Una polémica orden del papa Francisco decepciona a la castigada oposición de Nicaragua
CARACAS.- "Yo no he pedido salir, he sido llamado por el Santo Padre". Monseñor Silvio José Báez, arzobispo auxiliar de Managua y símbolo de la rebelión popular contra el presidente Daniel Ortega y su mujer, la vicepresidenta Rosario Murillo, abandonará Nicaragua para incorporarse al Vaticano tras la sorprendente orden impartida por el papa Francisco .
"Esta decisión del Santo Padre, que yo he aceptado con plena obediencia amorosa, ha hecho llorar mi corazón", confesó el obispo más crítico con el sandinismo anoche. Y no es el único que llora: la oposición ha recibido la noticia como un mazazo cuando quedan pocos días para que se cumpla un año (18 de abril) de las primeras protestas contra el gobierno del clan de los Ortega.
Báez acudió al llamado papal en Roma y allí recibió la orden. "El Papa no me hizo ni una sola observación, ni un solo reproche, ni una sola corrección", dijo. Eso sí, el arzobispo no anestesió sus palabras al relatar a Francisco qué sucede en Nicaragua: "Este es un pueblo crucificado, este es un país secuestrado y aquí hay unos poderes fácticos dominados por la mentira, la injusticia, la represión y la ambición… Un año de dolor y sufrimiento, de vía crucis de este pueblo".
Desde que se desataran las protestas el año pasado, el gobierno de los Ortega ha repetido el guion represivo del chavismo: al menos 300 muertes violentas, centenares de detenidos, miles de exiliados y un diálogo situado en un callejón sin salida, que ya se prolonga casi tanto tiempo como las propias protestas.
"El exilio forzado de monseñor Báez debemos reconocerlo como un duro golpe a la lucha por la democracia en Nicaragua, la que llegará de todos modos más temprano que tarde", protestó el escritor Sergio Ramírez.
"Mi solidaridad con el obispo Silvio Báez, a quien se le ha impuesto un exilio forzado en Roma. Su salida es un golpe mortal contra el pueblo perseguido y representa un gran desafío para los obispos de Nicaragua: mantengan viva la voz que hace temblar a los tiranos", subrayó Carlos Chamorro, el periodista más prestigioso del país ahora también exiliado.
El gobierno sandinista situó desde el primer momento al obispo de Managua, siempre al frente de las protestas pacíficas y en defensa de estudiantes y ciudadanos, en su punto de mira. Le acusaron de ser un golpista, de incitar a la violencia y de ayudar a manifestantes heridos. El propio Báez desveló ayer que "había un plan para asesinarme" a mediados del año pasado, del que fue advertido por la Embajada de Estados Unidos. "Incluso me dijeron en dónde podía ser, cómo podían estar vestidos los que iban a ejecutar la acción", añadió. Días antes, la exembajadora estadounidense adelantó la veracidad del plan de asesinatos, en el que también estaba ella incluida, así como otros dirigentes opositores.
Báez fue agredido y herido en un brazo con un cuchillo cuando hordas sandinistas atacaron la Basílica de San Sebastián, en Diriamba. Desde el gobierno también se hostigó al clérigo rebelde con montajes audiovisuales.
"Me sueño con una iglesia menos diplomática y temerosa y más profética y valiente para ser una iglesia al lado de los descartados de los últimos, de los que no tienen voz, de las víctimas… En Nicaragua no hay enfrentamientos entre dos grupos, lo que hay es un grupo idolátrico que sacrifica seres humanos y un pueblo crucificado", concluyó el obispo.
"El Papa le concede un intenso deseo al régimen de Ortega, al sacar del país a Silvio José Báez, a quien había declarado su enemigo. La pregunta es a cambio de qué", protestó Dora María Téllez, antiguo comandante sandinista hoy en la disidencia.
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