Coronavirus: una recesión global que podría extenderse más de lo previsto
LONDRES.- Quedan pocas dudas de que el mundo ya quedó empantanado en una devastadora recesión provocada por el nuevo coronavirus. Pero a medida que los gobiernos endurecen las restricciones a la economía para frenar la propagación de la pandemia y que el temor al contagio va reconfigurando el concepto mismo de espacio público, trabando de ese modo el crecimiento que suele impulsar el consumo, el temor es que la recesión sea mucho más profunda y prolongada que lo augurado inicialmente.
Por encima de todo, la pandemia es una emergencia de salud pública. Y mientras la interacción entre personas siga siendo peligrosa, no sería responsable que la actividad económica vuelva a funcionar con normalidad. Además, lo que antes era normal, tal vez nunca más lo sea. Es probable que la gente tenga menos ganas de apretujarse en bares y teatros, incluso después de que se logre contener el virus.
El freno abrupto de la actividad comercial amenaza con causar perjuicios económicos tan profundos y prolongados en todo el mundo al mismo tiempo que la recuperación puede tardar años. Las pérdidas de las empresas, muchas de las cuales ya estaban tapadas de deudas, pueden desatar un cataclismo financiero.
"Siento que la crisis financiera de 2008 fue apenas un ensayo para esto", dice Kenneth Rogoff, economista de Harvard y coautor de una historia de las crisis financieras titulada Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera.
"Esto ya se está configurando como el derrumbe más profundo de la economía global en más de 100 años", dice Rogoff. "Todo depende de cuánto dure, pero si se prolonga demasiado, será la gran crisis financiera de todos los tiempos".
La situación pinta especialmente dura en los países en desarrollo, que desde que arrancó el año sufren una huida de las inversiones que devaluó sus monedas, aumentó el precio de los alimentos y combustibles importados, y dejó a los gobiernos al borde de la insolvencia, todo esto, mientras la pandemia en sí misma amenaza con desbordar sus precarios sistemas de salud.
Los inversores le siguen dando crédito a un escenario esperanzador: que la recesión será dura pero breve, dando paso a un fuerte rebote este mismo año. Según ese razonamiento, la economía global está en un profundo congelamiento temporario, pero una vez que el virus sea contenido y la gente pueda volver a la oficina y a los shoppings, la vida volverá a la normalidad en un santiamén. Los aviones despegarán cargados de familias que solo habrán debido posponer unos meses sus vacaciones y las fábricas reabrirán para cumplir con todas las órdenes de pedido atrasadas.
Pero incluso después de domar el virus -y nadie sabe realmente cuándo ocurrirá-, el mundo que emerja probablemente esté sumido en una infinidad de problemas que complicarán la recuperación. El desempleo masivo tiene costos sociales altísimos, y una quiebra en cascada de las empresas podría dejar sin inversiones ni perspectivas de innovación al sector industrial.
En los hogares, la incertidumbre puede prolongarse, haciendo que las familias prefieran amarrocar en vez de gastar. Y el consumo representa unos dos tercios de la actividad económica global. Si la incertidumbre se prolonga y la gente se muestra reacia a consumir, cualquier expansión será limitada, sobre todo si no hay más remedio que mantener durante años las medidas de vigilancia contra el coronavirus.
"Los aspectos psicológicos no rebotan como puede hacerlo la economía", dice Charles Dumas, economista en jefe de TS Lombard, empresa de investigaciones financieras de Londres. "Esto es un verdadero shock para la gente. La recuperación será lenta, y ciertos patrones de comportamiento se modificarán, si no para siempre, al menos por largo tiempo".
En los últimos años, el auge de la bolsa impulsó el consumo en Estados Unidos. Pero ahora hay millones de personas llenando el formulario del seguro de desempleo y los hogares más ricos tratan de digerir que sufrirán una disminución significativa en sus fondos de retiro.
En su momento, la Gran Depresión de 2008 impulsó fuertemente la tasa de ahorro entre los norteamericanos, que habían quedado escaldados por las consecuencias del crédito barato. Hoy esa situación podría repetirse.
En todos los rincones
La sensación de alarma se potencia porque el problema alcanza todos los rincones del mundo.
Estados Unidos, la mayor economía mundial, está casi con certeza en recesión. También Europa. Lo mismo probablemente ocurra en otras economías relevantes, como Canadá, Japón, Corea del Sur, Singapur, Brasil, la Argentina y México. Se cree que China, segunda economía global, apenas crecerá 2% este año, según TS Lombard.
Durante años, una parte de los economistas ortodoxos fomentó la idea de que la globalización incluía una póliza de garantía contra desastres colectivos: siempre y cuando la economía siguiera creciendo en algún lugar del mundo, eso supuestamente alcanzaba para mitigar la recesión en cualquier país en particular.
La recesión global que siguió a la crisis financiera de 2008 echó por tierra esa hipótesis. Y la recesión actual es un evento aún más extremo, una emergencia mundial para la que no hay refugio. "Ahora no hay lugar donde la economía interna no esté sufriendo un golpe, que se suma al impacto sobre la cadena de suministros", dice Innes McFee, directora ejecutiva de la empresa de servicios financieros Oxford Economics, Londres. "Es tremendamente preocupante".
Traducción de Jaime Arrambide
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