Una rebelión de diputados conservadores rechazó nuevas restricciones y puso en jaque a Boris Johnson
Más de un centenar de legisladores se opusieron a las nuevas medidas del gobierno, en el marco de un fuerte deterioro de la imagen del primer ministro
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PARÍS.- Más de un centenar de diputados británicos infligieron este martes al primer ministro Boris Johnson otra inequívoca demostración del estrepitoso derrumbe de su credibilidad, socavada por una larga serie de escándalos, votando contra las nuevas restricciones anti-Covid propuestas por el gobierno para hacer frente a la nueva variante ómicron.
A pesar de una jornada de frenético lobby, Johnson no consiguió aplacar la rebelión en torno a su llamado “Plan B”, que incluye la obligación de intensificar el teletrabajo, usar barbijos en los sitios públicos y mostrar un pase sanitario para acceder a numerosos locales.
Y si las medidas propuestas por Downing Street fueron aprobadas por la cámara de los Comunes, fue gracias al opositor Partido Laborista, que las apoyó ampliamente. En total, 126 diputados votaron en contra del pase sanitario, mientras 369 lo hicieron a favor.
Gran Bretaña, uno de los países de Europa más afectados por la pandemia con cerca de 150.000 muertos, se ve confrontada a un “tsunami” -según Johnson- de casos ligados a la nueva variante ómicron de coronavirus, extremadamente transmisible, que el gobierno trata de frenar con una campaña de vacunación de una amplitud sin precedentes: un millón de personas por día.
Muchos de los diputados rebeldes consideran que las nuevas restricciones son draconianas. Otros cuestionan la obligación de presentar un certificado de vacunación o un test negativo para ingresar a algunos locales, como a discotecas y otros lugares con más de 500 personas.
Para algunos, obligar a la gente a mostrar un pase sanitario no es ético y afirman que tampoco hay evidencia de que no vayan a contagiar a otros, pues está demostrado -argumentan- que, aun vacunada, una persona puede enfermarse de Covid y transmitir el virus.
Pero muchos aprovecharon la votación para manifestar su rechazo a Johnson, convencidos de que el hombre que ayudó al Partido Conservador a obtener una amplia mayoría en las elecciones de 2019, lo está demoliendo con sus errores y gaffes a repetición.
La revuelta de sus propias filas debilitó aun más a Boris Johnson, ya muy frágil por escándalos a repetición. Entre ellos, la organización el año pasado de fiestas de fin de año en los locales de Downing Street, en plena pandemia, cuando las reuniones estaban prohibidas o el precio exorbitante de la nueva decoración de sus departamentos privados, gracias a una donación privada. El primer ministro también suscitó la indignación al tratar de modificar las reglas disciplinarias del Parlamento en beneficio de un diputado conservador, Owen Paterson, pasible de sanciones por conflicto de intereses.
Por su parte, la opinión pública parece haber dejado de creer en su primer ministro que se desmorona en los sondeos. El instituto Ipsos Mori ubicó la semana pasad a Keir Starmer, líder de los laboristas, 13 puntos delante de Johnson. Un resultado jamás visto desde 2008.
Sin embargo -y solidaridad partidaria obliga- a pesar del creciente descontento, los miembros históricos del Partido Conservador afirman que no existen por el momento razones para desplazarlo. Sobre todo, debido a la ausencia de una figura suficientemente sólida como para asumir su remplazo.
“Boris en un mal día es mejor que cualquier otro pretendiente en un buen día”, explican.
Gran Bretaña registró ayer 59.610 nuevos casos, la cifra más alta desde comienzos de enero y la quinta desde que comenzó la pandemia en marzo de 2020. Más de 5300 casos de ómicron fueron detectados, con diez hospitalizaciones. Una persona falleció después de contagiarse con la nueva variante, que está en camino de convertirse en la mutación dominante en Londres.
Antes de la votación, el gobierno británico lanzó una campaña para convencer a los diputados rebeldes, después de que Johnson advirtió a sus ministros sobre la inminencia de “una inmensa ola” de contagio con ómicron en el Reino Unido, insistiendo en que nuevas medidas eran imprescindibles para proteger a la gente.
Según el responsable de los servicios de sanidad británicos, Chris Whitty, si bien aún es muy temprano para decir cuán severa es la ola de ómicron en el Reino Unido, todos sus equipos esperan “un significativo aumento de las hospitalizaciones”.
Los miembros del gabinete hicieron enormes esfuerzos para aplacar a los parlamentarios rebeldes, insistiendo en que la gente que no tiene el esquema completo de vacunación podría utilizar un test negativo para ingresar a sitios con más de 500 personas.
El lunes, el responsable de la cartera de Salud Pública, Sajid Javid, informó a los diputados que la nueva variante representaba actualmente 20% de los nuevos casos en Inglaterra y podría convertirse en la variante dominante en las siguientes 48 horas. Agregó que la Agencia de Seguridad Sanitaria del Reino Unido estimó el número actual de infecciones diarias en unas 200.000, cifra muy superior a las registradas mediante los tests positivos.
Pero todos los razonamientos cayeron en oídos sordos. Detrás de los argumentos en contra de las nuevas restricciones, que juzgan liberticidas y nefastas para la economía, los parlamentarios rebeldes estaban decididos a enviar una seria advertencia a Johnson.
Según Robin Pettitt, especialista de la política británica, la personalidad del primer ministro, experiodista y alcalde de Londres conocido por su extravagante estilo, podría permitirle superar este mal momento.
Pero advierte que, si la acumulación de escándalos prosigue, “el Partido Conservador siempre ha sido implacable cuando se trata de deshacerse de dirigentes que no funcionan”.
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