Venezuela: más nubarrones negros para un país ahogado por el caos político
CARACAS.- La orden salió del Palacio de Miraflores el sábado por la noche: cueste lo que cueste, sin miramientos. Había que aprovechar la coyuntura internacional, con los ojos del mundo mirando a Medio Oriente. Y a la carrera se cambió el guion previsto para la investidura del presidente de la Asamblea Nacional (AN) para 2020, el último de sus cinco años de ejercicio legislativo. Un trabajo legislativo descrito claramente en la Constitución hasta que la realidad lo convirtió en papel mojado: durante los cuatro años ya transcurridos ni una sola ley dictaminada por la AN ha sido puesta en marcha por el gobierno de Nicolás Maduro. De ello se ha encargado su martillo inquisidor, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), con sus 110 sentencias en contra del Parlamento democrático.
La AN inició ayer una nueva etapa de lucha, en la cual sigue legitimada como único poder no usurpado en el país, pero que será muy distinta a la ya vivida, ya que ni siquiera va a contar con la "protección" del histórico Palacio Federal Legislativo.
"La AN legítima se mantiene, solo que fuera del hemiciclo, y se agrega una nueva institución ilegítima que no será reconocida internacionalmente", adelanta Luis Vicente León, presidente de Datanálisis.
Si hasta ahora el trabajo del Parlamento terminó por llevar a la cárcel a dos parlamentarios, al exilio a más de 30 y a la clandestinidad a otra docena, desde ayer mismo la situación empeoró con el nuevo adefesio inventado por el chavismo. La duplicidad institucional no es nueva en Venezuela: la inventó Hugo Chávez hace más de una década, cuando impuso un gobierno municipal para Caracas y le arrebató el 90% de las competencias y presupuestos a la Alcaldía Metropolitana de Caracas, ganada de forma sorprendente por Antonio Ledezma.
"Es una de las técnicas básicas del chavismo; cuando había algo que Chávez no podía dominar, creaba un clon, una institución mampara dominada por él", rememora el psicólogo Axel Capriles.
El chavismo se mueve a sus anchas y ahora además con dos "parlamentos" a su servicio: la Asamblea Nacional ilegítima y la Asamblea Constituyente. Una vez reconocida la primera ayer por Maduro, ya solo falta redondear un acuerdo con los partidos colaboracionistas y decretar la nueva composición del Consejo Nacional Electoral (CNE), encargado de decretar la fecha de las elecciones legislativas. Si ya antes los partidos de oposición hacían públicas sus diferencias sobre si participar o no, la situación será a partir de ahora mucho más compleja.
Actualmente están ilegalizados los cuatro principales partidos de la Unidad Democrática y también la propia tarjeta de la coalición.
El chavismo busca de forma muy evidente unas elecciones contra rivales dóciles, los mismos que tuvo Maduro en 2018, incluido el pastor evangélico que obtuvo un millón de votos gracias a las sopas que repartía con fondos desconocidos.
Más nubarrones negros cuando ya sopla todos los días un huracán revolucionario. "Lo ocurrido en el país dejó claro que la reelección de Guaidó como presidente de la AN es lo que mayor daño le hacía al gobierno de Maduro. O al menos el gobierno así lo interpreta", concluye el analista Félix Seijas, presidente de la consultora Delphos.
Para Guaidó también significa una nueva coyuntura, aún más difícil que la previa, y tras recibir ataques constantes desde el poder, desde la oposición colaboracionista y desde la oposición más radical. Una ofensiva que contrasta con el descomunal interés de Maduro por sacarse de encima al joven dirigente de Voluntad Popular, que ayer fue vapuleado sin miramientos por los guardias nacionales, algo que habían evitado desde que fue secuestrado un par de horas por agentes de la policía política hace un año.
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