Una prueba de fuego para la estrategia moderada de Obama
La erupción de Medio Oriente está poniendo a prueba, tal vez como nunca antes, los límites de la mayor innovación en política exterior del primer mandato del presidente Barack Obama, una estrategia que lleva su firma y que en la Casa Blanca denominan "light footprint", algo así como "impacto suave".
Atento al sentimiento popular de que una década de guerra había debilitado a Estados Unidos, y deseoso de enfocarse en los problemas económicos internos, Obama abrazó de inmediato un enfoque que combina tecnología de control remoto y una diplomacia a la distancia, como barrera de contención de los problemas más explosivos de Medio Oriente, África y el sudeste asiático. Los ataques con aviones no tripulados aumentaron seis veces, se realizaron ciberataques secretos contra Irán, y los terroristas más buscados del mundo fueron asesinados por fuerzas especiales que hicieron de los raids nocturnos la moneda de cambio del poderío norteamericano.
Durante un tiempo, la fórmula funcionó: hace un año, hasta el ahora caído director de la CIA, David Petraeus, se preguntaba sucintamente: "¿A quién no le gustaría una estrategia de impacto suave?".
Pero en esa pregunta sobradora de Petraeus había un reconocimiento implícito de los limitados alcances de la estrategia. Y ahora Obama sufre más presiones que nunca para que se involucre en Medio Oriente del modo en que, precisamente, evitó hacerlo durante la campaña presidencial. En las filas de su propio partido, algunos lo critican por no intervenir de manera más directa para detener la matanza en Siria y para dar nuevo impulso al proceso de paz entre israelíes y palestinos no bien se calme el actual diluvio de misiles.
Y por encima de todos esos problemas sobrevuela la cuestión de Irán, que viene acicateando el conflicto sirio; en parte, para demostrar que no piensa quedarse de brazos cruzados mientras las sanciones económicas se comen sus ingresos por petróleo.
Obama hubiese preferido no verse acosado por esta crisis en las últimas semanas de su primer mandato. Hace cuatro años pensaba que a estas alturas ya estaría cosechando los dividendos de la paz, tras haber retirado a Estados Unidos de Irak y Afganistán, por más que la misión bélica estuviese del todo incompleta, y que, de ese modo, podría ocuparse de lo que durante la campaña muchas veces describió como "construir un poco la nación aquí en casa".
Desde 2009, Obama intentó evitar ser engullido por el remolino de conflictos y desgobierno de Medio Oriente que arrastró a tantos de sus predecesores. La suya fue una decisión deliberada desde el principio, según dicen sus colaboradores. Recién llegado a la presidencia, Obama le pidió a su equipo de seguridad nacional que hiciera una evaluación de los lugares del mundo donde Estados Unidos estaba demasiado implicado y donde no lo estaba suficientemente.
La respuesta, recordó esta semana su asesor en seguridad nacional, Thomas E. Donilon, fue casi inmediata: "Estábamos sobrecargados en algunas regiones, como nuestros compromisos militares en Medio Oriente", y teníamos muy poco peso en regiones de las que dependía la prosperidad futura de Estados Unidos, sobre todo en el resto de Asia.
Eso explica en parte por qué Obama está visitando estos días Tailandia, Myanmar y Camboya. Quienes lo critican explican que las raíces de la aparente falta de influencia actual de Estados Unidos en Medio Oriente se debe a esa estrategia de "impacto suave" que fue, justamente, demasiado suave.
"Creo que para entender el enfoque de Obama hay que tener en cuenta que el presidente siempre prefiere mantener a distancia la mayoría de los problemas", dijo Eliot Cohen, profesor de la Escuela de Estudios Internacionales Johns Hopkins, que trabajó para la campaña del candidato republicano, Mitt Romney.
El caso libio
El caso de Libia es la principal prueba de ese argumento. Obama aceptó a regañadientes involucrar a la fuerza aérea en el derrocamiento del coronel Muammar Khadafy, pese a las objeciones del secretario de Defensa de aquel entonces, Robert Gates, que advertía que no había intereses norteamericanos directamente en juego. Por el contrario, el presidente urgió a la Liga Árabe y a la OTAN a "hacerse cargo".
Lo hicieron, pero la reticencia de Obama a desplegar fuerzas terrestres durante los combates y su decisión de mantener una presencia diplomática y de inteligencia mínima en la Libia pos-Khadafy pueden haber hecho que Estados Unidos no prestara atención a ciertas señales y así fuese tomado por sorpresa en Benghazi, donde fue atacado el consulado norteamericano.
Siria se convirtió en la segunda evidencia en contra de la utilidad de la estrategia de "impacto moderado". Obama siempre se resistió a involucrarse en ese conflicto: la comunidad internacional estaba demasiado desorganizada; ni la OTAN ni la Liga Árabe estaban dispuestas a hacer nada, y los rusos y los chinos bloqueaban cualquier acción efectiva que pudiese tomarse en la ONU.
Además, con las elecciones en ciernes, Obama no tenía el menor interés en arrastrar a Estados Unidos a una nueva guerra cuando apenas sale de otras dos.
Pero con cerca de 40.000 muertos como resultado del conflicto en Siria, las presiones sobre Obama se intensifican, incluso desde las filas demócratas. Ya circula la propuesta de colocar baterías de misiles Patriot en Turquía y Jordania, capaces de derribar los aviones del presidente Bashar al-Assad cuando éstos atacan los bastiones rebeldes.
El senador John McCain, adversario republicano de Obama en 2008 y uno de los impulsores de una mayor intervención, sostiene: "Todo lo malo que predijimos que iba a pasar si interveníamos –inestabilidad en Jordania, Líbano y Turquía– está ocurriendo de todos modos".
Las probabilidades de una intervención de fuerzas terrestres de Estados Unidos son muy remotas: hasta McCain, uno de los halcones más fuertes del Senado, se cuida mucho de no ir tan lejos. Pero los propios colaboradores del presidente reconocen que las esperanzas de Obama de mantenerse al margen y dejar que tomen la delantera quienes tienen intereses más directos en juego se han hecho trizas. En el futuro, la estrategia de "impacto suave" tal vez no lo sea tanto.
Occidente vs. el mundo islámico
El conflicto vuelve a resaltar las divisiones entre los líderes
- "EE.UU. apoya totalmente el derecho de Israel a defenderse. [Hay que] poner fin a estos disparos de misiles sin una nueva escalada de violencia"
Barack Obama
Presidente norteamericano
- "Ya es hora de que los gobiernos occidentales acaben con 60 años de apoyo ilimitado e incondicional a los ocupantes sionistas y a sus crímenes"
M. Ahmadinejad
Presidente iraní
- "El primer ministro británico expresó su apoyo por los ataques inaceptables de misiles que Israel sigue sufriendo", dijo el canciller William Hague
David Cameron
Primer ministro británico
- "Israel recurre a prácticas inhumanas para convertir otra vez la región en un mar de sangre"
Recep T. Erdogan
Primer ministro turco
Traducción de Jaime Arrambide
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