Una espada de Damocles que aterra a los políticos
RÍO DE JANEIRO.- Estos días se ha visto a importantes políticos brasileños llamando desde teléfonos públicos en aeropuertos. Temen que sus celulares estén pinchados. La clase política vive una especie de crisis de pánico desde que la operación anticorrupción Lava Jato empezó a hurgar en sus vidas y se inició el desfile de detenciones y condenas.
Esto me hizo recordar la leyenda de la espada de Damocles, nacida en Grecia hace 2400 años. Se trata de una metáfora del peligro que se corre en la búsqueda del poder, que fue recogida por el escritor Ovidio.
Damocles era un miembro de la corte del rey Dionisio, un tirano sanguinario de Siracusa, en Sicilia. Era un adulador y envidioso del rey, tanto que éste quiso vengarse. Le ofreció ser rey por una noche, con los lujos y bacanales que él disfrutaba en su corte. Ebrio, aceptó. Cuando estaba en medio de la gloria que había soñado, se le heló la sangre, al ver pender sobre su cabeza una afilada espada, suspendida sólo por un fino cabello de la crin de un caballo. Asustado, huyó, mientras el rey le recordaba: "Esa espada pende cada día también sobre mi cabeza". Es el peligro al que está expuesto el poder, y el tributo pagado por su búsqueda a cualquier precio.
En Brasil, tantos llegan a la política no con el afán sincero de servir al país, sino con la esperanza de poder disfrutar de las bacanales de privilegios y enriquecimiento de los emperadores de la antigüedad.
Como está descubriendo la justicia, todo estaba permitido. El poder y la riqueza se convertían en el mejor de los afrodisíacos. Eso hasta surgir el Lava Jato, que colocó sin distinción, sobre la cabeza de todos, la espada de Damocles, causando pánico sobre la gran mayoría de los políticos.
Hoy se dice con total naturalidad que el fiscal general, Rodrigo Janot, dispone la incriminación de Dilma Rousseff y de Luiz Lula da Silva, así como del líder del mayor partido de la oposición, Aecio Neves, y a dirigentes del mayor partido, el PMDB, del posible nuevo presidente, Michel Temer. Medio Congreso vive bajo el miedo de la justicia.
¿Podrá la clase política brasileña seguir bajo el trágico temor de esa espada de Damocles? ¿Y por cuánto tiempo sin que ello suponga a la postre un peligro para la democracia?
Hay quien desearía hacer borrón y cuenta nueva del Lava Jato para alejar de las cabezas de los políticos la espada de Damocles. Ya no es posible. La lucha contra la corrupción la adoptó la sociedad civil. Fuera de Brasil, la operación es vista como una de las esperanzas de renovación de la clase política local.
Al mismo tiempo, esa incertidumbre tendrá que terminar. El Supremo Tribunal Federal, una de las instituciones hoy mejor valoradas por la opinión pública, tiene el deber de juzgar, condenar o absolver, sin pérdida de tiempo, a los políticos bajo sospecha o ya objeto de incriminaciones. No son excusables parsimonias en estas horas decisivas. Brasil tiene prisa. La sociedad necesita saber qué políticos se mancharon con la corrupción y en quiénes puede confiar, si es que aún existe un puñado de justos como en el texto bíblico de Sodoma y Gomorra.
Nada peor en este momento de reconstrucción que la incertidumbre sobre la ética de quienes gobiernan. Esa moderna espada de Damocles no puede seguir indefinidamente sobre la cabeza de los políticos, convirtiéndolos en sospechosos. La justicia necesita, con urgencia, separar el trigo de la cizaña si queremos un Brasil nuevo y más limpio.
El País, SL
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