Viganò, el "exterminador de papas" que con sus intrigas quiere hacer caer a Francisco
ROMA.- "El exterminador de papas". Así llaman algunos al arzobispo Carlo María Viganò, el exnuncio que volvió a saltar a la fama mundial al pedir la renuncia de Francisco en una explosiva carta de 11 páginas en la que lo acusa, junto a varios otros miembros del Vaticano , de haber encubierto durante años a un cardenal.
Viganò, en efecto, ya se había hecho famoso por escribir otras epístolas-bomba. Hace más de siete años, fue de su mano que salieron las notas que desencadenaron el denominado Vatileaks, el escándalo de filtración de documentos reservados del despacho de Benedicto XVI , que algunos creen que llevó al papa alemán a tirar la toalla el 11 de febrero de 2013.
¿Pero quién es, en verdad, Carlo María Viganò? Hombre de intrigas, acostumbrado a las internas vaticanas, nació el 16 de enero de 1941 en la ciudad de Varese, al norte de Italia, en una familia muy rica, de industriales del acero. Miembro de esa línea conservadora de la Iglesia Católica que desde el principio quedó descolocada con el estilo pastoral y reformista de Francisco y le declaró la guerra, se ordenó sacerdote en 1968. Doctorado en derecho civil y canónico, ingresó al servicio diplomático de la Santa Sede en 1973 y trabajó luego en las legaciones de la Santa Sede en Irak y el Reino Unido. En 1992, fue nombrado nuncio apostólico en Nigeria y arzobispo de Ulpiana por Juan Pablo II .
Al regresar al Vaticano, en 1998 ingresó en la Secretaría de Estado como delegado para las representaciones pontificias, función que mantuvo hasta que en 2009 Bendicto XVI lo designó secretario general del "governatorato" del Vaticano –ente que maneja las licitaciones, entradas y demás obras del mismo-, para que pusiera orden en sus cuentas, un virtual agujero negro.
Desde este rol, dos años más tarde Viganò aseguró haber destapado una olla de negocios y de corrupción inauditas, algo que le hizo cosechar muchos enemigos adentro de la Curia vaticana, que comenzaron a moverse para removerlo del cargo.
Fue por eso que Viganò le escribió el 27 de marzo de 2011 al Papa una epístola-bomba, con la que hacía un desesperado intento de echar por tierra una "conjura interna" por la que algunos trataban de borrarlo de su cargo, enviándolo fuera de Roma. "Un traslado mío provocaría desconcierto en quienes creyeron que fuera posible resanear tantas situaciones de corrupción y prevaricación", le escribió Viganò a Benedicto. "Nunca me hubiera imaginado encontrarme frente a una situación tan desastrosa" e "inimaginable", "conocida por todos en la Curia", indicó el arzobispo en otra nota llamativa.
Destierro del Vaticano
La facción de la curia que quería que Viganó se fuera –liderada por el entonces cardenal Tarcisio Bertone, número dos de Benedicto-, prevaleció. Ambicioso como nadie, Viganó fue designado nuncio (embajador del Vaticano) en Washington, un cargo por cierto importantísimo, pero, en este caso, inscripto en el clásico mecanismo del promoveatur ut amoveatur del Vaticano, en latín, promovido para ser removido.
Viganò, que no quería irse, sino quedarse y ser nombrado cardenal como premio a su labor de supuesta limpieza, también le escribió a Benedicto: "Me angustia, además, el hecho de que, teniendo lamentablemente que cuidar personalmente a un hermano mío, también sacerdote, que padeció un ACV que lo está debilitando progresivamente, yo deba irme".
Lorenzo Viganó, su hermano, que es un jesuita biblista, hizo saber luego de que se trataba de una mentira enorme: "Es verdad que tuve un ACV, pero luego me recuperé. Lo que le escribió Carlo María al Papa es falso no sólo porque no se ocupaba de mí personalmente, sino que no nos veíamos desde 2009". Lorenzo Viganò detalló que rompió con su hermano arzobispo luego de peleas por una herencia millonaria que incluso llegaron a la justicia.
Como nuncio en Estados Unidos, enseguida tomó partido y se puso del lado de los llamados "cultural warriors". Es decir, de los obispos más conservadores, identificados con la derecha republicana, contrarios a las políticas del entonces presidente demócrata Barack Obama , y obsesionados con el aborto y los gays.
Trampa a Francisco
Cuando fue electo Francisco, un outsider que dejó boquiabiertos a los más conservadores con su estilo y palabras, naturalmente se plantó del lado de los adversarios y acérrimos críticos de un pontificado preocupado por volver a la esencia del Evangelio, a través de una Iglesia que acompaña a los últimos, a los excluídos y a los migrantes, y que no condena.
Probablemente alentado por el mismo grupo que lo incitó a escribir ahora una nueva carta-bomba contra Francisco y casi todos quienes fueron durante su larga carrera sus jefes, a fines de 2015 urdió una trampa que casi arruina el triunfal viaje de Jorge Bergoglio a Estados Unidos. Durante una recepción en la nunciatura Viganó organizó un encuentro –aunque fugaz- del Papa con Kim Davis, famosa líder antigay, funcionaria del Estado de Kentucky, fundamentalista protestante, que rechazaba celebrar los matrimonios homosexuales aunque fueran legales. Al salir a la luz, manipulado, ese saludo, estalló un gran revuelo.
No por nada cuando, en enero de 2016 Viganó, como es norma, presentó su renuncia al cumplir los 75 años, Francisco se la aceptó casi enseguida (el 12 de abril). Al volver a su país, el arzobispo hubiera querido retirarse en una residencia en el Vaticano. Pero su deseo no fue satisfecho, algo que aumentó su resentimiento y deseos de "vendetta".
Al comentar la bomba hecha estallar ahora por Viganò con la carta en la que acusa al Papa y a exsecretarios de Estado de sus predecesores de encubrir durante años al excardenal estadounidense Theodore McCarrick, el historiador católico italiano, Alberto Melloni, no tuvo dudas. "Es claro que alguien hizo de un pollo un cuervo", escribió Melloni en el diario La Repubblica.
"Atacar al papa Francisco al final de su viaje irlandés a seis días de su carta al pueblo de Dios, a un mes de retirarle el birrete cardenalicio a McCarrick, antes de la llegada del nuevo sustituto y del regreso del secretario de Estado –aseguró-, oculta un diseño que nada tiene que ver con la pedofilia, sino con el intento de soldar el integrismo anti-bergogliano con el fundamentalismo político católico".
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