Una sola nación bajo Xi Jinping: cómo es su estrategia para reformular la identidad de China
Con miras al próximo congreso del Partido Comunista Chino, el líder reivindica la historia de 5000 años de una China indivisible
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NUEVA YORK.- En los pueblos tibetanos del sudoeste de China, los funcionarios del Partido Comunista (PCCh) difunden la palabra santa de la unidad nacional revelada por el líder chino Xi Jinping: todos los grupos étnicos deben fundirse en una China indivisible con una herencia compartida que se remonta a más de 5000 años.
En Ganzi, una región tibetana de la provincia de Sichuan, miles de funcionarios se reunieron con familias para recopilar información y ofrecerles regalos como arroz, aceite de cocina y retratos beatíficos de Xi, todo con el objetivo de inculcar su mensaje de una identidad china abarcadora desde Sinkiang, en el oeste, hasta la disputada isla de Taiwán, al este.
“En el futuro yo también seré miembro de su familia”, le dice a una familia Shen Yang, secretario del Partido Comunista en Ganzi, llamada Kandze en tibetano.
El impulso nacionalista detrás de esta campaña es fundamental para los esfuerzos de Xi destinados a darle un nuevo semblante a China, con consecuencias de amplio alcance en materia de educación y políticas en general. Si bien desde hace mucho tiempo las invocaciones a la patria forman parte de las herramientas utilizadas por el partido, Xi llevó ese imperativo a un punto inusitado con su llamado a una “comunidad de nacionalidad china” unificada como baluarte contra las amenazas internas y externas.
Mientras Xi se prepara a reclamar un tercer mandato en el poder durante el próximo congreso del partido, que comenzará el domingo, lo cierto es que se ha designado a sí mismo como el historiador en jefe de China, con un relato –retomado en museos, diarios y programas televisivos– que presenta su programa autoritario y centralizador como una consumación de valores arraigados en la antigüedad.
Según su visión, todos los pueblos chinos, independientemente de su origen étnico, están atados por lazos culturales que se remontan más allá de los primeros emperadores. La conclusión que se deriva es que quien desafíe las prioridades de Xi también está traicionando los valores sagrados y eternos de China.
En una época en que Estados Unidos, Rusia, la India y otros países experimentan un resurgimiento de su propio nacionalismo, la visión de Xi también está orientada a inocular a su país contra influencias ingratas, provenientes sobre todo de Occidente. En mayo, Xi le dijo al Politburó, los 25 principales funcionarios del partido, que los occidentales con frecuencia se equivocan al considerar a China simplemente como un Estado nación moderno.
“No ven a China desde nuestra posición privilegiada de más de 5000 años de civilización”, dijo Xi, empleando una fecha sobre sus orígenes utilizada con frecuencia pero también cuestionada, “así que les resulta difícil comprender realmente el pasado, el presente y el futuro de China”.
Llevada al extremo, la insistencia de Xi en una identidad china única llevó a académicos y países extranjeros a acusar de genocidio cultural al gobierno chino por las detenciones masivas de uigures y de otros grupos mayormente musulmanes de Sinkiang.
Otras misiones de adoctrinamiento se están efectuando entre tibetanos, mongoles y musulmanes hui. El mensaje de Xi también está destinado a Hong Kong y Taiwán, la isla que se ha vuelto cada vez más reacia a los pedidos de unificación de Pekín.
“La identidad cultural es el tipo de identidad más profunda”, dijo Xi ante funcionarios del partido.
“La clave es la unidad”
Las reliquias excavadas en la provincia de Sichuan (sudoeste) parecían totalmente diferentes a todo lo que se había hallado previamente en China: enormes esculturas de cabezas con ojos saltones y forma de tubo; máscaras de oro con orejas pequeñas; un árbol de bronce de casi cuatro metros, al parecer un objeto de culto.
