¿Va a ser posible dejar atrás el horror de la guerra? Especialistas ucranianos investigaron el efecto del perdón
Como parte de una investigación internacional, cuando hace algunos años el conflicto estaba restringido a las regiones fronterizas, psicólogos ucranianos capacitaron a los familiares de las víctimas en el perdón, cómo es hoy la labor de un psicoterapeuta en plena guerra total
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Un grupo de especialistas de Ucrania, entre ellos varios psicólogos, se propuso hace algunos años investigar el efecto que tiene en la salud mental de las personas la virtud humana del perdón, entre otras situaciones, en una extrema como la guerra. En este caso trabajaron con gente afectada por el conflicto que en la región fronteriza comenzó en 2014 con la anexión rusa de Crimea y el respaldo a los rebeldes separatistas en el este del país. La publicación de su estudio coincidió con el avance ruso sobre todo el país hace ya más de un año. ¿Cuáles fueron sus hallazgos previos a la guerra total y cómo es ahora el trabajo de un psicólogo cuando todos los días se suman nuevas atrocidades y sufrimientos?
El psicoterapeuta Viacheslav Khalanskyi, uno de los directores de la investigación, demoró varias semanas en poder responder al pedido de entrevista de LA NACION debido a que por los enfrentamientos tuvo que refugiarse con su familia en diferentes ciudades europeas. Finalmente, ya asentado en Irpin, unos 8 km al noroeste de Kiev, respondió: “Cada vez que las bombas rusas llegan y destruyen hogares y vidas, surge el dolor y el miedo. El temor de no saber si despertarás cuando te vas a dormir. Es una experiencia extrema. Sin embargo, ahora me siento más tranquilo y protegido porque estoy en un lugar donde no hay explosiones ni proyectiles, y puedo responder a sus preguntas”, contestó.
La investigación de Khalanskyi, del Instituto Ucraniano de Artes y Ciencias, junto a su colega Svetlana Kravchuk, del Instituto de Psicología Social y Política, fue publicada a comienzos del año pasado en el Journal of Education Culture and Society, de Polonia, con el título “El perdón como predictor de salud mental en ciudadanos que viven en la zona de conflicto militar”.
Su trabajo con 302 personas afectadas por la guerra incluyó, entre otros participantes, viudas y madres que perdieron a sus hijos en los ataques rusos en la región de Donbass.
El estudio formó parte en realidad de una investigación más amplia con 4598 participantes de Hong Kong, Indonesia, Colombia y Sudáfrica que durante un par de semanas fueron ayudados a desarrollar la capacidad de perdonar en diferentes situaciones, no necesariamente tan extremas como la guerra. Más allá de las convicciones religiosas, los especialistas trabajaron con el perdón como una facultad humana para mejorar el estado general de salud de la persona.
La investigación, dirigida a nivel mundial por el psicólogo Everett Worthington, profesor emérito de la Virginia Commonwealth University, y financiada por la Templeton World Charity Foundation, fue presentada en abril pasado en la Universidad de Harvard, Estados Unidos, pero aún no ha sido publicada. “Las personas no tenemos obligación de perdonar, pero es una elección que podemos hacer. Y aunque no resuelve todos los problemas, el perdón es liberador, es la respuesta correcta ante el agravio”, sostuvo Worthington en la presentación de la investigación.
En el proceso para el perdón, los especialistas siguieron un método condensado en la sigla en inglés REACH (Recordar, Empatizar, Altruismo, Compromiso, Sostener el compromiso), que también está disponible en idioma español.
El trabajo que debía hacer cada participante consistía en 1) Recordar el dolor, 2) Tomar la decisión de no buscar venganza, y mirar al agresor como otro ser humano vulnerable, sin excusar el daño ni invalidar los propios sentimientos, 3) En un gesto altruista, reconocer que todos podemos lastimar y de hecho lastimamos a otros, 4) Comprometerse a perdonar, 5) Mantener ese compromiso en el tiempo.
