Una rigidez cada vez más cuestionada
BRUSELAS.- A pesar de que Angela Merkel no dio ayer ninguna indicación en ese sentido, la fallida subasta de bonos de anteayer en Alemania puede significar la gota que rebasó el vaso. O por lo menos eso esperan sus socios europeos.
Mientras Grecia, Irlanda y Portugal han tenido que sufrir la ignominia de aceptar rescates de la Unión Europea y el FMI, y con España, Italia y Francia en la línea de fuego, hasta ahora la potencia económica más grande de Europa había permanecido más allá de todo desgaste.
Pero la incapacidad de Alemania para colocar alrededor del 40% de los bonos ofrecidos en una subasta de Bunds a 10 años dejó al descubierto una fisura en la armadura alemana, con consecuencias no sólo para los mercados, sino también para la política de la Europa en crisis.
La que salió dañada es la imagen de superioridad alemana en el manejo de su deuda, y por extensión también algunas de las rígidas posiciones que Merkel ha adoptado desde el comienzo de la crisis de la deuda.
Según algunos analistas, otros Estados de la eurozona -en especial Francia- ahora podrían envalentonarse y desafiar la resistencia alemana a ideas como permitir que el Banco Central Europeo actúe más directamente en el blindaje contra la crisis o que se emitan eurobonos conjuntos.
Sin embargo, en la cumbre de ayer en Estrasburgo con el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, y con el recientemente designado primer ministro italiano, Mario Monti, Merkel no dio la más mínima señal de estar dispuesta a cambiar de posición. En el centro de la discusión estuvo el debate sobre el papel que debería cumplir el BCE.
"Toda la presión está orientada en la misma dirección, y es para que Alemania flexibilice su posición y permita las intervenciones a gran escala del BCE y la emisión de eurobonos", dijo Sony Kapoor, director ejecutivo de Re-Define, un grupo de expertos en economía. "Lento pero seguro, el mito de la invencible economía alemana comienza a ser cuestionado."
En los pasillos de Bruselas, nadie ocultaba su satisfacción por la fallida subasta de bonos alemanes, aunque los funcionarios que reconocieron su esperanza de que este revés haga reaccionar a Berlín también admitieron que Merkel no es fácil de convencer y que no esperaban un inmediato cambio en el rumbo.
Y ése es precisamente el punto crucial. En ese naufragio en cámara lenta que es la crisis de la deuda europea, ¿cuánto tiempo más tendrán que esperar los mercados hasta que se intervenga con determinación?
Todas las fechas límite se han vencido. Originalmente, se esperaba que el 21 de julio llegaría un "paquete abarcador" de medidas para resolver los problemas de Grecia y "blindar" las economías de Irlanda y Portugal para prevenir el contagio de la crisis.
Después llegó el 26 de octubre y el paquete para Grecia tuvo que ser renegociado, mientras también se decidía incrementar el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), que de 440.000 millones de euros debía pasar a 1 billón de euros. Un mes después, ni el segundo paquete de ayuda para Grecia ni la inyección de capital para el fondo del rescate están decididos.
La próxima cumbre se celebrará el 9 de diciembre, y ya hay grandes expectativas de que se convierta en un momento bisagra. Pero si se escucha a Merkel y se lee entre líneas el mensaje que llega desde Berlín, parece improbable que se produzca un salto significativo.
Dos frentes
Mientras Alemania insiste en que ahora es esencial introducir modificaciones en el tratado de la UE -el conjunto de leyes fundamentales del bloque- para que las soluciones a los problemas sirvan a largo plazo, los planificadores políticos de Europa deben batallar ahora en dos frentes distintos.
Por un lado, intentan diseñar mecanismos inmediatos de respuesta ante la crisis, como aumentar el FEEF y así aliviar la presión sobre las deudas soberanas; por el otro, también buscan el modo de reformular el marco de referencia que sostiene el proyecto europeo, que ya tiene 55 años de antigüedad.
Los líderes se están viendo arrastrados a entablar complejos debates sobre cambios estructurales a largo plazo, en un momento en que la impaciencia de los mercados espera una respuesta inmediata ante la crisis.
Hasta la Comisión Europea, que esta semana publicó un muy esperado estudio sobre la viabilidad de los eurobonos, no espera que la cuestión sea resuelta en lo inmediato.
El comisionado para asuntos económicos y monetarios de la UE, Olli Rehn, dijo que los bonos sólo tendrían sentido cuando los 17 países de la eurozona se encuentren a un mismo nivel en términos de estabilidad y gobernabilidad de sus economías. Para eso, podrían pasar años.
Es muy probable que los inversores no quieran esperar tanto, que se sientan inclinados a vender sus bonos de deuda de países de la eurozona y se lleven su dinero a otra parte. En ese caso, empujarán las tasas de interés en todo el tablero: no sólo en Portugal, sino en Francia, Bélgica, los Países Bajos, Austria y hasta Alemania.
Y entonces todos girarán la cabeza en dirección a la única institución europea que podría ser capaz de tomar el timón el tiempo que sea necesario para enderezar el barco: el Banco Central Europeo.
Traducción de Jaime Arrambide
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