Una avalancha electoral contra la vieja política
SAN PABLO.- El 7 de octubre de 2018 quedará como una marca en la historia electoral de Brasil. Nunca antes una elección condujo a un cambio tan drástico del panorama político. Los resultados fueron inesperados. Todas las encuestadoras fallaron. Nadie detectó la profundidad de la rebelión popular contra el establishment. Ningunearon las señales de que los electores estaban hartos de la vieja política.
Brasil cambió. Las mayores manifestaciones callejeras de la historia nacional -en 2015 y 2016, que condujeron al juicio político de Dilma Rousseff- se constituyeron como una ruptura, una cesura radical que la vieja y arcaica estructura política no logró entender hasta el domingo, cuando un verdadero tsunami electoral sepultó el modelo político construido por la Constitución de 1988. La participación popular construyó una nueva forma de hacer política. La gente advirtió que podía participar del proceso electoral de manera autónoma, sin someterse a los dictámenes de los caciques partidarios. Salieron a las calles y exigieron el juicio político de Dilma. Y fueron millones, en todo Brasil. Quedó en manos de los legisladores escuchar el reclamo popular, algo que para muchos parecía imposible. Al final, resultó que el Partido de los Trabajadores había construido una nueva forma de dominación, un control de la maquinaria del Estado nunca visto en la historia brasileña. Articuló una relación nefasta con las mayores empresas nacionales, especialmente las grandes contratistas. No había área de la administración pública que no estuviese permeada por el esquema delictivo del PT. Fue lo que el ministro del Supremo Tribunal Federal calificó de proyecto delictivo de poder. Popularmente, esa cooptación del Estado se conoció como "petrolão".
Y el electorado respondió en idioma Petrolãoy castigó a los enemigos de la operación Lava Jato. Los petistas insistían en que Lula fue condenado injustamente y sin pruebas, y que el electorado daría su propio veredicto en las urnas. El electorado dio su veredicto: ¡condenó a Lula! El PT sufrió la peor derrota desde 2002. Vale la pena recordar que en una sola de las cinco causas en su contra Lula fue condenado a 12 años de prisión por corrupción y lavado de dinero.
La elección fue un plebiscito. Terminó transformado en un debate entre el Brasil del pasado -el Brasil petista, lulista- y el nuevo Brasil nacido de las calles, de las manifestaciones de 2015-2016. Triunfó lo nuevo, que todavía no se sabe cómo hará para enfrentar el desafío de un país enardecido como nunca antes.
El autor es historiador, autor del libro Década perdida, 10 años del PT en el poder
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