Venezuela: el hostigamiento de los colectivos chavistas para cumplir la cuarentena
CARACAS.- Armados con bates de béisbol e impartiendo justicia en medio de la pandemia como si fueran el remedo revolucionario del Negan de "The Walking Dead". Los famosos colectivos chavistas participan de lleno en el entramado puesto en marcha por el gobierno bolivariano con la excusa de combatir al coronavirus . Tal es su impunidad, que ellos mismos difunden sus hazañas en redes sociales, como la "justicia popular" impartida a palazo limpio en el barrio caraqueño del 23 de Enero, un viejo bastión de los fieles a Nicolás Maduro.
"¡Se prepara el bateador, se prepara el swing! ¡Papita, maní y tostón!", se vanagloria el paramilitar, cubierto con chaleco antibalas, usando un argot de la pelota criolla, en uno de los agresiones difundidas en la red. Un vendedor del Estadio Universitario de Caracas popularizó esa frase (patatas fritas, cacahuetes y plátano frito), adaptada por un comentarista para darle un toque popular al "un, dos, tres", los tres outs de bateadores durante una entrada. En este caso en vez de golpear las pelotas lanzadas por el pitcher, los bates impactaban en piernas, espaldas y traseros de los infractores, alienados de cara a un muro.
Un, dos, tres y muchos más son los golpes que estos paramilitares, aliados irrestrictos de Nicolás Maduro, reparten tanto en los controles que instalan en las calles de sus barrios como en manifestaciones o en los lugares de confinamiento levantados por el gobierno.
"En la pandemia los colectivos son usados como instrumentos para el control social, es tan abierta su actuación que en el 23 de Enero hacen rondas donde pasan armados, con megáfonos, advirtiendo a la gente que no puede salir, recordando las normas de protección del coronavirus, pero deteniendo gente por no cumplirlas o por pequeños delitos, a la que obligan a hacer ejercicio", resume Marino Alvarado, activista de la ong de derechos humanos Provea, encargado de investigar las denuncias de los ciudadanos.
Rocío San Miguel, presidente de Control Ciudadano, también recoge las denuncias de los ciudadanos antes abusos como el sucedido en Anzoátegui, donde los integrantes de un control de carretera golpearon con saña a unos jóvenes. En estas actuaciones es difícil diferenciar a los agentes de seguridad de los paramilitares. Entre otras cosas porque en los colectivos también militan policías y exagentes.
"Ejercen un ritual orwelliano, violencia ejemplarizante contra quienes cometen faltas de disciplina, según su criterio", destaca San Miguel.
Un estado casi policial
Human Rights Watch ultima una investigación sobre este tipo de abusos durante la pandemia, que será presentada en los próximos días. "Estamos ante un estado casi policial, que usa el coronavirus como excusa, con grupos armados partidarios del gobierno y con la impunidad vigente. No es algo nuevo, ya lo vimos durante las protestas de 2014 y 2017", subraya Tamara Taraciuk, subdirectora para América. Ya durante algunas detenciones en esas protestas infligían castigos físicos contra los jóvenes, como obligarles a hacer sentadillas.
Durante la pandemia, los colectivos siguen hostigando a quienes protestan en sus zonas de influencia. Lo hacen normalmente contra los que se manifiestan para quejarse de la degradación de los servicios públicos y por la escasez de gasolina. Una tarea en la que son expertos: los paramilitares han participado en el pasado el asesinato de manifestantes, en solitario o en connivencia con fuerzas militares o policiales. "Estamos viendo a colectivos reprimiendo a punta de palos a ciudadanos en la calles", protesta la diputada Delsa Solórzano.
Provea ha confirmado que durante la pandemia los colectivos actúan en el oeste de Caracas, Mérida, Carabobo y el estado fronteriza del Zulia. "El propio gobierno ha planteado que el poder popular, y dentro de él los colectivos, deben contribuir a mantener el control del coronavirus. Esa labor lleva a que se produzcan casos como los golpes con bate de béisbol por no cumplir las normas. Este aliento que se les ha dado a los grupos paramilitares provoca que actúen de esta manera. Hemos denunciado anteriormente que tienen sus propias cárceles a donde llevan a las personas y las tienen encerradas semanas como si fuera una cárcel, lo que da la idea de la dimensión de estos colectivos", añade Alvarado.
En la frontera del Táchira, Freddy Bernal, "protector" nombrado por Maduro, ha reconocido que utiliza a estos colectivos para mantener el orden en los centros de confinamiento donde los emigrantes que llegan desde Colombia deben pasar varias semanas de cuarentena en situaciones precarias.
En ese mismo estado, las fuerzas del gobierno aplican un castigo "especial" a quienes son encontrados sin mascarillas por las calles. "Por no llevar tapaboca tengo que hacer trabajo comunitario", rezaba el cartel pegado a las espaldas de los infractores mientras limpiaban la maleza acumulada en los márgenes de una carretera.
El gobierno premia a los colectivos de distintas maneras, desde dar vía libre a sus negocios sucios hasta recibir financiamiento (dinero, vehículos, locales) a través de cooperativas, incluso participando en el reparto de las cajas de comida CLAP (actualización bolivariana de la libreta cubana de racionamiento), revendidas con un alto nivel de corrupción.
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