Una mirada fugaz al reino del misterio
En 2007, Libia invitó a la prensa mundial para mostrar un proyecto
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Fue una oportunidad excepcional, una puerta que se entreabrió fugazmente y permitió la mirada del exterior. Ocurrió en septiembre de 2007. Tras permanecer décadas aislado del mundo, bajo sanciones económicas y sospechado de fomentar el terrorismo internacional, el régimen libio necesitaba imperiosamente atraer nuevas inversiones extranjeras, más allá del redituable imán del petróleo, al fin y al cabo un recurso perecedero.
Decidió entonces mostrar al mundo un nuevo y ambicioso proyecto de desarrollo sustentable, denominado La Montaña Verde, para diversificar la economía y hacer frente a las amenazas de la sequía y la desertificación. Y de paso exhibir una cara diferente en la cúpula de poder: Saif al-Islam, el segundo de los siete hijos de Muammar Khadafy.
Invitó, entonces, a unas 200 personas, entre ellas decenas de periodistas de distintos países –algo totalmente inusual–, para una muy breve visita al país, bajo condiciones estrictas. La coordinación del viaje estuvo a cargo de Clownfish, una consultora de Londres. El viaje tuvo su punto de partida en el aeropuerto de Luton, en las afueras de la capital británica. Desde allí despegó un avión chárter que trasladó a los visitantes. La nave aterrizó en el pequeño aeropuerto de Labraq, en El Beida, apenas una pista de aterrizaje y un modesto edificio de dos pisos, bañado por un sol inclemente.
Los pasajeros entregaron allí los pasaportes, que fueron revisados minuciosamente, para ser devueltos una hora después a sus propietarios. En el caso del enviado de La Nacion y de otros periodistas extranjeros, sin sello alguno. Alguien deslizó que no hacía falta, por tratarse de una invitación oficial. No obstante, para el mundo, esas personas jamás estuvieron en suelo libio.
Fuera de la terminal aérea esperaban, en fila, decenas de flamantes camionetas Mercedes-Benz blancas. La caravana partió hacia el destino fijado, cerca de los tesoros arqueológicos de Cyrene, donde se había emplazado un campamento con carpas de beduino para que los invitados, luego de una cena de agasajo, pasaran la noche.
Los accesos al campamento permanecieron custodiados por policías, para la protección de los huéspedes, según se informó. Un equipo de periodistas de EuroNews, que salió brevemente durante la noche en busca de lugareños para dialogar, fue gentilmente conducido de regreso a su lugar de alojamiento. En su afán por buscar una voz "independiente", el cronista de La Nacion tuvo mejor suerte. Esperó al alba, se adentró en un camino cercano y se topó con un granjero de 36 años, que en un chapuceado inglés alcanzó a responder al interrogante de si estaba conforme con el prolongado gobierno de Khadafy y cómo veía el futuro del país: "No creo que esto mejore. Apenas me alcanza para vivir", afirmó el hombre, que dijo llamarse Khalil Mohamed. Lo demás fueron señas que dieron a entender su hartazgo y resignación. Y mucho temor.
Pocas horas después, los periodistas fueron trasladados hacia el lugar donde se presentaría el gigantesco proyecto ecológico en Cyrene. Saif al-Islam habló escuetamente y contestó unas pocas preguntas. Finalizado el acto, en el cual se pudieron sacar fotos con libertad, hubo un pantagruélico almuerzo muy cerca del Mediterráneo, de un azul indescriptible. Las camionetas ya esperaban a los hombres de prensa. De allí a la terminal aérea de El Beida. Y de vuelta a Luton, apenas 24 horas después de la partida.
Para muchos quedó la sensación de haber asistido a una gigantesca puesta en escena. "Creo que ha sido algo sin precedente y probablemente no vuelva a suceder", confió Alice Dogruyol, de Clownfish. La visita, durante la cual hubo no pocos roces con la prensa, fruto de la inexperiencia del régimen, había concluido. El hermético país de Khadafy volvía a cerrar la puerta al mundo.
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