Los especialistas definen el perdón -una capacidad que todas las personas se ven obligadas a ejercitar casi a diario en pequeñas o grandes ofensas- como “una decisión magnánima” de dejar de tener mala voluntad hacia el “agresor”, sin negar el daño infligido y su responsabilidad, y tampoco excluir la búsqueda de la aplicación de justicia o un pedido de reparación.
El objetivo principal de la investigación fue establecer si la metodología de trabajo REACH era efectiva para desarrollar la capacidad de perdonar o reducir la falta de perdón en diferentes culturas. Los resultados confirmaron su efectividad y también el impacto en el bienestar general de la persona.
“En nuestro estudio vimos que los participantes que pudieron perdonar experimentaron niveles menores de ansiedad y depresión. Por lo que podemos afirmar que el desarrollo de la capacidad del perdón es un predictor de salud mental, y está relacionado con una mayor sensación de esperanza, felicidad y satisfacción con la vida”, señaló Khalanskyi.
Experiencia en Ucrania
Khalanskyi contó a LA NACION su experiencia del estudio realizado entre 2019 y 2020 con víctimas del conflicto en Ucrania, que en la región del Donbass comenzó hace nueve años, cuando las fuerzas rusas ocuparon esa zona y la península de Crimea.
“Dentro del grupo había mujeres que perdieron tanto a sus esposos como a sus hijos. Era gente muy vulnerable. Algunas personas incluso expresaron temor de participar en la investigación. Durante tres semanas los participantes realizaron la capacitación con el método REACH. Hubo muchas emociones y lágrimas. Pero al final del proceso recuerdo que una de las mujeres dijo: ‘No pensé que sería capaz de hablar sobre el tema del perdón. Pero me alegro de haber pasado por este programa y creo que pude perdonar’”.
Khalanskyi compartió también otro testimonio de familias que durante el conflicto se dividieron entre prorrusos y proucranianos, y que directamente habían dejado de dirigirse la palabra, separados por sus convicciones políticas.
“Recuerdo dos familias que vivían en una misma casa grande. En el momento del estudio llevaban dos años y medio sin hablarse. Cuando siguieron la capacitación, al llegar a la sexta sesión, algo sucedió. El mismo día, se acercaron y comenzaron a hablar entre ellos sobre sus sentimientos y lo que habían vivido durante los años de silencio”, recordó el psicólogo ucraniano.
La guerra total
Pero todo cambió en Ucrania a partir de la invasión rusa del 24 de febrero del año pasado. Desde ese momento cada día se conocen nuevos crímenes y atrocidades.
Los especialistas de todo el mundo que participan del proyecto REACH coinciden en la dificultad de siquiera hablar del perdón cuando hay una guerra en marcha.
“El perdón es extremadamente difícil en situaciones donde la ofensa continúa”, comentó a LA NACION el psicólogo estadounidense Vitaliy Voytenko, nacido y criado en Ucrania. “La ofensa debe estar en el pasado para que la persona herida pueda comenzar el proceso de perdón. Por supuesto que hay excepciones como casos de gente que ha podido perdonar incluso a sus verdugos. Eso lo llamamos “perdón radical”. Aunque la restauración de la verdad histórica y el logro de cierto grado de justicia pueden facilitar el perdón, no son indispensables. Obviamente que un proceso de verdad y justicia abre la puerta hacia una eventual reconciliación”, agregó Voytenko.
Más allá de esa investigación, Khalanskyi relató a LA NACION cómo es su tarea de psicólogo ahora que los enfrentamientos suman nuevos sufrimientos a diario.
“Este no es un momento para encarar el proceso del perdón cuando mis pacientes caminan por las calles de Irpin, ven gente herida y casas destruidas, y corren el riesgo de perder la vida en cualquier momento”, reflexionó el especialista. “Mi tarea ahora es pararme como profesional y ser humano al lado de ellos y ayudarnos mutuamente a sobrevivir. A veces pienso junto a ellos en lo absurdo de tantos soldados rusos que vinieron a invadir y matar en un país que no es el suyo, y que terminaron muriendo aquí. Esa empatía es un buen paso para el perdón, pero no es lo que podemos trabajar en este momento”, concluyó Khalanskyi.
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