Viajar a Israel: por qué millones de turistas siguen eligiendo un destino en guerra y bajo ataque para sus vacaciones
El país recibe 2,5 millones de visitantes por año, la mayoría turistas religiosos atraídos por sus sitios sagrados; polémica por un proyecto de Netanyahu para construir una “Toscana” local
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“Peregrinación”, “sitio sagrado” y “lugar de oración” son palabras que deberían tener solo connotaciones pacíficas y espirituales... pero no es lo que ocurre en Israel, que desde hace décadas enfrenta un conflicto que en lo que va del año ya dejó 41 muertos. Y un reciente anuncio del nuevo ministro de Turismo amenaza con sumar más conflictividad a la región. Sin embargo, Israel sigue siendo el destino soñado y elegido por millones de pacíficos turistas religiosos que llegan desde todo el mundo.
¿Cuál es el atractivo de viajar como peregrino a un país en el que suceden a diario ataques armados, donde de forma rutinaria jóvenes soldados conscriptos y colonos judíos andan por las calles con sus fusiles al hombro como si fuera un bulto más, o los tienen al costado de su mesa mientras disfrutan con sus amigos en un McDonald’s?
Lo cierto es que la fe, que según dicen mueve montañas, parece ser impulso suficiente.
El año pasado Israel recibió unos 2,5 millones de turistas en un país con poco más de 9 millones de habitantes, con una superficie similar a la provincia de Tucumán. Y se estima que los peregrinos representan más de la mitad de los visitantes. Del total de turistas, según los datos oficiales de 2019, el 53,9% eran cristianos, 25,6% judíos, 2,6% de otras religiones y 1,4% musulmanes, y el resto no expresaba ninguna afiliación religiosa.
¿Qué es lo que buscan los peregrinos de las tres religiones monoteístas? Básicamente, ver, orar y tocar los lugares santos.
Turismo cristiano
Los principales atractivos se encuentran dentro de la Ciudad Antigua amurallada, un pequeño espacio que no llega a cubrir un kilómetro cuadrado.
En el caso de los cristianos, el lugar más sagrado en esa ciudadela es la Iglesia del Santo Sepulcro. Se trata de un enorme complejo con varias capillas en su interior, donde se supone que se encuentran los sitios en que Jesús fue crucificado, sepultado y luego resucitó. Al ingresar a ese complejo, por una escalera estrecha ubicada a la derecha del portón de entrada, se puede subir por ejemplo al Gólgota, la roca que en tiempos bíblicos estaba fuera de la Ciudad Santa y donde, según la Biblia, Jesucristo fue crucificado junto a dos malhechores. Prácticamente no hay momento del día en el que no haya allí algún cristiano orando y conmovido hasta las lágrimas luego de haberse arrodillado debajo del pequeño altarcito en la cima del Gólgota. Allí es posible meter la mano en un agujero y “tocar” la ancestral roca donde Jesús derramó su sangre.
Hay muchísimos otros sitios cristianos en la Ciudad Santa. Pero a la hora de sumar “experiencias”, fuera de Jerusalén, 200 km al norte, los peregrinos pueden vivir otra particular situación en Cafarnaúm, la antigua ciudad donde vivían San Pedro y otros discípulos. Como el lugar quedó abandonado con el correr de los siglos, solo hay unas pocas ruinas y la zona está deshabitada. Por eso el paisaje actual es totalmente natural como hace miles de años: un lago rodeado de montañas, sin construcciones alrededor. Los peregrinos tienen así la experiencia única de contemplar el mismo paisaje de los tiempos bíblicos, caminar por la orilla donde Jesucristo llamó a sus 12 apóstoles que trabajaban junto al Mar de Galilea, y meterse en las aguas donde, según las Escrituras, caminó Jesús.
Turismo judío
En el caso de los creyentes judíos, su principal experiencia religiosa en Jerusalén es tocar y orar en el Muro Occidental o Muro de los Lamentos, la única construcción que quedó en pie del Segundo Templo, tras su destrucción por parte de los romanos en el año 70. Para los judíos es el lugar accesible más sagrado de la Tierra y un viaje en el tiempo a una historia dos veces milenaria al sitio que simboliza la alianza perpetua entre Dios y su pueblo elegido.
Los visitantes, que siempre deben cubrirse la cabeza con un kipá para acercarse al muro sagrado, suelen introducir un pequeño papel con una plegaria entre las rendijas de la pared de 2500 años. Los creyentes elevan allí súplicas a Dios por el retorno de la diáspora judía, la reconstrucción del templo y la llegada del mesías.
De todas maneras, para los judíos, el verdadero lugar más sagrado de la Tierra, que no les es tan accesible, está atrás de ese muro, en el adyacente Monte del Templo (Explanada de las Mezquitas, para los islámicos) donde se encuentra la roca en la que, según la Biblia, Abraham se dispuso a sacrificar a su hijo Isaac como señal de obediencia a Dios, y donde el rey Salomón construyó el Primer Templo hace más de 3000 años.
Pero aquí es donde la experiencia de “tocar y orar” se torna compleja.
