Una pequeña victoria anticipa los sangrientos combates que le esperan a la contraofensiva de Ucrania
Esperaban una rápida retirada de los rusos; en cambio, una unidad de voluntarios ucranianos enfrentó dos días de feroz resistencia de las atrincheradas fueras del Kremlin
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NESKUCHNE.- Los soldados ucranianos pensaban que los rusos se retirarían de inmediato de Neskuchne, diminuta aldea del sur de Ucrania, sobre todo después del diluvio de artillería y del ataque con cohetes sobre sus cuarteles.
Por el contrario, los rusos se atrincheraron aún más y lucharon a brazo partido durante dos días antes de entregar la aldea, el mes pasado, donde dejaron a sus muertos descomponiéndose en las calles y montañas de municiones gastadas alrededor de sus barricadas e improvisadas defensas.
La derrota de los rusos en Neskuchne se produjo el 9 de junio y fue la primera victoria de la prolongada contraofensiva de Ucrania, que ya ingresó en su cuarta semana, pero con avances mucho más lentos de lo esperado. En ese sentido, la batalla por Neskuchne sirvió como una alerta temprana de que las esperanzas de Ucrania y sus aliados de una rápida victoria eran poco realistas y de que el avance sobre cada metro cuadrado de territorio ocupado por los rusos será resistido ferozmente.
La batalla por Neskuchne duró varios días y fue librada por un contingente de soldados voluntarios que atacaron a pie, y no por grandes brigadas entrenadas por la OTAN y equipadas con tanques occidentales y transportes blindados que supuestamente iban a liderar la esperada avanzada, según creían los analistas militares. Las evidencias concretas que todavía pueden verse en las calles de Neskuchne dos meses después de concluida la batalla y el testimonio de los voluntarios ucranianos que participaron de la misma revelan que la victoria se logró más bien gracias al ingenio, que les permitió sorprender a los rusos con la guardia baja.
En los días que siguieron a la “liberación” de Neskuchne, el 10 de junio, las fuerzas ucranianas también lograron recuperar varios poblados más al sur. Pero después de esa seguidilla de victorias la avanzada de Ucrania ha sido muy lenta, por la fuerte defensa rusa, la acumulación de bajas ucranianas, y franja tras franja de campos minados.
La batalla por Neskuchne enfrentó a 70 soldados ucranianos de la 129a Brigada de Defensa territorial contra unos 150 soldados rusos de la 60a Brigada de Fusileros Motorizados y un contingente de la unidad conocida como Storm Z, compuesta de “soldados-convictos” reclutados de las cárceles rusas.
“Tuvimos que liberar casa por casa”, dice Valery, un soldado que tomó parte en la batalla y que, como el resto de los entrevistados, solo se identifica por su nombre de guerra. “Al principio de la contraofensiva, parecía que los rusos no eran más de 20″.
Neskuchne, una aldea de 500 habitantes, estaba ocupada por los rusos desde los primeros meses de la guerra, así que las fuerza del Kremlin tuvieron tiempo de atrincherarse. Como está situada entre las suaves estribaciones del oeste y la ribera del río Mokri Taly en el este, Neskuchne es un paso obligado hacia una cadena de aldeas hacia el sur. En pocas palabras: el camino de entrada y de salida son el mismo.
Los rusos lo sabían y preveían que el avance ucraniano llegaría con apoyo de tanques y armas pesadas por la ruta principal norte-sur. Los soldados ucranianos que participaron de la batalla dicen que las defensas rusas consistían básicamente de minas antitanques y reservas de misiles antitanques, un arsenal que en parte quedó abandonado en los cuarteles rusos, según pudo verificar el diario The New York Times.
Otra táctica
Pero el ataque ucraniano, al menos en la primera fase, no aplicó “fuerzas combinadas” ni la estrategia militar de la OTAN de coordinar el fuego de artillería con los movimientos de tropas y tanques, que los analistas militares de Occidente suelen considerar crucial para el éxito de la contraofensiva.
En lugar de usar tanques, fácilmente visibles desde el aire y ruidosos sobre el terreno, los ucranianos entraron en la aldea con sigilo, a pie y en pequeños grupos de infantería, después de un bombardeo de artillería al estilo de la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, a diferencia de la saturación de fuego de artillería característico de aquella guerra, el embate de Ucrania en Neskuchne también incorporó un ataque con cohetes guiados. Los cohetes, disparados por Himars de fabricación norteamericana, hicieron impacto en la base que los rusos instalaron en una escuela en el ángulo nordeste de la aldea. El ataque dañó el edificio pero no logró destruirlo.
