Víctor Manuel Rocha, de máximo representante de EE.UU. en la Argentina y Bolivia a espía del régimen castrista
El exdiplomático norteamericano de 73 años arrestado y acusado tras una larga investigación del FBI de haber actuado durante décadas como un agente encubierto del gobierno de Cuba, estuvo a cargo de la embajada en la Argentina desde fines de 1997 hasta mediados de 2000
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WASHINGTON.- En marzo de 1998, el máximo representante de Estados Unidos en la Argentina se pronunció sobre uno de los temas políticos más candentes de ese momento: la posibilidad de que el presidente, Carlos Menem, se lanzara en busca de un tercer mandato, en contra de lo establecido por la constitución nacional. Atento a la sensibilidad política del asunto, el diplomático cuidó sus palabras al marcar la postura oficial: “Es una cuestión interna de la Argentina. Lo único que en estos momentos nosotros podríamos comentar es que existe una constitución y existe un compromiso del Presidente de ser fiel a esa constitución”, afirmó.
La frase pertenece a Víctor Manuel Rocha, el exdiplomático norteamericano de 73 años arrestado y acusado tras una larga investigación del FBI de haber actuado durante décadas como un agente encubierto del gobierno de Cuba. La denuncia, presentada en un tribunal federal en Miami, sostiene que, desde aproximadamente 1981, Rocha “apoyó secretamente a la República de Cuba y su misión clandestina de recopilación de inteligencia contra los Estados Unidos sirviendo como agente encubierto de la Dirección General de Inteligencia de Cuba”. A fines de los 90, Rocha fue el embajador interino en la Argentina.
Para cumplir con sus tareas de espionaje, Rocha se incorporó al Departamento de Estado, donde trabajó entre 1981 y 2002, en posiciones que le brindaron acceso a información clasificada. Su origen colombiano y su perfecto castellano lo convirtieron en un enviado ideal a América latina. Su primer trabajo fue en la mesa de Honduras, en Washington, y luego trabajó en las embajadas de Ciudad de México, Santo Domingo y La Habana, y en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. En 1997, Rocha llegó a Buenos Aires, donde primero se desempeñó como Deputy Chief of Mission y, desde octubre de ese año, como Charge d’Affaires. Durante ese último período, al no haber un embajador oficial, Rocha fue el máximo representante de Estados Unidos en el país. Su último cargo fue en Bolivia, donde se fue enfrentado con Evo Morales.
La denuncia del Departamento de Justicia indica que los trabajos de Rocha como diplomático “le brindaron acceso a información no pública, incluida información clasificada, y la capacidad de afectar la política exterior de Estados Unidos”. Luego de salir del Departamento de Estado, Rocha se involucró en otros papeles destinados a apoyar a los servicios de inteligencia de Cuba. Entre 2006 y 2012, Rocha fue asesor del comandante del Comando Sur de Estados Unidos, un comando conjunto del ejército de Estados Unidos cuya área de responsabilidad incluye a Cuba.
El trabajo clandestino de Rocha fue develado por un agente encubierto del FBI que se hizo pasar por un espía cubano. Rocha, indica la denuncia, admitió “décadas” de trabajo para Cuba, y cuando el agente le dijo que “un representante encubierto en Miami” cuya misión era “contactarle, presentarme como su nuevo contacto y establecer un nuevo plan de comunicación”, Rocha respondió “sí” y procedió a entablar una larga conversación en la que describió y celebró su actividad como agente de la inteligencia cubana. Rocha se refirió constantemente a Estados Unidos como “el enemigo”, elogió a Fidel Castro como el “Comandante” y se refirió a sus contactos en la inteligencia cubana como sus “compañeros”, indicó el Departamento de Justicia.
El fiscal General, Merrick Garland, dijo que la denuncia expone “una de las infiltraciones de mayor alcance y más duraderas” en el gobierno federal por parte de un agente extranjero.
“Alegamos que durante más de 40 años, Víctor Manuel Rocha sirvió como agente del gobierno cubano y buscó y obtuvo puestos dentro del gobierno de los Estados Unidos que le proporcionarían acceso a información no pública y la capacidad de afectar la política exterior de los Estados Unidos”, indicó Garland, según un comunicado del Departamento de Justicia.
Rocha fue acusado por el Departamento de Justicia de “conspirar para actuar como agente de un gobierno extranjero” sin haber notificado al Fiscal General; de actuar como un agente de un gobierno extranjero sin notificación previa al Fiscal General; y con el uso de pasaporte “obtenido mediante declaración falsa”.
Su paso por la Argentina no pasó desapercibido, y en junio de 2000 se retiró con la Orden de Mayo en el grado de Gran Oficial, un reconocimiento que fue otorgado por el gobierno de Fernando de la Rúa y entregado por el entonces vicecanciller, Horacio Chighizola. “Lo despedimos con nostalgia por todo lo hecho”, dijo Chighizola al hablar en nombre de De la Rúa, en un acto de despedida a Rocha realizado en la embajada de los Estados Unidos, según recopiló LA NACION. Su despedida reunió a varias personalidades del menemismo y el gobierno de la Alianza, incluidos Ricardo López Murphy, José Luis Machinea, Graciela Fernández Meijidi, y Jorge Domínguez y Carlos Corach.
Rocha estuvo involucrado en algunos episodios histó como la visita de Henry Kissinger a la Argentina, en 1998, que incluyó un viaje del exsecretario de Estado junto con el presidente Menem a su pueblo natal, Anillaco, en La Rioja. Y también en la visita de trabajo De la Rúa a Washington, a mediados de 2000, para reunirse con el entonces presidente, Bill Clinton, un momento de relaciones “sumamente cordiales entre nuestros países”, definió Rocha en una columna que escribió para LA NACION. Clinton alojó a De la Rúa en la Casa Blair, un gesto de cercanía. Rocha se mudó a Bolivia pocos días después, y dejó la embajada en manos de su sucesor, el embajador James Walsh.
Rocha dijo en su mensaje de despedida que el secreto de su labor había sido escuchar, y que creía que había sabido hacerlo, aun con gente cuyas ideas no hubiera compartido. “Heredé una relación que venía bien y la dejo mejor”, dijo, antes de afirmar que si su jefa, la entonces secretaria de Estado, Madeleine Albright, le hubiera preguntado quién querría que lo reemplazara, hubiera elegido a Walsh.
Ya en Bolivia, Rocha trastocó el final de la campaña presidencial que marcó la llegada de Evo Morales al poder al pedirle a los bolivianos, días antes de los comicios, que no lo votaran. Rocha aconsejó a los votantes que “abran sus ojos” y, sin nombrarlo, pidió el voto en contra del líder cocalero.
“Quiero recordarle al electorado boliviano que si eligen a los que quieren que Bolivia vuelva a ser un exportador de cocaína importante, que ese resultado pondrá en peligro el futuro de la ayuda de los Estados Unidos a Bolivia”, advirtió durante un acto público.
Evo Morales dijo que Rocha se había convertido “el mejor jefe de mi campaña electoral” y le agradeció los votos “antiimperialistas”.
Con la colaboración de Ilaria Landini
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