Según el acuerdo con las autoridades islámicas del lugar, los judíos pueden visitar el sitio en determinados momentos, pero tienen terminantemente prohibido orar allí. En el año 2000, la visita que hizo a la zona Ariel Sharon, entonces líder de la oposición de la derecha israelí, fue percibida como una provocación por los palestinos y dio inicio a la segunda Intifada (levantamiento palestino) entre 2000 y 2005.
Turismo islámico
Para los turistas islámicos. no es sencilla la visita a Israel. Quienes tienen pasaporte palestino -aunque posean adicionalmente otras nacionalidades- solo pueden entrar a Israel por tierra desde Jordania o Egipto y viajar estrictamente a la zona en la que tienen emitido el pasaporte (Cisjordania, Gaza o Jerusalén Oriental). De todas formas, en general los palestinos y muchos islámicos directamente no viajan a Jerusalén “para no someterse a los controles de las autoridades de ocupación israelí”, según explicó a LA NACION el encargado de Negocios de la Embajada de Palestina, Riyad Alhalabi.
Los islámicos de otros países -siempre que Israel tenga relaciones diplomáticas con esas naciones- no tienen mayores inconvenientes para ingresar a Israel por el aeropuerto de Tel Aviv, aunque un nombre árabe siempre despierta preguntas extra de las autoridades migratorias.
Sus sitios sagrados están en la Explanada de la Mezquitas, adyacente al Muro de los Lamentos. Allí se encuentran la Mezquita de Al-Aqsa y la Cúpula de la Roca (la famosa cúpula dorada que identifica a Jerusalén) debajo de la cual se encuentra la roca sagrada para judíos y musulmanes. Los islámicos creen además que desde ese lugar Mahoma ascendió a los cielos en un caballo alado.
“Yo nunca pude ir a Jerusalén”, se lamentó a LA NACION el encargado Alhalabi, hijo de palestinos, nacido en un campo de refugiados del Líbano. “Es un dolor muy grande no haber podido visitar los sitios sagrados de mi patria”, afirmó.
Decisión controversial
En una decisión que suma más controversia, el gobierno derechista de Benjamin Netanyahu anunció que proyecta convertir a la fértil región vitivinícola de Cisjordania (la bíblica Judea y Samaria, para los judíos, en disputa con la Autoridad Palestina) en “la Toscana israelí”.
“Vamos a invertir en áreas que tal vez no recibieron suficiente atención hasta ahora, incluida nuestra Toscana local, en Judea y Samaria”, dijo el nuevo ministro de Turismo, Haim Katz, durante la ceremonia de traspaso del cargo con su predecesor, utilizando el nombre judío del lugar.
En los tiempos bíblicos, Judea y Samaria eran precisamente la Tierra Prometida de “donde mana leche y miel”. Y para el pueblo judío que había peregrinado durante cuarenta años por el desierto del Sinaí, fue toda una señal divina poder desarrollar allí sus viñas donde se produjeron históricamente algunos de los vinos más finos del mundo, disfrutados por familias judías, sacerdotes y reyes.
Pero Cisjordania (que abarca desde el río Jordán y el Mar Muerto hasta la llamada “línea verde” en el oeste israelí), conforma hoy junto a la Franja de Gaza el Estado de Palestina y son considerados por la ONU como “territorios ocupados” por Israel. Los Acuerdos de Oslo de 1993 delimitaron zonas de mayor y menor control de la autoridad israelí durante la transición. Pero se trata de territorio palestino.
Fuentes diplomáticas de Israel en Argentina consultadas por LA NACION sobre los proyectos turísticos israelíes para la zona explicaron que “en la región existen lugares sagrados para el pueblo judío que remiten a una fuerte conexión histórica que data de miles de años”. Agregaron que incluso “la génesis del pueblo judío tuvo lugar en esa zona donde podemos encontrar los sitios en que fueron enterrados los tres patriarcas y tres de las matriarcas del pueblo hebreo”.
Pero el Encargado de Negocios palestino afirmó: “Israel quiere desarrollar el turismo en un sitio que no les pertenece. Ellos saben perfectamente que están violando resoluciones de las Naciones Unidas”.
En resumen, ¿cómo es posible peregrinar en un país en guerra? Los cristianos, sin aspiraciones territoriales en la zona, tienen el beneficio de no ser parte directa del conflicto, y tampoco están en disputa con otros credos por sus sitios sagrados. En cuanto a judíos e islámicos, una primera garantía de seguridad que tienen los creyentes es que no es posible acercarse al perímetro de sus sitios religiosos sin atravesar detectores de metales.
En todo caso, las zonas donde puede haber algún riesgo están fuera de esos sectores, o son las áreas islámicas donde policías israelíes y palestinos comparten el control de la seguridad y periódicamente se producen desacuerdos y choques.
En conclusión, a los peregrinos no les pasa desapercibido que visitan un país en guerra, pero para millones de creyentes de todo el mundo Israel sigue siendo la Tierra Santa, y poder recorrerla es cumplir un sueño de toda su vida.
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