“Vieron el infierno”: cómo es el centro de rehabilitación ucraniano que aloja soldados heridos en la guerra
Tiene 30 pacientes con lesiones o traumas y tiene salas para diversas fisioterapias, para aprender a caminar con prótesis, hacer ejercicios de rehabilitación e incluso para volver a aprender cosas tan simples como comer con una cuchara, o cocinar
KIEV.- Aunque ya no tiene su pierna izquierda, Volodimir todavía la siente. Y le duele horrores. Es el llamado “dolor fantasma”. Después de que una de las extremidades ha sido amputada, es esa terrible sensación de sentir como si la extremidad aún estuviera ahí.
Volodimir es uno de los 30 pacientes de un centro de rehabilitación modelo, de los más innovativo que se inauguró el 22 de mayo pasado en un sector de un hospital de esta capital que no podemos identificar por cuestiones de seguridad. Vestido con los colores de la bandera ucraniana, remera amarilla y pantalón corto celeste, Volodimir cuenta que trabajaba como diseñador de muebles en esta capital antes de que comenzara la invasión a gran escala de Vladimir Putin, una guerra que ha destrozado a Ucrania física y anímicamente.
De 47 años, casado y padre de una niña de 11 años, cuando le llegó el aviso de movilización no tuvo dudas y fue a enrolarse.
Cayó herido muy gravemente a fin de abril pasado cerca de Bakhmut, localidad del Donbass que estuvo durante meses al centro de feroces combates. Perdió un ojo, la pierna izquierda, que debió ser amputada y que aún siente como si estuviera ahí y lograron salvarle la pierna derecha, que también le duele horrores. Como tiene todos los huesos rotos, ostenta un aparato de fijación que parece un arma de tortura, que deberá llevar entre dos y tres meses. “Me tira todo, me duele, es obvio”, dice, sin quebrarse.
Cuando le preguntamos a Volodimir cómo se siente, no tiene dudas. Más allá de esos dolores fantasma, contesta que no está mal anímicamente, que nadie tiene que tenerle lástima: “me siento un héroe”, asegura.
Como la gran mayoría de militares heridos en esta guerra y que sufrieron amputaciones -que son miles, aunque no se sabe exactamente la cifra porque es información secreta-, Volodimir asegura que apenas pueda, apenas logre rehabilitarse después de que le pongan una prótesis en la pierna izquierda -una recuperación para la que necesitará muchos meses-, volverá al frente.
¿Por qué? “Porque tengo la sensación de que algo no terminó y en la guerra hay que terminar las cosas”, contesta Volodimir, que cuenta que “por supuesto está en contacto con sus camaradas”, que entienden que, al momento no puede regresar y que hará falta mucho tiempo para su recuperación.
¿Qué piensa de esta guerra? “Yo pienso que esta guerra no se puede terminar sin una victoria, esto es lo que puedo decir. Sí, dan lástima todos los muchachos que están en las batallas, sí, se entiende que va a ir muriendo más gente, pero esta guerra hay que terminarla con una victoria”.
Si dentro de unos años llegara a encontrarse con un soldado ruso ¿qué le diría? “Nosotros no tenemos de qué hablar, con ellos no se puede hablar. Los rusos no son humanos, no se puede hablar con esta gente”.
“Estabilización psicológica”
Volodimir, que por ser militar no quiere ni puede dar su apellido, es uno de los pocos pacientes que acepta hablar y ser fotografiado y filmado. “Entró ayer a nuestro centro, lo trajeron de otro hospital de rehabilitación y comenzamos a trabajar un poco con la rodilla y el pie de su pierna derecha, pero falta mucho para que pueda ponerse una prótesis en la pierna amputada”, indica Rostyslav Andrusenko, médico de rehabilitación al frente de este sector. “También estamos trabajando en su estabilización psicológica porque sigue emocionalmente muy impactado”, agrega el experto, que nos acompaña en una recorrida por el lugar.
