Una trama que recorrió despachos de presidentes, papas y espías
El inicio de las negociaciones secretas fue hace un año y medio; en nueve encuentros en el Vaticano y Canadá el círculo de colaboradores de Obama y Castro limó los detalles del acuerdo
WASHINGTON.- El histórico acuerdo que liberó a un norteamericano encarcelado en Cuba y terminó con 53 años de desconocimiento diplomático entre Washington y La Habana contó con la bendición de los más altos niveles de la Santa Sede, pero se tejió en el vago inframundo del espionaje.
Según funcionarios norteamericanos, el llamado personal del Papa fue crucial para persuadir al presidente Raúl Castro de aceptar un intercambio de prisioneros y la liberación del voluntario norteamericano Alan Gross. Francisco, dijeron los funcionarios, actuó como "garante" de que ambos lados se atendrían a los términos de un acuerdo tejido trabajosamente y en secreto.
El avance más tangible se produjo, sin embargo, casi un año después del inicio de las conversaciones, cuando la Casa Blanca propuso el intercambio de tres agentes cubanos encarcelados por otro que hacía inteligencia para Estados Unidos y que estaba preso en Cuba desde hace casi 20 años.
Al introducir a otra figura en las conversaciones -esa especie de compraventa de ganado que era de rigor en los intercambios de espías durante la Guerra Fría-, la Casa Blanca logró evitar que pareciera que estaba cambiando a los cubanos directamente por Gross. Cuba quería un intercambio directo, pero Estados Unidos se resistió, al argumentar que Gross había sido encarcelado injustamente.
Con todo, las negociaciones secretas para liberar a Gross y reabrir los vínculos con Cuba llevaron un año y medio. En nueve encuentros en el Vaticano y Canadá, un estrecho círculo de colaboradores de Castro y Obama debatió los detalles ríspidos del intercambio, y también las grandes preguntas de la historia.
Los norteamericanos temían que la salud de Gross se estuviese deteriorando, y ese temor ensombrecía las negociaciones. Hace varios meses, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, le advirtió al canciller cubano, Bruno Rodríguez, que si Gross moría en cautiverio, todos los esfuerzos del gobierno de Obama por reabrir las relaciones habrían sido en vano.
El contenido de las negociaciones fue mantenido en estricta reserva, pero en marzo Obama incluyó a un influyente extranjero: puso al tanto al Papa durante una reunión privada en el Vaticano, escritorio y crucifijo dorado de por medio. Días más tarde, Francisco escribió cartas para Castro y Obama, llamándolos a seguir esforzándose para llegar a un acuerdo.
"Es imposible exagerar la importancia del Papa", dijo un alto funcionario de Obama, que pidió conservar su anonimato. "Este papa, oriundo de América latina, tiene empatía con los líderes de la región, incluida Cuba."
Las semillas de la apertura fueron sembradas poco después de que Obama llegara al poder, en 2009, cuando flexibilizó las restricciones para que los cubano-estadounidenses pudieran visitar a sus parientes y enviar dinero a sus familias en la isla.
Pero esa tibia brisa volvió a helarse en diciembre de 2009, cuando Gross fue arrestado y acusado de crímenes contra el Estado cubano, por haber ingresado equipos de telecomunicaciones en la isla. El Departamento de Estado norteamericano empezó entonces una larga e infructuosa campaña para lograr su liberación.
Hillary Clinton describió el fracaso para lograr la liberación de Gross como una de sus mayores frustraciones como secretaria de Estado. Pero aunque se disponía a abandonar su cargo, le envió de todos modos un memo a Obama para instarlo a reconsiderar el embargo comercial sobre Cuba.
El presidente se inclinaba por esa misma opción, según los funcionarios, y cuando él y sus colaboradores delinearon las prioridades de política exterior para su segundo mandato, pusieron a Cuba casi a la cabeza de la lista. Cuando La Habana flexibilizó algunas restricciones a los viajes de sus ciudadanos, Obama decidió que era buen momento para una apertura diplomática de mayor nivel.
Interrogantes
Al principio de las conversaciones, los norteamericanos no terminaban de entender qué era lo que más quería Cuba. ¿Quería que se terminaran los programas prodemocráticos patrocinados por Estados Unidos? ¿Quería que el Departamento de Estado la borrara de la lista de países que fomentan el terrorismo? ¿O era acaso la liberación de los "Cinco héroes", los agentes de inteligencia cubanos condenados por espionaje?
Al principio de las negociaciones, los norteamericanos le restaron importancia al caso de Gross, calculando que eso aumentaría las chances de que lo liberaran. Además, tras la liberación de dos de los "Cinco héroes" los funcionarios norteamericanos esperaban que los cubanos liberaran a Gross por razones humanitarias.
Durante 2013, la delegación norteamericana entendió a las claras que la prioridad de Cuba era recuperar a los otros tres miembros de los "Cinco héroes", un punto que dejó en claro Castro en su discurso de anteayer.
En ese momento, la delegación norteamericana puso sobre la mesa la idea de un intercambio directo de espías, y propuso que los tres cubanos fuesen canjeados por otro que había hecho inteligencia para Estados Unidos. Todo formaría parte de una jugada más amplia tendiente a una normalización de las relaciones, por la que Gross sería liberado.
"Cuando planteamos la cuestión de inteligencia, los cubanos no se lo esperaban", dijo un alto funcionario norteamericano.
El rol del Vaticano comenzó antes de Francisco. Juan Pablo II visitó Cuba en 1998, y la Iglesia aún es sumamente influyente entre los cubanos. El gobierno de Obama buscó sumar al Vaticano ya durante el pontificado de Benedicto XVI. Y trabajó aún más activamente desde la llegada de Francisco, en marzo del año pasado.
El nuevo secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, había sido nuncio papal en Venezuela y conoce a fondo la política latinoamericana. Kerry también se mantuvo en contacto con Parolin, con quien se reunió en el Vaticano en junio, y también la semana pasada.
El gobierno cubano no pudo permitirse ignorar la influencia de la Iglesia, y el Vaticano hizo uso de ella, incluida su insistencia en que los negociadores cubanos aceptaran la idea de un intercambio de prisioneros.
"Lo importante no fue tanto lograr algún avance significativo, sino contar con la presencia de un tercero en quien se pudiera confiar", dijo un alto funcionario norteamericano. "El asunto era sumamente complicado."
Traducción de Jaime Arrambide
The New York Times