La mayoría de las casi 200 casas y comercios de Neskuchne son construcciones de un solo piso típicas de las zonas rurales de Ucrania. Por eso el edificio de dos pisos de la escuela era estratégicamente tan importante para cualquier defensa. Gran parte de la batalla por el pueblo se centró en expulsar a los rusos de la escuela, que estaba cerrada desde la invasión.
La brigada rusa había preparado el edificio para cualquier tipo de ataque, perforando aberturas entre las aulas para que sus soldados pudieran moverse sin exponerse a los disparos, una táctica que emplearon las milicias de Estado Islámico durante la batalla de 2017 por la ciudad iraquí de Mosul. Los defensores rusos también instalaron sus cuarteles en el sótano y abrieron agujeros en las paredes para disparar desde allí con sus ametralladoras.
En el hueco de una escalera instalaron un nido de ametralladoras de bolsas de arena con una pequeña rendija para disparar, y apuntado hacia el camino norte-sur, único acceso a la aldea. Tras su llegada, los ucranianos encontraron que la posición estaba repleta de casquillos de bala, clara señal de que la escuela seguía ocupada y defendida después del ataque con Himars.
“Se siguieron defendiendo incluso después de que el cuartel fue alcanzado por los Himars”, señala Dimytro, un soldado de la 129a brigada que también participó en la batalla. “Recién logramos desalojarlos después de una segunda ronda de artillería”.
Después del bombardeo de artillería inicial, que se centró en destruir las minas terrestres colocadas en los alrededores de la aldea y a los defensores rusos dentro de ella, docenas de soldados ucranianos se desplegaron desde la esquina noroeste de Neskuchne, avanzando sigilosamente entre patios cubiertos de maleza y escombros humeantes. Entonces, atacaron.
Durante su avance los ucranianos se comunicaban a través de walkie-talkies y se mantenían en contacto con los pilotos de drones que volaban pequeños dispositivos estándar. A medida que avanzaba la batalla, los drones demostraron ser esenciales: las tropas ucranianas dependían de los pilotos de los drones y de quienes monitoreaban en vivo la batalla por video para comunicarse con la batería de artillería que apoyaba el ataque, a través de internet satelital Starlink.
Ukrainin defenders could not find a single civilian in the liberated village of Neskuchne. Almost all buildings are damaged.
— Radio Free Ukraine (@radioukraine1) June 27, 2023
📷: Reuters / Oleksandr Ratushniak pic.twitter.com/yNJkQYaOI9
En el segundo día de enfrentamientos, mientras luchaba por desalojar a los rusos, la 129a brigada recibió un refuerzo de 20 soldados de una brigada de tanques cercana. La batalla prácticamente terminó el 9 de junio, cuando las fuerzas rusas se retiraron ante la perspectiva de quedar rodeadas. Más de una docena de rusos murieron o resultaron heridos, y los ucranianos relatan que algunos se ahogaron mientras intentaban huir cruzando a nado el río Mokri Yaly. Al menos seis ucranianos murieron.
“Los rusos no abandonaron sus posiciones hasta el último minuto”, apunta Dimytro. Detrás dejaron un verdadero arsenal de municiones, ametralladoras, rifles y proyectiles de artillería.
Ahora, la línea del frente está a menos de diez kilómetros de Neskuchne. El ruido sordo de la artillería rusa a la distancia es como una banda de sonido constante, que se mezcla con las rondas de artillería disparadas desde las posiciones ucranianas alrededor del pueblo.
Casi todas las viviendas de Neskuchne están dañadas o directamente destruidas, y el último residente que quedaba fue evacuado después de la batalla. Por las calles deambulan los gatos hambrientos, y de la escuela no queda más que un esqueleto chamuscado. Lo único que recuerda que alguna vez fue un lugar de aprendizaje son algunos libros y cuadernos desparramados, una paleta de ping-pong carbonizada y una pelota de fútbol medio desinflada, arrojada entre casquillos, granadas, máscaras antigás y vendajes sanguinolentos.
Por Thomas Gibbons-Neff y Yurii Shyvala
Traducción por Jaime Arrambide
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