Una revolución en marcha: Gran Bretaña se lanza a reconstruir su identidad
El electrizante referéndum separatista del jueves pasado sacó a la luz una crisis que obliga al establishment de Londres a repensar un esquema más federalista; escepticismo sobre la verdadera voluntad de la elite gobernante para cumplir con sus promesas de devolverle poder a Escocia
EDIMBURGO.-Probablemente, ésta sea la primera vez en la historia que una encuesta desencadena una revolución.
Bastó con la difusión del sondeo que hace dos semanas alertó sobre la posibilidad de que Escocia escogiera el camino de la independencia para que el establishment de Londres se arrojara a prometer reformas urgentes que implicarían poner patas arriba el modelo de Estado británico.
Gran Bretaña sobrevivió al referéndum del jueves. El no a la ruptura ganó finalmente por 10 puntos, y nadie sabrá si, alguna vez, el sí estuvo de verdad en ventaja, pero la electrizante campaña escocesa sacó a la luz una crisis que, pasado el susto, empuja a Gran Bretaña al desafío de reconstruir su identidad.
El debate nacional pasa por adivinar qué alcance real tendrá la "revolución constitucional" que anunció el primer ministro conservador David Cameron apenas se completó el recuento de votos en Edimburgo.
¿Realmente el Estado democrático más centralista del mundo avanzará hacia un esquema federal?; ¿aceptará la elite gobernante inglesa limitar la abrumadora influencia de Londres?; ¿qué pasará con las políticas de austeridad que agigantaron el descontento social y dieron alas al populismo xenófobo?; ¿seguirá el país dentro de la Unión Europea (UE)?
Resolver intrigas de tal magnitud anticipa una batalla política que ya está en marcha. Los tres grandes partidos británicos se comprometieron en las últimas semanas de la campaña escocesa a aprobar un amplio traspaso de poderes y ventajas fiscales al Parlamento de Edimburgo en caso de que ganara el no a la separación. Salvada la unión, Cameron ratificó el juramento a los escoceses, pero advirtió que también prevé otorgarles más autonomía a Gales, Irlanda del Norte y, sobre todo, a Inglaterra.
Para contener el malestar que causa entre los conservadores la cesión de privilegios a Escocia, desempolvó la idea de que sólo los parlamentarios ingleses puedan votar en temas que afectan exclusivamente a Inglaterra. Es decir, que los representantes escoceses en Westminster queden excluidos de las votaciones en materia fiscal, educativa o de sanidad vinculadas a la región que concentra casi el 85% de la población y la riqueza del Estado.
La oposición rompió la tregua abierta por el referéndum. El plan de Cameron podría ser una trampa insalvable para un futuro gobierno laborista. "Las encuestas indican que los laboristas están en camino a obtener una mayoría en 2015 bajo el actual sistema. Pero para eso necesitan de los votos escoceses en la Cámara de los Comunes", explica el sociólogo Andrew Hawkins, de la consultora ComRes. "Si a éstos se los excluye de decisiones esenciales sobre Inglaterra, será complicadísimo para cualquier gobierno laborista sacar adelante su programa." Hoy el mayor partido de la oposición tiene 41 de los 59 parlamentarios que provienen de Escocia.
Ed Miliband, el líder laborista, ya advirtió que no aceptará una reforma en esas condiciones. En cambio, propone una transferencia de poderes a los municipios y entidades metropolitanas del interior de Inglaterra.
Actualmente, un secretario de Estado en el Tesoro de Londres tiene la facultad de ordenarles a las autoridades locales de Manchester o Liverpool hasta cuánto pueden gastar en la recolección de basura. Casi el 70% del gasto público en Gran Bretaña es distribuido por el gobierno central.
La Asociación de Gobiernos Locales, formada por dirigentes de las principales ciudades inglesas, exigió el viernes una cesión de poderes a las entidades municipales similar al que se ofrece a Escocia. También el ministro principal de Gales, Carwyn Jones, reclamó "forjar una nueva unión", que aumente el autogobierno en su país.
"Cumplir con la transferencia de poderes de Cameron va a ser muy difícil, sobre todo, en los tiempos prometidos en la campaña escocesa. Si se abre el debate sobre la devolución de poderes a Inglaterra puede durar hasta 2050. Es más lógico pensar en que se avanzará en propuestas más modestas", opina Nicola McEwan, profesora de ciencias políticas de la Universidad de Edimburgo.
Matthew Flinders, especialista en políticas públicas de la Universidad de Sheffield, coincide en que un nuevo esquema constitucional no puede hacerse a las apuradas: "El statu quo no es una opción, pero tampoco es tiempo de hiperactivismo". Considera que es inevitable que el poder de Londres se reduzca en el mediano plazo y que se produzca el giro hacia una forma más federal de gobierno.
El referéndum también puso sobre la mesa el debate sobre la relación de Gran Bretaña con Europa. Los escoceses son mayoritariamente europeístas, mientras que en Inglaterra se fortaleció en los últimos años el rechazo a la construcción continental. El ascenso de los eurófobos de UKIP es una amenaza para los conservadores de Cameron, de cara a 2015. Si gana la reelección, el primer ministro promete convocar un plebiscito para 2017, en el que se decida si Gran Bretaña se queda o se va de la UE.
En la opinión pública británica, persiste el escepticismo sobre la voluntad que tendrá la elite gobernante para reajustar su identidad y cumplir con las promesas hechas durante los días de pánico por el referéndum.
Lo resumió ayer con palabras dramáticas el prestigioso analista político Philip Stephens, en el Financial Times: "Lo que más me preocupa es que los recuerdos de lo que pasó en Escocia se desvanezcan rápido. Que los políticos en Westminster, codeándose para posicionarse de cara a las elecciones generales del año que viene, vuelvan a lo de siempre. Y que la próxima vez los británicos bien puedan despertarse para encontrar que no queda ninguna Gran Bretaña en la que vivir".
55,3%
El número de la victoria Ese porcentaje de escoceses votó en contra de su separación de Gran Bretaña en el referéndum del jueves pasado.
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