Una mezcla de terror y seducción, la receta para controlar Palmira
Luego de una serie de ejecuciones en masa, EI se ocupó de las necesidades de la gente
BEIRUT.- La semana pasada, no bien ocuparon la ciudad siria de Palmira, los milicianos de Estado Islámico (EI) se entregaron a un raid de ejecuciones sumarias en masa, dejando a su paso, tendidos en las calles, los cadáveres de sus víctimas, incluidas decenas de soldados del gobierno.
Y a partir de ese momento, según los residentes de Palmira, los insurgentes empezaron a actuar como funcionarios municipales: repararon la central eléctrica, pusieron en funcionamiento las bombas de agua, mantuvieron reuniones con los dirigentes locales, abrieron la única panadería de la ciudad y empezaron a repartir pan gratis. Plantaron bandera en lo más alto de las históricas y antiguas ruinas, y no se dedicaron a destruirlas y saquearlas, como hicieron en otros sitios arqueológicos que ocuparon.
A continuación, llegaron los ataques aéreos del gobierno sirio, que se cobraron la vida de varios civiles y le dieron a EI una invaluable ayuda política: en el lapso de unos pocos días, el blanco de la furia y el miedo de muchos residentes dejaron de ser los milicianos que estaban en tierra y pasaron a ser los aviones que atacaban desde el aire.
En Palmira, EI parece estar instalándose en el poder con una serie de pasos que ha perfeccionado a lo largo de dos años de acumular territorios en Irak y Siria.
Pero Palmira representa un nuevo giro: se trata de la primera ciudad de Siria que el grupo le arrebata al gobierno, y no a los rebeldes insurgentes. En Raqqa, más al Norte, y también en Irak, el grupo se movió con rapidez y sin miramientos, como si no encontrara rivales a su paso.
La estrategia de EI alterna entre aterrorizar a los habitantes e intentar seducirlos. Ocupa las instituciones y busca cooptar a los opositores al gobierno, presentándose como defensor del pueblo, o al menos de los sunnitas, contra la opresión de las autoridades nacionales.
Esa estrategia les ha servido para atrincherarse en ciudades como Raqqa, en Siria, y Mosul, en Irak, y ahora la están usando en Palmira.
La toma de Palmira fue relatada telefónicamente o por mensajes de texto por media docena de habitantes de la ciudad, incluidos seguidores y opositores al gobierno central. Todos ellos pidieron no ser identificados por su nombre completo, para evitar las represalias, tanto de parte del gobierno como de EI. Casi todos afirman sentirse atrapados entre las amenazas de más ataques aéreos del gobierno y las decapitaciones y matanzas de EI.
El miércoles pasado, por ejemplo, varios vecinos informaron que EI había matado a 20 soldados del ejército en un antiguo anfiteatro. Otros recordaron haber visto a soldados que eran quemados vivos o decapitados por los milicianos.
"Masacraron a muchos", dijo en referencia a EI el propietario de un café, que de inmediato cambió de tema y empezó a culpar a los ataques aéreos del gobierno de la muerte de varios de sus amigos. "Sólo Dios sabe qué están bombardeando. ¡Es aterrador!", exclamó.
Varios se manifestaron sorprendidos de que hasta el momento los abusos de EI no hayan sido más cruentos, pero al mismo tiempo los preocupa que la agrupación esté refrenando su brutalidad sólo para concitar apoyos.
"Están tratando a los habitantes de Palmira como si hubieran sido escudos humanos cautivos del régimen de Damasco", dijo un oriundo de Palmira que abandonó Siria y que recibe a diario noticias de sus familiares que quedaron en la ciudad.
El hombre, que pidió no ser identificado, dijo que el mensaje del grupo para todos, excepto para los combatientes progubernamentales, parecía ser el siguiente: "No tenemos nada que ver con ustedes. Sabemos que están sometidos a este régimen y que nadie los ayudó".
Pero en Palmira, donde la reducida insurgencia local contra el gobierno fue aplastada en 2012, no existe un rival armado antigobierno. Tal vez, sintiéndose menos amenazados, EI no atacó inmediatamente a los activistas que se oponen tanto a ellos como al gobierno de Damasco.
Anne Barnard y Hwaida Saad
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