Una masacre en vivo y en directo conmueve a Estados Unidos
Una cronista de TV y su camarógrafo fueron acribillados por un ex colega, que después se suicidó, cuando estaban al aire
WASHINGTON.- Otra vez, la muerte a balazos causa estupor en Estados Unidos. Pero lo que podría ser un suceso más de los que ocurren en esta sociedad de demasiadas armas deja de serlo por el horror de las particularidades con las que sucedió.
Las víctimas fueron dos periodistas de la cadena televisiva WDBJ7, de Virginia. La reportera, de 24 años, y su camarógrafo, de 27, fueron asesinados mientras transmitían en vivo; miles de telespectadores fueron testigos de sus gritos de pánico y, segundos después, de su muerte.
Por si eso no fuera suficiente, minutos después, el asesino -un ex periodista de la misma emisora, despedido hacía un tiempo- colgó en Twitter un video en el que él mismo se grabó en el momento del homicidio. Y después se suicidó.
La filmación del video de la masacre está hecha con tal morbo -con la punta de la pistola en cámara- que transmite a quien lo mire la sensación de ser parte de lo que ocurre. "Estamos ante un crimen y una sinrazón cuidadosamente elaborados", decían ayer autoridades policiales, que no salían de su asombro.
El episodio se convirtió también en un escalofriante llamado de atención sobre el uso de las redes sociales en hechos violentos y de supuesta venganza personal.
El asesino, un afroamericano de 41 años, homosexual, envió también a la televisora un larguísimo mensaje por fax en el que intenta justificar su locura y presenta las muertes de sus ex colegas blancos como un gesto de "justicia racial".
"¿Por qué lo hago? Lo que me impulsa es lo que ocurrió en la puerta de la iglesia de Charleston", dice el texto, en referencia a la matanza racista ocurrida en junio pasado en una iglesia protestante de Carolina del Sur, donde un joven blanco de 21 años acabó con la vida de nueve afroamericanos mientras estudiaban textos de la Biblia.
"Tengo derecho a estar enojado. Tengo mucho derecho a estar a punto de estallar. Estoy enojado y mi cabeza sólo busca el momento para hacer boom", añade el texto de la escalofriante explicación.
En todo caso, su sinrazón reconoce antecedentes de violencia. Por lo pronto, sus ex compañeros lo recordaron como problemático y agresivo, al extremo de que en el momento de abandonar la estación, tras ser despedido, sus ex jefes ordenaron desalojar la redacción y escoltarlo con policías para evitar cruces y exteriorizaciones violentas.
La Casa Blanca volvió a llamar la atención al Congreso sobre la necesidad de limitar el acceso a las armas de fuego. "Es una cosa de sentido común por la que viene abogando el presidente Barack Obama", dijo su vocero, Josh Earnest.
De inmediato, la aspirante demócrata a sucederlo y ex secretaria de Estado Hillary Clinton concordó con la posición. "Esto no resiste más análisis, es necesario legislar para impedir que este tipo de episodios ocurran con tanta frecuencia", dijo.
En los Estados Unidos, la tendencia de armas en manos de particulares está contemplada en la Constitución y existe un poderoso lobby de fabricantes de armas de fuego que hace difícil todo intento de modificar ese estado de cosas.
"Estamos en presencia de otro hecho de locura y de trastorno mental cuyo desenlace podría haber sido distinto con una legislación más apropiada", insistió la Casa Blanca.
Vester Flanagan, el asesino, al que se conocía también como Bryce Williams, por su seudónimo profesional y el que usaba en sus cuentas de red social, aseguró haber comprado el revólver "sin problema alguno" apenas dos días después de la matanza en la iglesia que citó como disparadora de su deseo de venganza.
El drama se desencadenó cerca de las siete de la mañana en Moneta, un pueblo del estado de Virginia, no muy lejos de esta ciudad. Alison Parker, de 24 años, entrevistaba a Vicki Gardner, directiva de la Cámara de Comercio local, que hablaba sobre las bondades turísticas de la región.
Sumamente distendido y casi colorido, el diálogo transcurría en las pasarelas de madera de un centro comercial. Lo filmaba el camarógrafo Adam Ward, de 27. Los dos reporteros trabajaban para la estación local WDBJ7, asociada en el nivel nacional con la cadena CBS.
De pronto, empezó el horror. Se oyeron claramente siete disparos y gritos. La cámara de Ward cayó al piso, pero siguió filmando. La transmisión en vivo se detuvo para volver a estudio, donde una desconcertada periodista intentó retomar el hilo de lo que ocurría.
Fue el comienzo del horror. Luego, una segunda filmación -en este caso, realizada con el teléfono móvil del asesino- capta el otro lado del espanto. El momento en el que el cañón del revólver apunta a sus víctimas, que, desprevenidas de lo que está por ocurrir, siguen hablando. Hasta que todo estalla.
"Ellos habían hablado mal de mí", diría luego, en su cuenta de Twitter. Cinco horas después, estaba muerto. Alcanzado por la policía cuando intentaba huir en auto, se disparó en la cabeza y se mató. Todavía le quedaban balas.
Los protagonistas del drama
Alison Parker
Periodista
Parker, de 24 años, fue contratada a tiempo completo por la emisora WDBJ hace poco más de un año. Hacía nueve meses que convivía con su novio, el conductor de WDBJ Chris Hurst. Parker y Hurst habían ocultado la relación a sus compañeros de la emisora
Adam Ward
Camarógrafo
De 27 años, Ward había trabajado durante varios años para WDBJ en el departamento de producción y después como videógrafo. Ward estaba comprometido con una productora, que estaba en la sala de control, observando la entrevista, cuando se produjo el ataque
Vester Lee Flanagan
Periodista
Flanagan, de 41 años, había sido desvinculado de la emisora WDBJ, donde formaba parte de un programa. Antes de los asesinatos, denunció en un fax haber sufrido discriminación, acoso sexual y bullying en el trabajo, y habló sobre cómo fue atacado por ser homosexual y negro
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