Coronavirus: incluso el desarrollo de una vacuna podría ser insuficiente para detener la pandemia
WASHINGTON.- La firma farmacéutica Johnson & Johnson acelera la producción de 1000 millones de dosis de una vacuna contra el coronavirus en una pequeña planta de biotecnología cerca de la ciudad de Baltimore. Pero mientras los técnicos se preparan para descargar miles de litros de ingredientes en tanques de acero para cultivar las primeras tandas de una vacuna experimental, crece la preocupación internacional sobre qué países serán inoculados primero.
La planta de Baltimore es la segunda de las cuatro locaciones alrededor del mundo desde donde Johnson & Johnson tiene planeado empezar a bombear vacunas a gran escala, incluso meses antes del primer ensayo clínico en un ser humano. El laboratorio busca así adelantarse en la carrera mundial para proteger a la población humana de un virus que no piensa desaparecer por sí solo.
Los expertos médicos están convencidos de que si el SARS-CoV-2 se instala como un virus endémico y resistente, similar al de la gripe común, seguramente no habrá vacuna que alcance durante varios años, a pesar del intento sin precedente de fabricar miles de millones de dosis. Según los científicos, para que se genere la "inmunidad de rebaño" y empiece a frenarse la propagación de la enfermedad, probablemente haya que inocular a casi un 70% de la población mundial, o sea unos 5600 millones de personas.
Sin embargo, las prioridades nacionalistas de cada país podrían frustrar cualquier estrategia necesaria para apagar los focos que vayan surgiendo en el planeta, incluidos los países pobres que no pueden permitirse la vacuna. Pero no solo eso. Si se corta solo y las vacunas producidas en su territorio resultan menos efectivas que las fabricadas en China o Europa, quien podría quedar totalmente a la intemperie sería Estados Unidos.
El escenario más temido por los sanitaristas es una competencia global donde los laboratorios le vendan solo al mejor postor, los países ricos acaparen los insumos de fabricación, y las naciones en cuyos territorios están radicados los laboratorios acaparen las dosis para sus propios habitantes.
"Por más que uno viva en lugares donde no hay ni un solo caso, el modelo egoísta de países que piensen solo en sí mismos no va a funcionar, porque lo más que podrán hacer es sellar todas las fronteras, y por lo tanto el comercio", dice Seth Berkley, CEO de Gavi, una firma que ayuda a los países emergentes a acceder a las vacunas. "Como ya se dijo, los problemas globales requieren soluciones globales."
Los defensores de la salud pública internacional quieren evitar que se repita lo de 2009, cuando los países ricos –incluido Estados Unidos bajo el mando de un internacionalista como Barack Obama –, fueron los primeros en la fila para la vacuna contra la gripe porcina H1N1, dejando pocas dosis para los emergentes hasta que la pandemia retrocedió.
Ese abordaje será sin duda impulsado por el presidente Donald Trump y otros líderes mundiales con ínfulas nacionalistas, así como por los inquietos habitantes de sus propios países, que querrán reducir la amenaza de muerte y resucitar sus economías.
En Estados Unidos , la agencia del gobierno federal a cargo del desarrollo urgente de una vacuna señaló que su prioridad es la cuestión interna, en línea con la mentalidad de "Estados Unidos primero" que ha guiado mayormente la respuesta del gobierno de Trump ante la pandemia.
Para fabricar las vacunas viables que surjan de las investigaciones y ensayos clínicos hará falta capacidad de producción a gran escala. De algunas vacunas tal vez sean necesarias dos dosis, lo que pondría presión extra sobre la capacidad de los laboratorios.
Consciente de los cuellos de botella logísticos y financieros que enfrentan las empresas biotecnológicas más chicas, el fundador de Microsoft y filántropo Bill Gates anunció en abril que la fundación que preside con su esposa Melinda pondría miles de millones de dólares a disposición de siete empresas, cuyo nombre no reveló, para que ampliaran sus plantas de producción.
La carrera para encontrar una vacuna entraña grandes riesgos, porque nadie sabe qué proyectos tendrán éxito. Eso obliga a las empresas a aumentar su producción para fabricar millones de dosis que tal vez después sean inservibles.
Desde la indignación internacional que generó el acopio de vacunas por parte de algunos gobiernos occidentales tras la pandemia de gripe H1N1 en 2009, se establecieron marcos de planificación internacional más fuertes para las vacunas antigripales.Pero esos marcos no se aplican automáticamente al coronavirus.
Monopolios
"Los países ricos monopolizaron la vacuna, y los pobres quedaron relegados, la vacuna les llegó después y en menores cantidades", dice Gavin Yamey, director del Centro de Impacto de Políticas de Salud Pública de la Universidad Duke, y agrega que repetir ese escenario en la batalla contra el coronavirus sería un error garrafal de consecuencias devastadoras.
"A menos que esta vacuna esté disponible a nivel mundial, la pandemia no va a terminar, porque un brote en un lugar equivale a un brote en todas partes", dice Yamey.
Johnson & Johnson "dijo que tendría 300 millones de dosis anuales de la vacuna en Estados Unidos", suficiente para vacunar al 90 por ciento de los 330 millones de norteamericanos, dice Gary Drisbow, director interino de la Autoridad de Investigación y Desarrollo Biomédico Avanzado, máximo organismo del gobierno norteamericano en el tema.
El funcionario aclara que el gobierno no firmó ningún contrato con Johnson & Johnson ni ninguna otra empresa para la compra de un número específico de dosis. "Sería prematuro", señala Drisbow.
La empresa se propone producir 1000 millones de dosis para fines de 2021, y las primeras dosis estarían disponibles incluso dentro de los próximos meses. Queda por ver dónde serán más necesarias las primeras dosis, aunque los profesionales de salud tendrán alta prioridad, según Paul Stoffels, vicepresidente ejecutivo de la empresa.
"Es muy difícil saber en qué etapa se encontrará la pandemia en ese momento", dice Stoffels. "Creemos honestamente que la prioridad deberían ser quienes más lo necesitan, que probablemente sean los trabajadores de la salud y los grupos de riesgo, tal vez sin importar de qué lugar del mundo."
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide
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