Víctimas del éxodo: cuatro chicos venezolanos murieron en lo que va del año
Yaelvis, Victoria y Keiler se han sumado en los últimos días a una larga lista de víctimas mortales, encabezada por el bebé Yodángel, uno de los primeros símbolos del horror por la emigración
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CARACAS.- A Yaelvis Santoyo Sarabia, de nueve meses, lo mataron los guardacostas de Trinidad y Tobago al disparar desde una embarcación militar contra un frágil peñero (embarcación pesquera de madera). A Victoria Lugo, de 7 años, se la llevó el río Bravo cuando cruzaba con su madre desde México a Estados Unidos. A Keiler Vargas, de 2 años, le faltó el oxígeno cuando viaja en ómnibus con su familia desde Bolivia y en dirección a Chile.
La tragedia no solo forma parte de la cotidianidad en Venezuela, también persigue con crueldad a sus emigrantes más allá de sus fronteras. Yaelvis, Victoria y Keiler se han sumado en los últimos días a una larga lista de víctimas mortales, encabezada por el bebé Yodángel, uno de los primeros símbolos del horror, a quien se le escapó la vida con dos meses cuando apenas comenzaba a vivirla.
Desde que estaba en el vientre de su madre, Yodángel ya era un emigrante que escapaba de su país en busca de una nueva vida. Murió de frío en el páramo colombiano, uno de los peores tramos de la ruta de los caminantes, que hoy sigue vigente pese a la propaganda triunfalista de Nicolás Maduro. Más de mil personas huyen a diario de Venezuela.
“Arde en el alma que sigan muriendo migrantes venezolanos en la toda la región cuando huyen de una dictadura”, denunció David Smonlansky, comisionado de la Organización de los Estados Americanos (OEA) para el tema migratorio.
El asesinato de Yaelvis conmocionó a la sociedad venezolana, que se enteró del suceso el pasado domingo. La Guardia Costera de Trinidad y Tobago, país aliado del chavismo que maltrata de forma sistemática a los emigrantes respaldado por el silencio de Caracas, disparó contra la “balsa” venezolana cargada con 20 emigrantes.
No solo mataron al niño, también hirieron a su madre y se llevaron a la hermanita del chico a uno de sus centros de detención, donde los venezolanos han denunciado los vejámenes que allí sufren. “Me mataron al muchachito, yo estoy herida también”, corroboró la mujer.
Los agentes dispararon contra el motor de la embarcación en “defensa propia”, pese a que se trata de una patrulla que parece un navío de guerra, un gigante de hierro frente a la barca. “Se utilizaron todos los métodos disponibles, incluido el uso del megáfono, la bocina del barco, el reflector y las bengalas, para tratar de detener la embarcación sospechosa. De acuerdo con los protocolos, a continuación se emplearon disparos de advertencia delante de la embarcación”, justificaron las autoridades, que han ordenado la apertura de una investigación.
Vía de escape
La ruta marítima hacia Trinidad y Tobago es una de las vías de escape de la diáspora venezolana, que ya suma entre seis y siete millones de emigrantes, la mayor del planeta. Organizaciones civiles y familiares de emigrantes han denunciado de forma constante lo que consideran es mal trato por parte de las autoridades de Trinidad y Tobago, incluso la semana pasada se supo que al menos tres niños venezolanos llevan un año detenidos. Más de un centenar de personas perdieron la vida en los últimos cuatro años en los distintos naufragios durante la peligrosa travesía marítima.
“Ningún niño o niña migrante debería morir jamás. Ninguna madre quiere poner en riesgo la vida de sus hijos en un pequeño barco en alta mar, a menos que no tenga otra opción”, protestó Jean Gough, directora regional de Unicef para América Latina y el Caribe. “Dos de cada tres venezolanos en movimiento son mujeres y niños. Este trágico evento es un claro recordatorio de que ellos son los más vulnerables entre los vulnerables. Merecen especial atención, protección y seguridad, en cualquier lugar y en cualquier momento”, añadió Gough.
Junto a Unicef han mostrado su consternación la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Todo ello ante una especie de silencio internacional, pese a la gravedad de lo ocurrido, denunciado por Amnistía Internacional (AI). “El trato inhumano a quienes necesitan protección demuestra una vez más la indolencia de los gobiernos”, clamó Erika Guevara-Rosas, directora para las Américas de AI.
“Venezolanos en esa isla han sido víctimas de disparos, deportaciones y naufragios. ¡Basta del maltrato hacia nuestros migrantes y refugiados por parte de un aliado de Maduro!”, denunció Juan Guaidó, el dirigente opositor y presidente encargado.
La revolución bolivariana mantiene buenas relaciones diplomáticas con Trinidad y Tobago, de hecho se trata de uno de sus aliados históricos en el Caribe. El gobierno de Caracas ha recibido en las últimas horas al nuevo embajador trinitario, Edmund Dillon, “para dar continuidad a las relaciones de cooperación y hermandad entre ambos países”.
“La revolución bonita es un niño asesinado en las costas de Trinidad y Tobago. Una madre herida de por vida. Una tragedia sobre otra. La desesperación de huir de un espanto para caer de bruces en otro”, apuntó el escritor Leonardo Padrón.
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