Vacunación: la Argentina se retrasa incluso entre países de sus mismos ingresos
Con el paso de las semanas, la demora en la llegada de las dosis y la aceleración de la inoculación en otras naciones la rezagaron en el ránking global
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El mundo entró a la pandemia del coronavirus lleno de desigualdades y la dejará con incluso más. ¿Muchas más? Eso depende de la velocidad de salida de cada país. Depende, sin mucha vuelta, de la vacunación.
En un círculo vicioso cada vez más difícil de romper, la fecha de salida será la mayor de las desigualdades y estará basada -a su vez- en otra desigualdad: la de recursos. Eso indican los números de las naciones que encandilan al mundo con su cantidad y ritmo de vacunación, desde Israel a Estados Unidos. La economía cuenta, pero un análisis del avance de la inmunización en el mundo arroja sorpresas que están más ligadas a la planificación que el dinero.
1. ¿Cuándo terminará la pandemia en el país?
Israel, Gran Bretaña, Chile, Emiratos Árabes Unidos, Alemania y hasta un Estados Unidos que en sus inicios se mostró caótico se ilusionan con la inmunidad de rebaño para el tercer trimestre de 2021, siempre y cuando la vacuna asegure una protección lo más duradera y completa posible. Su ritmo de inoculación diaria se los permite.
Lejos de ellos en riqueza, acceso y capacidad logística, las naciones más pobres del planeta dependen de organismos internacionales para tener sus vacunas, podrían inocular masivamente a sus habitantes recién en 2023 y cruzarían el umbral de la inmunidad de rebaño en 2024, según GAVI, una alianza internacional de acceso a vacunas. Son los países de África y el sudeste asiático; la gran mayoría de ellos ni siquiera comenzaron a aplicar dosis.
¿Y la Argentina? ¿A dónde la llevará el ritmo actual de vacunaciones? ¿Cuándo será la fecha soñada de inmunidad de rebaño? O si ella fuera muy distante, ¿cuál será el día en que los grupos de riesgos, adultos mayores, personal esencial y estratégico (unas 15.500.000 personas, según cifras oficiales) estén vacunados?
Hoy la Argentina aplica 84.735 dosis por día, de acuerdo con el promedio de vacunación diaria de las últimas siete jornadas (hasta anteayer). Si se mantuviera ese ritmo, entonces esas más de 15,5 millones de personas estarían inoculadas con sus dos dosis en 342 días -tomando en cuenta quienes ya fueron inmunizados-, es decir a fines de febrero de 2022.
La inmunidad de rebaño podría tardar bastante más a este ritmo. A esas 15,5 millones de personas habría que agregarle por lo menos otras 16 millones, para alcanzar el 70% de la población argentina (incluidos los menores de 18 años), uno de los escalones estimados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para la inmunidad de rebaño. Serían, entonces, 32 millones de dosis y 377 días más. El país llegaría a ese umbral alrededor del 23 de marzo de 2023, en dos años.
El gobierno del presidente Alberto Fernández promete que la llegada de nuevas dosis de Sputnik V, Sinopharm, AstraZeneca y las vacunas asignadas por Covax permitirán acelerar la velocidad de inoculación y expandirla por encima de las casi 85.000 inmunizaciones diarias para cubrir a una amplia porción de argentinos hacia fin de año. La promesa es tan grande como vaga; y es también repetida.
Los primeros capítulos de la promesa de vacunación llegaron en diciembre, pero nunca se materializaron. La meta de número y tiempo de inmunizados se fue reduciendo a medida que se demoraba el arribo de las vacunas comprometidas por el Instituto Gamaleya y AstraZeneca. Pese a ese significativo retraso, la Argentina logró acelerar el ritmo de vacunación en marzo: hace un mes, el promedio diario era de 19.401 dosis al día.
2. ¿La eficiencia es solo cuestión de dinero?
El país estuvo en diciembre entre los primeros del mundo en lanzar la vacunación global y, comenzado enero, ya tenía un número superior al de las naciones vecinas, incluso Brasil, Chile y Uruguay, todas economías que sufrieron menos el impacto de la pandemia que la Argentina. Para el gobierno de Fernández, que tanto se jactó con la comparación entre la gestión sanitaria local y la de otros países, esa fue noticia auspiciosa, sobre todo en un año de elecciones y pandemia. La ilusión, sin embargo, duró muy poco. En su camino se interpusieron la falta de recursos, planificación, logística y comunicación.
Comparar a la Argentina con Chile, que tiene récords globales de vacunación, o Uruguay, que inoculó en dos semanas la misma proporción de habitantes que nuestro país en casi tres meses, es, tal vez, poco productivo. A pesar de que las tres naciones comparten región, cultura e idioma, tienen economías con diferentes grados de avances.
Chile y Uruguay son países de ingresos altos, de acuerdo con el Banco Mundial; la Argentina no, y cuenta con menos recursos.
Después de varias crisis políticas; una década de crecimiento cero, de multiplicación de la pobreza, de poca creación de empleo y menos inversiones; continuos terremotos cambiarios y otras tantas caídas en default, el país está un escalón más abajo. Está entre las naciones de ingresos medianos altos.
