Una siniestra réplica de Irak, pero con los bandos cambiados
WASHINGTON.- -Son días de desconcierto. Nancy Pelosi ahora es un halcón que urge a acciones militares. Gran Bretaña se niega a ser nuestro perrito faldero. Los franceses están siendo menos quisquillosos y de más ayuda en lo militar. Resulta que ahora los republicanos tienen sus reparos para lanzar un ataque. Y los altos mandos militares de pronto se han vuelto pacifistas.
El presidente que fue elegido por sus posiciones antibélicas ahora intenta despabilar al Congreso y al país sobre la necesidad moral de un ataque militar. Donald Rumsfeld no quiere ir a la guerra con el ejército que tiene Chuck Hagel. John Bolton es la paloma que no cree que debamos tomar partido ni que importe "lo que muestre la información de inteligencia".
Ya estamos otra vez vociferando a favor o en contra de sopapear a un dictador asesino que ha gaseado a su propia gente y sobre la legitimidad de la información de inteligencia que apunta al uso de armas de destrucción masiva.
Alrededor de Obama son muchos los que afirman que después de exponerse tanto el presidente no puede ceder un ápice, ya que sería visto como una muestra de debilidad de Estados Unidos, que envalentonaría a nuestros enemigos. El secretario de Estado, John Kerry, señala que si realmente el dictador no tiene nada que ocultar, no se entiende por qué tanta reticencia a los inspectores de la ONU. En más de un sentido, Siria es una siniestra réplica de Irak, pero con los jugadores mezclados y cambiados de bando. El único que es de una coherencia sin fisuras es John McCain, siempre ansioso de dar batalla.
Una vez más, vemos la magnitud de la tragedia de Irak, ya que la decisión sobre lo que hay que hacer con Siria está inexorablemente teñida de la decisión de un presidente y un vicepresidente norteamericanos que nos llevaron a una guerra en Medio Oriente con pretextos falaces y datos de inteligencia dibujados, arrastrando al país a una década de asfixia emocional y financiera y a una crisis de identidad sobre nuestro rol en el mundo.
Con sus errores de cálculo y de intenciones, con George W. Bush todo era tan blanco y negro que terminó sumiendo a Estados Unidos en una niebla gris en la que ya ni siquiera estamos seguros de que sea correcto nuestro rol de John Wayne que se ocupa de los villanos del planeta.
Ahora por fin tenemos un presidente que sabe la diferencia entre un sunnita y un chiita. Pero nuestros garrafales errores de lectura de la realidad de Medio Oriente en el pasado y la traicionera tarea de desentrañar a qué bando apoyar en los levantamientos árabes (¿los rebeldes de estos países son los buenos o son simpatizantes de Al-Qaeda?) nos han dejado literalmente de capa caída.
No debería ser tan difícil alcanzar un consenso para intentar impedir que Al-Assad asesine a decenas de miles de personas y obligue a convertirse en refugiados a millones más, con armas químicas y de las otras. Pero la audiencia del Comité de Relaciones Exteriores del Senado dejó dramáticamente al descubierto hasta qué punto nuestros errores en Irak contaminan nuestras decisiones sobre Siria.
Un panel de altos funcionarios del gobierno hizo todo lo posible por ceñirse a los argumentos de la Casa Blanca, mientras soportaban el escéptico y por momentos hostil interrogatorio de los senadores.
El tema es peliagudo, como pudo comprobar Kerry cuando debió responder una pregunta del presidente del Comité, el senador demócrata por Nueva Jersey, Robert Menendez, que se opuso a la invasión a Irak, pero apoya una reprimenda a Siria.
Cuando Menendez le preguntó a Kerry si el gobierno aceptaría que una eventual autorización para el uso de la fuerza en Siria incluya "una prohibición explícita de despliegue de tropas en el terreno", Kerry respondió: "Sería preferible no tener tropas en el terreno". Y con varios "peros" de por medio agregó: "No querría que se excluya de las negociaciones una opción que podría permitirle al presidente proteger nuestro país". El senador republicano Bob Corker reprendió a Kerry: "No me parece que ésa sea una respuesta demasiado apropiada". Kerry advirtió de inmediato su falta de diplomacia y desanduvo el camino diciendo: "Cerremos desde ahora esa puerta lo más que se pueda".
Ahora depende de Obama demostrarles a los norteamericanos que sabe lo que está haciendo, a diferencia de su antecesor.
Traducción de Jaime Arrambide
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