Una catástrofe que llega en un momento complejo para el país
CIUDAD DE MÉXICO.- Las catástrofes nunca llegan en buen momento, pero en el caso de México la coyuntura es especialmente adversa. El país aún pugnaba por reponerse del terremoto que, hace dos semanas, dejó casi un centenar de muertos, cuando una nueva tragedia ha devuelto el horror al día a día de sus ciudadanos. El ecosistema político y social tampoco acompaña: la inseguridad, las perspectivas económicas sombrías y el hecho de despertar un día y otro también con un nuevo caso de corrupción son una pesada losa sobre el ánimo colectivo.
No hubo que esperar al sismo del martes para que la tristeza invadiese por completo a la sociedad. El pasado viernes, la fiesta nacional fue la viva imagen de cómo se siente el mexicano medio: no hay nada que celebrar. La violencia, muy especialmente contra las mujeres, no deja espacio para el jolgorio. La imagen de la joven Mara Fernanda Castilla, asesinada hace siete días por un conductor de Cabify, permanece todavía en la retina.
Tampoco la sensación de apatía que despierta el panorama político a menos de un año de unas elecciones polarizadas a más no poder, y en las que muchos no ven boleta electoral en la que plasmar sus convicciones. Ni la sensación de menosprecio y desdén de la administración de Donald Trump, cuyas rápidas condolencias tras el lacerante retraso de hace dos semanas no hacen olvidar las continuas faltas de respeto a un socio que siempre se ha demostrado fiel y solidario.
Quizá la única variable en la que el ánimo de los mexicanos había mejorado ostensiblemente en los últimos meses era la económica. Pero ahí, también, ambos sismos amenazan con empañar los recientes buenos datos. Los analistas no se atreven aún a poner números, pero sí a trazar un escenario de corto y otro de largo plazo. A un mes vista, subraya Carlos Serrano, economista jefe del mayor banco mexicano, BBVA Bancomer, va a afectar negativamente el escenario económico. "Muchos comercios y empresas han parado, y los turistas tienen miedo a viajar", subraya. Echando la vista más allá, "a un plazo de un año o más", la experiencia muestra que los efectos de una catástrofe de este tipo sobre el crecimiento acaban siendo neutros o incluso favorables, gracias al impulso que la reconstrucción supone en términos de inversión. El flanco que sí sufrirá tras el sismo será el déficit público: "El gobierno se verá obligado a revisar al alza sus previsiones", sentencia Serrano.
Entre ambos escenarios, el mayor reto será lograr que se active el bono catastrófico, una suerte de seguro emitido por el Estado y que contribuirá a la reconstrucción con entre 300 y 400 millones de dólares. Y que tanto la comunidad internacional como el sector privado mexicano pongan su granito de arena en los fondos de reconstrucción que abrirán tanto el gobierno como el Banco Mundial. "Estamos viendo una reacción solidaria muy favorable", asevera Serrano. Pero la historia suele repetirse y cuando la catástrofe pasa a un segundo plano, los donantes suelen ser más renuentes a transferir fondos para la reconstrucción.
La única buena noticia que puede dejar una catástrofe de esta magnitud viene por el lado de la solidaridad. Bajo ese manto de estupor y pena que hoy invade México, los ejemplos de ayuda y colectivización del dolor, de sentir como propias las víctimas desconocidas son el camino a seguir.
Ignacio Fariza, El País
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