Una prueba superada sin traicionar su espontaneidad
JERUSALÉN - Prueba superada. Francisco sabía que su maratón de tres días en Medio Oriente, Tierra Santa para las tres grandes religiones monoteístas, pero también una de las zonas donde más sangre ha corrido en las últimas décadas, iba a ser como caminar en un campo minado. Iba a tener que sopesar, como un malabarista, cada palabra, cada gesto, cada acción, para que nadie pudiera usar su visita como peregrino de la paz. Y como un verdadero "animal político" -como definió alguien que conoce bien a Jorge Bergoglio- y respetando esos equilibrios propios de las zonas donde la división y el odio están arraigados, lo logró.
Gracias a su espontaneidad y a la audacia de gestos inesperados, pero muy pensados y meditados, dejó contentos a todos . En estos tres días densos, después de todos los encuentros con sus distintos interlocutores -judíos, musulmanes, cristianos-, se palpaban armonía, simpatía, en algunos casos, hasta complicidad y real sintonía, como en el caso de Shimon Peres.
En el inicio de su gira, en Jordania, un país comprometido con el diálogo interreligioso y también con la ayuda a los refugiados del área, hizo un dramático llamado para que la comunidad internacional se mueva en forma concreta para que termine el infierno en Siria. Y dijo enseguida que era esencial hacer algo para poner fin al aún más antiguo conflicto palestino-israelí.
Al día siguiente, desde Belén, sorprendió al mundo con su iniciativa de mediación -la cumbre para una plegaria de oración entre Peres y Abbas que tendrá lugar el 6 de junio en el Vaticano- que venía tejiendo silenciosamente desde hacía varios meses.
Quienes creían que tratándose de una peregrinación a una zona tan turbulenta, llena de odios, que podía convertirse en una trampa, Francisco iba a tener que dejar de lado su innata espontaneidad se equivocaron. Pese a que el programa había sido estudiado y negociado por las distintas partes en los más mínimos detalles, el Papa volvió a demostrar que es un hombre que rompe los esquemas. Poco antes de anunciar esa invitación, en una ruptura del programa previsto, se bajó del papamóvil y rezó en silencio ante el "muro de la vergüenza" que rodea la ciudad donde nació Jesús, en una imagen que valió mil palabras y que dejó eufóricos a los palestinos.
Si esa imagen no gustó al gobierno de Israel, al día siguiente, astutamente, el Papa volvió a hacer una ruptura del programa en Jerusalén. Tras convertirse en el primer pontífice que deja una ofrenda floral ante la tumba de Theodor Herzl, el fundador del sionismo, rezó ante otro lugar de gran simbolismo: el memorial a las víctimas de actos de terrorismo islamista.
Como sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI, se conmovió al visitar el memorial de Yad Vashem, donde como ellos tuvo palabras fuertes para condenar el Holocausto, pero al "estilo Bergoglio", como ya lo llaman los vaticanistas italianos.
Maratón
En una maratón en la que demostró también una energía y una fuerza física inusuales para un hombre de 77 años, Francisco también recordó que "la violencia no se vence con la violencia", al reunirse con chicos de un campo de refugiados de Belén. Y al visitar ayer por la mañana a autoridades musulmanas en el Edificio del Gran Consejo de la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, llamó significativamente a los musulmanes "hermanos" tres veces, aunque en el texto de ese discurso que había sido entregado con embargo a los periodistas decía "amigos".
Destacó que "musulmanes, cristianos y judíos reconocen a Abraham, si bien cada uno de manera diferente, como padre en la fe y un gran ejemplo a imitar". Y pidió: "Respetémonos y amémonos los unos a los otros como hermanos y hermanas, aprendamos a comprender el dolor del otro" y "que nadie instrumentalice el nombre de Dios para la violencia". "Trabajemos juntos por la justicia y la paz", exhortó también, en un reclamo que fue el eje de todo este viaje y que reiteró, una y otra vez, ante rabinos, políticos, religiosos, cristianos.
"Un peregrino es una persona que se hace pobre, que se pone en camino, que persigue una meta grande apasionadamente, que vive de la esperanza de una promesa recibida", dijo el Papa sobre Abraham. La frase probablemente resuma su exitoso viaje a Tierra Santa.
De las imágenes que quedarán en la historia de este gira difícil y cansadora, que son muchas -el Papa rezando por los refugiados en el sitio donde fue bautizado Jesús, en Jordania; ante la barrera de cemento de Belén; rezando junto al patriarca ecuménico de Constantinopla y besando el Santo Sepulcro; orando en el memorial del Holocausto-, hay una que resume el mensaje de apertura al diálogo, a la convivencia, a la comprensión del otro, del que es distinto a uno. Es el abrazo que ayer se dio Francisco con sus amigos argentinos, el rabino Abraham Skorka y el dirigente islámico Omar Abboud, ante el Muro de los Lamentos. Entonces para ellos se hizo posible un sueño que, quizá, puede cambiar la historia.
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