Una carrera que pasó de lo sucio a lo despreciable
West Palm Beach, Florida.- Entre las historias sobre los manoseos y besos no requeridos de Donald Trump y sus retruques con historias sobre Bill Clinton, la campaña norteamericana ya ha pasado de lo sucio a lo abyecto.
El magnate inmobiliario también amenazó con "meterla presa" a Hillary Clinton después de ganarle en las elecciones de noviembre y se atribuye a su campaña el tener vínculos con los intereses rusos que hackearon las casillas de mails de un alto asesor de la candidata demócrata. Para Trump, el efecto de acumulación de escándalos puede ser un problema en los estados indecisos que necesita ganar antes de noviembre.
En vez de recuperar terreno volcando la atención hacia temas como el comercio internacional, que tanto movilizó a los seguidores de Trump y podría interpelar a nuevos votantes, la campaña republicana parece ir apuntando lentamente todos los cañones contra Bill Clinton.
Pero Trump es un muy mal portador de ese mensaje, ya que cada palabra que sale de su boca es tapada por una avalancha de denuncias sobre besos no requeridos y toqueteos a mujeres sin su consentimiento.
Sumado a su decisión de ir al último de los debates presidenciales acompañado de tres mujeres que acusan de abuso a Bill, el republicano también tiene pensado presentarse con ellas en actos de campaña y entrevistas televisivas, según una persona al tanto de esos planes, pero no autorizada a difundirlos.Los seguidores de Trump también bombardean a Hillary con las denuncias contra su marido. Varios actos de Clinton de esta semana se vieron interrumpidos por manifestantes al grito de "Bill es un violador".
Bill Clinton nunca fue denunciado judicialmente por esas acusaciones y la única presentación por violación fue desestimada. Pero el ex presidente sí llegó a un acuerdo legal con una mujer que lo denunció por acoso.
El objetivo de campaña del equipo de Trump es refrescar esas acusaciones de hace casi dos décadas a los jóvenes votantes, en especial a las mujeres, que no tienen edad para recordar las turbulencias que pasaron los Clinton en la década de 1990. Si con eso no consiguen que voten por Trump, al menos esperan que esas jóvenes se queden en sus casas y así aumente el ausentismo, que probablemente perjudicaría a los demócratas.
Pero a esta altura ya ni queda claro si la estrategia de Trump tiene como objetivo ganar las elecciones. Hacia el interior de la campaña de Trump, es cada vez más fuerte la sensación de que es más una oportunidad largamente esperada por los adversarios de los Clinton para ventilar dos décadas de resentimiento contra la poderosa pareja demócrata en la cúspide de la política norteamericana.
Hace tiempo que Roger Stone, confidente y asesor informal de Donald Trump, le viene insistiendo para que centre su campaña en las acusaciones de abuso contra Bill Clinton y el modo en que su esposa, Hillary, trató a las mujeres que lo acusaron. Steve Bannin, director ejecutivo de la campaña, es también el responsable del sitio web conservador Breitbart News, siempre dispuesto a fomentar cualquier teoría conspirativa que involucre a los Clinton.
Hillary ha hecho lo posible por mantenerse fuera de la refriega. Todavía le queda por responder de manera directa sobre la decisión de Trump de reflotar las acusaciones contra su marido.
Traducción de Jaime Arrambide
Jonathan Lemire y S. Peoples
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