“Obviamente muchos tienen traumas psicológicos, muchos están muy sensibles, muy perdidos y tienen también heridas anímicas muy fuertes. Tenemos psicólogos que hablan con ellos y si vemos que hay una persona muy en el límite lo derivamos a otro centro psiquiátrico más específico”, precisa.
El centro -al que logramos acceder gracias a la ONG ucraniana Transatlantic Dialogue Center y con la ayuda de la Fundación internacional International Renaissance Foundation-, es uno de los seis de vanguardia que se han inaugurado en los últimos meses en diversas ciudades de Ucrania gracias a un proyecto llamado “Recovery”. Este fue puesto en marcha por la Fundación de Victor Pinchuk, multimillonario y filántropo ucraniano que vendió el año pasado una escultura del famoso artista Jeff Koons en 11,5 millones de dólares justamente para financiar esta obra.
“La cantidad de gente con heridas de guerra es tan grande que por no alcanzan los centros de rehabilitación que hay actualmente. Como todos los días sube la cantidad de heridos de guerra, también aumenta la necesidad de centros”, explica Svitlana Riabchenko, de la Fundación Pinchuk, al destacar que antes de fin de año se abrirán otros seis en todo el país. Incluso nos muestra cómo están ampliando este lugar, que en octubre contará con 20 camas más.
Impecable, el centro cuenta con todo lo necesario para la rehabilitación. Salas para diversas fisioterapias -con láser, magnetos, terapia eléctrica, ultrasonido, etc-, para aprender a caminar con prótesis, para hacer ejercicios de rehabilitación e incluso para volver a aprender cosas tan simples como comer con una cuchara, o cocinar. Hay cuartos individuales para los casos más graves, como un chico con trauma en espalda y piernas paralizadas, que permiten que los parientes puedan quedarse para atenderlo.
“Los 30 lugares están ocupados. Si hoy sale uno, enseguida entra otro. La necesidad es muy grande hay mucha demanda”, dice Andrusenko, que precisa que todos los heridos pasan antes por hospitales militares o centros de rehabilitación y van rotando de un lugar a otro.
Alrededor del hospital hay mucho verde, que ayuda mucho porque los pacientes pueden salir a pasear. Entre los casos más graves está el de Dima, un chico de 28 años que cayó herido en combate en octubre del año pasado con un trauma fuerte en la cabeza, que estuvo meses en coma farmacológico y que se ha vuelto un niño. Ya no habla ni hace nada solo.
“Trabajaba de mozo en un crucero en Estados Unidos, apenas empezó la guerra dejó todo y vino a Ucrania a pelear”, cuenta su mamá, Tania, mostrando la foto que tiene en el celular de cómo era antes su hijo.
“Nadie nos da un diagnóstico y estoy con él todos los días, no lo podemos dejar, es como un bebé, lo tenemos que levantar, hacer todo con él. El viernes le sacaron el catéter que tenía por la traqueotomía”, agrega, mostrando también filmaciones en que intenta enseñarle de nuevo el abecedario, ahora está con las vocales, o a dibujar.
“Dima llora cuando le hago escuchar los mensajes que le mandan sus compañeros de batalla”, cuenta su mamá, quebrándose.
Oriundo de la región de Poltava, Andrusenko, el jefe del centro de rehabilitación confirma eso de que la mayoría de los militares que se recuperan, pese a tener prótesis, quieren volver a combatir. “La mayoría quiere volver al frente y hacemos todo para que puedan hacerlo lo más rápido y mejor posible. A los pacientes no los detienen las prótesis, ellos quieren volver”, afirma.
Andrusenko, de 29 años, no oculta que es muy impactante trabajar allí. “Antes de la guerra me dedicaba a los temas de rehabilitación de la espalda y esto es muy distinto”, admite.
¿Cómo lo lleva? “Ahora tenemos una guerra y tenemos que ayudar a los militares que nos están defendiendo. Para todo nuestro equipo es duro trabajar con personas en este estado, que vieron el infierno y tienen heridas muy fuertes, pero estamos para esto, estamos para ayudar”.