Una maniobra desesperada que prolonga la agonía
LONDRES.- La autocrítica no es lo suyo. Sin un atisbo pese a haber guiado a su partido a un desastre electoral, la primera ministra Theresa May ensaya una desesperada maniobra para formar gobierno en minoría. Una jugada que la deja vulnerable y en la que muchos ven un intento por ganar tiempo. Una prolongación de la agonía.
En un partido tan implacable en lo interno como el conservador, crecen las voces que buscan su salida. Una de sus diputadas, la proeuropea Anna Soubry, fue la primera. "Su campaña fue horrible" y debe "reconsiderar su situación", dijo.
Soubry expresó lo que otros piensan por lo bajo. El Evening Standard, el exitoso tabloide que se reparte gratuitamente, mencionaba la lista de los aspirantes al cargo que todavía detenta May. El Daily Telegraph incluía la biografía de cada uno. Todo un servicio para la intriga.
Nadie puede darse por sorprendido sobre lo que corre alrededor de la mujer que, dentro de diez días, se plantará frente a Bruselas para abrir la delicada negociación del Brexit. Lo hará con la ilusión infantil de pretender que es tan fuerte como antes.
"Su voluntad es rayana con la obcecación", dijo George Riddon, de la London School of Economics.
Antes de eso, May tendrá que pasar la prueba de formar gobierno. Lo hará, según dijo, con el respaldo de los unionistas norirlandeses (DUP), que le otorgarán sus 10 votos a un precio aún no revelado. U partido antiabortista y que rechaza las uniones civiles entre parejas homosexuales.
"Buscaremos lo mejor para el partido y para Irlanda del Norte", dijo su líder, Arlene Foster, que viene de ventilar un confuso episodio por unos subsidios.
La opción del DUP no es la más cómoda para May; por no decir que es poco menos que imposible. Pero es que no tenía otra. Hartos de su personalismo, las demás fuerzas minoritarias le cerraron la puerta.
"Mejor nada antes que un mal acuerdo con los conservadores", fue el sarcasmo con el que el demócrata liberal Tim Farron parodió la muletilla que la debilitada premier suele usar para el Brexit. "Mejor un portazo antes que un mal acuerdo", suele decir. Ayer ya no volvió a repetirla, consciente de que ese crucial paso aparece ahora contaminado por la necesidad.
Los del DUP incluyen en su factura que no exista una "frontera dura" entre su territorio y el de la República de Irlanda.
Pero ese, el de la frontera terrestre, es uno de los puntos de la agenda en los que la Unión Europea se ha puesto fuerte.
¿Cómo hará May para ensayar dureza frente a Bruselas si sus negociadores saben de antemano que llega repleta de condicionamientos?
La necesidad de mantenerse a flote la obliga a concesiones que la vuelven inestable. El suyo pasa a ser un escenario volátil y, en las sombras, se mueven los partidarios que quieren su puesto. Entre ellos, el actual canciller Boris Johnson.
Pero el listado incluye al diputado Philip Hammond o, incluso, a su propia ministra de Interior, la diputada Amber Rudd, que la reemplazó en el debate entre candidatos al que May -que es mala oradora- no quiso ir.
El listado es más largo y quienes lo integran están convencidos de que el turno caerá. Una intriga palaciega digna del mejor drama.
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