Esa falta de recursos, esa desigualdad entre naciones que crece y que no se recluye solo a este rincón del planeta podría explicar las fallas y demoras en el plan de vacunación argentino. Podría ser la explicación, pero no lo es necesariamente.
El Banco Mundial define a los países de ingresos medianos altos como aquellos donde los ingresos per cápita anuales se extienden desde los 4045 a los 12500 dólares. Es un grupo diverso de 59 naciones que van desde Tuvalu, Marruecos y Kazajistán a Irán, Brasil, México y Sudáfrica. Están también dos potencias globales, China y Rusia; sus PBI están entre los diez mayores del mundo, pero a la hora de repartirlos entre sus habitantes pierden la ventaja y palidecen al lado de las naciones más ricas como Estados Unidos, Japón o Alemania.
Pese a todos sus problemas, la Argentina, con un ingreso per cápita de 11.390 dólares (2019), encabeza junto a Costa Rica el ránking de los países de ingresos medianos, aunque no falta mucho para que China tome la delantera. Es también la nación mejor ubicada en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, basado en cuatro variables, entre ellas la esperanza de vida, ligada de lleno con la solidez del acceso a la salud.
¿Se lleva también la Argentina el primer puesto de vacunación entre los países de ingresos medianos? Lo hizo en enero, pero con el paso de los meses, la demora de la llegada de las dosis al país y la aceleración de la inoculación en otras naciones, el país también empezó a retroceder en ese ránking, como ya había hecho ante sus vecinos regionales.
Una revisión de datos en la detallada base Our World in Data muestra que la Argentina encabezaba el ránking de vacunación en enero, junto con las poderosas China y Rusia, ambas productoras de la vacuna. A principios de febrero, Serbia, temerosa de vivir otro brutal brote como el de mitad de año, aceleró la compra de vacunas y se adueñó del primer puesto, secundada por Turquía. La Argentina, demorada ya por la producción insuficiente de la Sputnik V y los problemas de AstraZeneca, pasó al 6° lugar. Esta semana, mientras más y más países comienzan sus planes de vacunación, la Argentina cayó al 10° lugar.
Fue sobrepasada no solo por economías de mayor tamaño y más recursos como China, Rusia, Brasil o Turquía, sino también por Costa Rica y República Dominicana, naciones más pequeñas que comparten con nuestro país los problemas estructurales que hicieron de América Latina uno de los epicentros del coronavirus: la pobreza, el hacinamiento y la informalidad.
3. La sorpresa del grupo
Además de esas dos naciones, otro país muestra que un plan de vacunación sostenido, eficaz y de amplio alcance no depende solo de la disponibilidad de recursos económicos o de la preexistencia de un sistema de salud sólido.
Marruecos, cuyo ingreso per cápita anual es casi un cuarto del argentino, no es solo el país que más vacuna en África es el segundo que más dosis administró ya entre las naciones de ingreso mediano alto, detrás de Serbia. Comenzó a inocular en febrero y ya aplicó 13,5 dosis cada 100 habitantes; la Argentina, cuatro. Está lejos de economías potentes como Israel o Gran Bretaña, pero sobresale entre países de menos recursos.
En total ya cuenta con 8,5 millones de vacunas de AstraZeneca y Sinopharm, un número que no alcanza para cubrir a sus 36 millones de habitantes, pero sí para personal esencial y estratégico, adultos mayores y trabajadores jóvenes.
¿Cómo lo hizo Marruecos? Con planificación, más planificación y aun más planificación. Y también anticipación y organización.
“Yo diría que los secretos fueron tener a tiempo las dosis, simular las vacunaciones y no abandonar la trazabilidad”, explicó a LA NACION el embajador de Marruecos en la Argentina, Fares Yassir.
En agosto pasado, el gobierno empezó a negociar con los laboratorios y, en septiembre, lanzó simulacros masivos e intensivos de vacunación en hospitales y centros especiales, para testear la distribución, la logística y la convocatoria; medir los tiempos y evaluar las potenciales complicaciones. Participaron desde bomberos y médicos a miles y miles de ciudadanos comunes.
En noviembre, el sistema de salud “estaba listo para comenzar la vacunación”, contó Yassir. El gobierno nunca abandonó tampoco las restricciones, el toque de queda nocturno nacional sigue vigente y, ante rebrotes, se aplican confinamientos focalizados.
Con su concentración absoluta en el proceso de vacunación, el gobierno apunta a blindar la salud de los marroquíes y el vigor de una economía que, basada en su apertura a inversiones y al comercio exterior, se triplicó en los últimos 20 años y permitió reducir la pobreza y elevar la escolaridad y la expectativa de vida.
Como muestra Marruecos, la ironía de la vacunación es que está condicionada por las desigualdades, en especial las de acceso a dosis acaparadas en su mayoría por los países ricos, y es, a la vez, un arma para combatirlas o, al menos, evitar que crezcan. Hacen falta recursos, pero también determinación y organización.
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