Una frágil coalición israelí tiene un objetivo prioritario en la nueva era posNetanyahu: su supervivencia
Un pacto para el retorno a la democracia será puesto en práctica por Yair Lapid y Naftali Bennett a la cabeza; ocho partidos de distintas ideologías conforman la nueva alianza
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JERUSALÉN.- Si el parlamento israelí le da su voto de confianza a la nueva coalición de gobierno, el principal problema inmediato de esa construcción que desafía toda lógica —con un líder de derecha y bloques que incluyen a la izquierda y por primera vez a un partido árabe independiente—, será asegurar su supervivencia.
Bajo el mando de Netanyahu, la democracia parlamentaria israelí dio un giro presidencialista. Hacia el final, su creciente displicencia lo terminó enemistando con muchas personas, especialmente sus aliados nominales de la derecha.
Tal vez el cemento subyacente de esta coalición improbable sea un acuerdo entre las fuerzas políticas para regresar a las normas democráticas.
“Los partidos son dispares, pero comparten el compromiso tácito de que Israel vuelva a ser una democracia liberal que funciona”, dice el destacado politólogo Shlomo Avineri. “En los últimos años Netanyahu empezó a gobernar de una manera semiautoritaria”.
Para no fracasar, los integrantes de la alianza tendrán que ceder a cada paso. “No lidiarán con los temas altamente conflictivos entre la izquierda y la derecha”, dice Tamar Hermann, profesora de ciencia política en la Universidad Abierta de Israel.
En la práctica, eso implica más posibilidades de llegar a acuerdos en asuntos domésticos que en temas de política exterior. En medio de tanta agitación política y elecciones a repetición, hace casi dos años que Israel funciona sin presupuesto aprobado. Como primer ministro, Naftali Bennett —un millonario de la industria tecnológica que se hizo de abajo y que es considerado incluso más a la derecha que Netanyahu—, está decidido a ofrecerle mayor calidad de vida y prosperidad a una población agotada de tanto estancamiento.
Las cuestiones sensibles que deberán esperar o ajustarse incluyen cualquier nueva negociación de paz con los palestinos y toda expansión significativa de los asentamientos en Cisjordania.
Mantener buen vínculo con el gobierno de Biden –una prioridad– y mejorar las relaciones con la comunidad judía estadounidense, mayoritariamente progresista –otro objetivo significativo– también exigirá una templanza centrista.
“La evidencia indica que los derechistas acérrimos se vuelven más centristas cuando llegan a un cargo público”, dice Hermann.
Yair Lapid, de 57 años, gran arquitecto de la flamante coalición, será primer ministro dentro de dos años, según el acuerdo que hizo posible una alternativa a Netanyahu, otro incentivo que desde su punto de vista ayudará a que el gobierno funcione.
Así y todo, la cosa puede fracasar. Los partidos, que van desde el partido de derecha Yamina, de Bennett, hasta la izquierda del Laborista y el Meretz, disienten en todo, desde los derechos LGBTQ hasta el funcionamiento del transporte público durante el Sabbat.
Entre las medidas que ya acordó el gobierno está la legislación que limite a dos mandatos el cargo del primer ministro y que obligará a quien haya liderado el país durante ocho años a pasar cuatro años fuera de la Knesset. En los hechos, eso obturaría cualquier intento de Netanyahu de volver al poder disfrazado de otra cosa.
El nuevo gobierno también tratará de aprobar leyes que hagan más difícil introducir cambios a las Leyes Fundamentales de Israel, que tienen rango constitucional y contienen gran parte del marco legal fundamental del país. Durante su mandato, Netanyahu fue imputado por fraude y cargos de corrupción, pero redujo el poder de la Corte Suprema y aseguró la inmunidad de procesamiento para quien ocupe el cargo de primer ministro.
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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