Sanxingdui, uno de los yacimientos arqueológicos más espectaculares de China, es excavado desde la década de 1980, pero ganó aún más atención en los últimos dos años, luego del descubrimiento de más de 13.000 objetos. Muchos de los que lo visitan formulan la misma pregunta: ¿Qué tienen que ver con China estos objetos?
“Creo que Sanxingdui viene de los aliens”, dice Han Zhongbao, un turista que visita el museo del yacimiento. “Tengo la impresión de que Sanxingdui no tiene nada que ver con la cultura china.”
Pero las autoridades chinas subrayan lo contrario. El gobierno presentó las reliquias, de más de 3000 años de antigüedad, como prueba de que la primera civilización china era más diversa de lo que se creía y sin embargo mantenía su cohesión.
“En ‘diversidad en la unidad’, la clave es la unidad”, dice Sun Qingwei, arqueólogo de la Universidad de Pekín. “La civilización Sanxingdui es un capítulo en la formación de la civilización china, y contiene muchos factores culturales, pero al fin de cuentas está integrada dentro de la civilización china”.
Los expertos señalan las similitudes entre las técnicas y los materiales utilizados para fabricar los bronces en Sanxingdui y los utilizados por reinos de China central que tradicionalmente son considerados como la cuna de la civilización china.
“A través de estas evidencias científicas muy específicas queremos recuperar esas conexiones una por una”, dice Li Haichao, profesor de arqueología en la Universidad de Sichuan, quien dirigió algunas excavaciones recientes. “La ‘diversidad en la unidad’ no es una consigna vacía”.
Pero otros arqueólogos argumentan que los antiguos asentamientos no corroboran la tesis moderna defendida por China, según la cual el Estado está unido desde hace milenios.
“Antes no existía la idea de una nación idealizada”, dice Wang Ming-ke, un académico taiwanés de la antigua China que estudió el yacimiento de Sanxingdui. Ming-ke dice que los relatos sobre el origen nacional –en China y en todo el mundo– son construidos por las autoridades para consolidar su poder. “Y después dicen: ‘Desde aquí proviene nuestra cultura, nuestra civilización, nuestros ancestros’”.
“Extraños en su propia casa”
Gyal Lo se empezó a preocupar cuando la visión de una única nación china llegó a los pueblos y localidades remotas que solía visitar.
Como profesor había recorrido el oeste de China durante décadas, alentando a los administradores, maestros y familias tibetanos a mantener con vida su cultura y la educación en su lengua materna. Su tarea, nunca fácil, se volvió aún más arriesgada en los últimos años, cuando las escuelas pasaron a brindar su enseñanza casi exclusivamente en lengua china.
“Una lengua no es solo la gramática”, dice Gyal Lo en una entrevista. “Vehiculiza nuestra cultura.”
Xi aceleró con fuerza el impulso por instilar la lengua y la cultura china en las minorías étnicas, fundamentalmente en Sinkiang, pero también entre las etnias tibetana y mongol.
Gyal Lo, el educador tibetano de 55 años, comenzó sus acciones hace más de dos décadas, cuando el gobierno chino era más laxo en cuestiones de política étnica y las escuelas en las regiones tibetanas solían enseñarles a los niños en su lengua local.
Gyal Lo tiene la esperanza de que los niños tibetanos puedan aprender primero su lengua local –el tibetano es en realidad una amplia familia de dialectos– y luego puedan manejar la escritura y la oralidad estándar.
Bajo Xi, el espacio para las lenguas locales no deja de achicarse. Las escuelas piden cada vez más que los alumnos sean educados casi exclusivamente en chino. Desde 2016, cada vez más niños tibetanos de cuatro o cinco años son enviados a internados para acelerar su inmersión en lengua china, dice Gyal Lo, quien vio los efectos cuando esos niños volvían a sus casas los fines de semana.
“Parecen extraños en su propia casa”, dice Gyal Lo. “Se mantienen apartados y se rehúsan a entablar una conversación y a tener contacto físico con sus padres.”
Chris Buckley, Vivian Wang y Joy Dong
Traducción de Ignacio Mackinze
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