Una apuesta que salió estrepitosamente mal y genera interrogantes
WASHINGTON.- Rara vez un presidente en ejercicio ha apoyado a un candidato rodeado de escándalos de la manera en que lo hizo Donald Trump con el candidato de Alabama Roy Moore. Y rara vez esa apuesta salió tan estrepitosamente mal.
La derrota de anteayer de Moore en Alabama -un estado republicano incondicional como ninguno- dejó a Trump sin excusas y a sus aliados políticos, conmocionados. Trump no había dado el brazo a torcer en su apoyo a Moore, a pesar de las acusaciones de que el ex juez había tenido conductas sexuales deshonestas con adolescentes cuando era un treintañero, y se volvió uno de sus partidarios más fervientes a nivel nacional en los últimos días de la campaña.
Ahora, con el naufragio de Moore ante el demócrata Doug Jones, Trump debe enfrentar los crecientes cuestionamientos sobre los límites de su capital político propio. Arrancará el segundo año de su presidencia con un senador republicano menos, lo cual estrechará aún más su ajustada mayoría en un Congreso donde todavía no ha logrado la aprobación de ninguna reforma importante.
Los demócratas, que comenzaron el año como un partido en minoría y gravemente herido, encaran las elecciones de mitad de mandato con el renovado impulso que les da una victoria en el estado que menos esperaban.
Sin duda la campaña en Alabama fue bastante poco habitual, y como ocurre con todas las elecciones especiales, es imposible garantizar que se convierta en un barómetro de las elecciones del próximo año. Gracias a una tormenta perfecta de escándalos, sobre todo por las acusaciones de conductas sexuales deshonestas que surgieron contra Moore, Jones pudo torcer la fuerte predilección del estado de Alabama por los republicanos.
La cuestión dejó al Partido Republicano profundamente dividido ante el dilema de si ganar una banca en el Senado compensaba los potenciales riesgos a largo plazo que entrañaba apoyar al candidato Moore.
Algunos republicanos retiraron su apoyo al candidato después de que comenzaran a aflorar las acusaciones, entre ellos, el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, y el Comité Nacional Senatorial Republicano. Pero son muchos más los dirigentes republicanos de Washington que sin decirlo preferían la derrota de Moore a tener que enfrentar a diario preguntas sobre su comportamiento y a tener que lidiar con la amenaza de una posible investigación de ética del Senado pendiendo sobre sus cabezas.
Pero Trump es el líder del partido, y se metió con ambos pies en el asunto. En un momento de revelaciones a nivel nacional sobre comportamientos sexuales deshonestos, donde difícilmente pase un día sin que un hombre prominente deba abandonar su posición de poder, la actitud del presidente impidió que su partido lograra despegarse de Moore y de las acusaciones que lo cercan.
La respuesta inmediata de Trump a la victoria de Jones fue un tuit para felicitarlo, una generosidad que sorprende en un presidente que pierde los estribos ante el mínimo desaire y que a menudo parece priorizar la victoria por sobre todo. Pero ayer se mostró a la defensiva, y les recordó a sus seguidores que inicialmente había apoyado al principal adversario de Moore en la interna del partido, el senador Luther Strange.
"Dije que Roy Moore no podía ganar la elección general. Tenía razón", escribió Trump en un tuit antes del amanecer.
No hizo ninguna reflexión inmediata sobre si consideraba que los resultados eran de algún modo un plebiscito sobre su propia figura, personal o políticamente.
Pero no hay duda de que el historial reciente de Trump es preocupante para los republicanos, que están evaluando si vale la pena encolumnarse detrás del presidente en las elecciones de medio mandato, cuando estará en juego el control del Congreso.
El mes pasado, la candidata a gobernadora de Virginia, que contaba con el apoyo de Trump, perdió por mucho margen. El presidente ahora tiene el dudoso honor de haber elegido mal en dos ocasiones en Alabama, un estado en el que hace tan sólo un año arrasó por 28 puntos. Su primera pifiada fue durante las primarias senatoriales del estado, cuando apoyó a Strange, una decisión que se cuestionó a sí mismo desde el estrado en un acto de campaña a favor del propio Strange días antes de la votación.
Trump es consciente de que su liderazgo sobre una considerable franja de la base del electorado republicano lo convierte en un actor poderoso a la hora de determinar el curso que tomará el partido de cara a las próximas elecciones. Resta saber si podrá transferir su buena estrella política a los candidatos de su preferencia.