre ella y sus hijastros.
Pero los tres hijos de su primer matrimonio disputaron su derecho a permanecer en la villa, no se pudo llegar a un acuerdo entre las partes y un tribunal dictaminó que se debía realizar una subasta.
Es por eso que ese lugar de un valor inestimable se tornó en un inmueble como cualquier otro, con un espacio habitable de 3.000 metros cuadrados y un jardín paisajístico, al que había que fijarle un precio base para venderlo con el golpe de un martillo.
La cifra que le habían pedido a Zuccari que ayudara a pensar terminó siendo 533 millones de dólares, el 65% de ella por el fresco de Caravaggio. Además de eso, el anuncio del remate dejaba claro que el comprador sería responsable de unos US$11,5 en reparaciones.
De haberse vendido, habría sido la propiedad residencial más cara jamás vendida en subasta. Pero en vez de ofertas, el pasado 18 de enero lo único que hubo fue silencio. Se espera otro intento de venta en abril, con un recorte del precio del 20%.
Entre tanto, más de 38.000 personas firmaron una petición pidiendo que el Estado compre la villa para que sus muchos tesoros puedan estar a la vista del público.
La ley italiana le da al Estado la opción de comprar la propiedad, pero sólo después de que se haya realizado la subasta y por el mismo precio. Sin embargo, es posible que el gobierno italiano no tenga los fondos para comprarlo, ni siquiera al precio reducido.
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